LA HABANA, Cuba. – Posiblemente todo comenzó en la Sierra Maestra, poco antes del año 1958 del siglo pasado. Hasta allí llegaron cuantos curiosos andaban por este mundo, para ver cómo un tipo acompañado de improvisados guerreros, encaramado en una loma y armado de un fusil con mirilla telescópica, se empeñaba en conquistar un país de seis millones de habitantes.
Hasta allí llegaron de visita periodistas de primera línea y famosos actores de Hollywood. Para quedarse, algunos sacerdotes, algunos médicos y muy pocos comunistas.
Pero nunca visitó en sus lomas a Fidel Castro, o al Iluminado, como lo llamó no hace mucho el dirigente político Miguel Barnet, un escritor extranjero o cubano consagrado de la época. Ni siquiera aquellos cubanos que comenzaban a ser conocidos en su quehacer literario y que en la estampida del triunfo, se apresuraron a ocupar las primeras filas del teatro revolucionario.
Ernesto Che Guevara lo dejó claramente escrito en el folleto ¨El socialismo y el hombre en Cuba¨: El pecado original de los intelectuales cubanos fue no haber participado activamente en la lucha contra Batista; no son auténticamente revolucionarios.
Fidel Castro se grabó eso en su mente.
En las cronologías editadas por el régimen, se dijo que el Primer Congreso de Escritores y Artistas de Cuba, celebrado el 18 de agosto de 1961, fue ¨un evento que desempeñó un importante papel en los esfuerzos por erradicar toda tendencia orientada a socavar la unidad nacional y a toda conceptualización apolítica de la cultura¨.
O sea, que la verdadera razón era y es utilizar la cultura para beneficio de la ideología en el poder.
Me consta, porque fui -o soy- miembro fundadora de la Unión Nacional de Escritores y Artistas Cubanos –UNEAC-, que a nivel de pasillo se comentaba en su sede que el Comandante Invicto no ocultaba su desprecio por la masa de los escribidores.
No le agradaban. Mucho menos los poetas.
El 13 de marzo de 1966, bien lo recuerdo, en un discurso, amenazó a los miembros homosexuales de la UNEAC con ser enviados a campos de concentración para que trabajaran en la agricultura.
A la sede, situada en la calle 17 y H, del Vedado, nunca asistió a las tantas recepciones, cocteles y asambleas anuales que allí se celebraron a partir de 1962 y a las que siempre fue invitado.
Prefería no dejar una caza de patos que reunirse con los artistas y creadores literarios.
En una ocasión, para burlarse, durante días usó un libro de poesía como agenda de trabajo, de tanto espacio en blanco que tenía, según él.
Por esa fecha es que surge el célebre ¨Quinquenio Gris¨, donde son llevados a prisión autores por escribir de acuerdo a sus criterios o manifestar criterios opuestos al régimen, en sus conversaciones con amigos extranjeros.
Fidel Castro los tenía muy bien vigilados a través de su Seguridad del Estado, compuesta por agentes graduados de la KGB que le transmitían diariamente los partes de guerra contra los que se salían del aro.
Así, de un plumazo, desapareció a eminentes poetas como Heberto Padilla, Francisco Riverón Hernández, Belkis Cuzá Malé y muchos otros, y le hizo la guerra a Pablo Neruda, por sus relaciones con Washington, a Jorge Edwards, por conversar con escritores disidentes, a Mario Vargas Llosa, por denunciar su falta de libertad y a Nicanor Parra, por cambiar su frase Cuba sí, yanquis no, por Cuba sí, yanquis también.
Luego sufrió una amarga y merecida experiencia, cuando cientos de intelectuales extranjeros famosos no sólo le dieron la espalda, sino que pusieran además sus firmas en documentos donde El Iluminado, quedó acusado para la Historia como un malvado dictador, por su política represiva contra los que escriben.
En su guarida de Punto Cero, bien alejado de todas las masas, el tirano contempla en silencio, porque así ha tenido que ser, cómo se le rebelan sus ovejas.
¿Acaso estamos ante las mismas u otras generaciones que no han querido librarse del “pecado original”?