MADRID, España.- Este 25 de noviembre se cumplen cuatro años del fallecimiento de Manuel Lamar Cuervo, caricaturista cubano-colombiano creador de Matojo, Patricia, Sapito Pérez, Chicho Durañón, Titina y muchos otros personajes de historietas cubanas.
Conocido por Lillo, el artista murió a los 89 años en Miami, Estados Unidos, donde vivía desde 1992 y colaboraba en algunas publicaciones de perfil humorístico.
Numerosos medios de prensa internacionales lo resaltaron y se dolieron. El Nuevo Herald destacó: “Fallece en Miami famoso caricaturista cubano”. Luego añadió que fue “Lillo, uno de los humoristas más famosos de Cuba durante más de cuatro décadas (…)”, y Matojo, el personaje más popular de sus historietas.
Sin embargo, en la Isla hubo bastante frialdad, solamente Dedeté sacó un escueto párrafo con el título de “Adiós a Lillo, creador de Matojo y tantos personajes”. Y en el blog Segunda Cita, Silvio Rodríguez escribió: “Lamento el deceso de Lillo, un buen hombre que conocí en los 60, cuando él trabajaba en el dpto de dibujos animados del ICRT y yo comenzaba en el semanario Mella. Creador de Matojo, personaje infantil emblemático del cómic cubano. Gloria a su memoria”.
Años antes el crítico y ensayista Mario Masvidal, en “Mirar los muñe: un acercamiento crítico a los animados producidos por el ICAIC”, uno de los artículos del libro Conquistando la utopía. El ICAIC y la Revolución 50 años después, únicamente suma su nombre a una larga lista, sin siquiera mencionar a Matojo.
Este popular protagonista que, junto a sus amigos, pasó de la historieta al cine de animación, y disfrutaron niños de varias generaciones, nació a inicios de la década de los sesenta en las páginas del semanario Palante, y después saltó a otras publicaciones infantiles como Pionero y Zunzún. El Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) estrenó los cortos: Matojo no nada, nada (1981), Buenos días, Matojo (1982), Matojo va a la playa (1983) y Matojo va a la escuela (1985).
Eran pioneros con sus juegos y actividades, entre los que Lillo incluyó a su hija Patricia, y a Igor e Iván, divertidos, sin sofisticación, en los que se resaltaban los buenos modales, con evidente interés por dejar una enseñanza a la familia y un llamado a la educación formal en niños y adultos.
Otros personajes de tiras cómicas a los que dio vida y con los que contaba historias sencillas que provocaban risa, fueron Sapito Pérez, Titina y el célebre tacaño Chicho Durañón, que no llegó a la pantalla, pero sí a la imprenta, y fue también muy popular entre lectores de historietas, al punto de que todavía los cubanos llaman durañón a los tacaños. La Editorial Gente Nueva publicó los títulos Chicho Durañón y El regreso de Chicho Durañón, en 1982 y 1986, respectivamente.
Lillo había nacido en Colombia el 13 de diciembre de 1929, pues su madre era oriunda de ese país, donde su padre fungía de embajador cubano. Llegó muy joven a la Isla y en la Universidad de La Habana se graduó de Derecho Diplomático y Consular y más tarde de Periodismo.
No estudió dibujo, tenía un don natural, que le valió para hacer reír a niños, jóvenes y adultos, dejarles una enseñanza, y quedar en la historia de la caricatura en Cuba, al margen de cualquier “olvido”.
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