LA HABANA, Cuba.- El aniversario 64 de la creación de la Imprenta Nacional de Cuba, el 31 de marzo de 1959, es buen momento para echar un vistazo sobre lo que se lee hoy en Cuba.
Hace cuarenta años, cuando se efectuó la primera de las Feria del Libro en el Pabellón Cuba, los cubanos acogieron gratamente la posibilidad de adquirir novedades literarias que hasta entonces solo eran de exposición.
La primera feria del libro que se efectuó en Cuba fue en mayo de 1937 y tuvo lugar en la explanada de Prado y Malecón. Sus gestores fueron Roig de Leuchsenring y José Luciano Franco, y tuvieron el respaldo del alcalde Antonio Beruff y del Doctor José María Chacón y Calvo. Ellos, durante dos décadas, reunieron a las principales librerías, imprentas y editoriales del país, para que presentaran sus obras y promovieran la lectura.
Las ferias del libro desaparecieron en los primeros años del régimen revolucionario. Renacieron en 1982, y en 2002 la bautizaron como Feria Internacional del Libro de La Habana, le cambiaron la sede y se extendió su proyección a todo el país. Pero en los últimos años ha ido perdiendo calidad y atrayendo a menos lectores.
A la edición de este año de la Feria, la número 33, a la mayoría de los asistentes lo que menos le interesaba eran los libros. Más que una feria del arte y la literatura, aquello parecía una feria de gastronomía.
Cada vez el evento se ha ido politizando más y perdiendo calidad. Obsesionados por la pureza ideológica de las ferias del libro, los mandamases se concentran en producir y presentar libros de guerrilleros sin historia que contar, generales de escaramuzas, cientistas sociales que repiten dogmas y revolucionarios sin hojas de servicio.
Eso sí, en cada feria, Cuca la tamalera, Papo Refresquito y Aníbal coge tu pizza aquí, logran atrapar la atención del público y hacen el verano de la “gastrocult popular”.
De Pinar del Río a Santiago y Guantánamo se montan las tristes tarimas donde venden libros de la Feria, con reguetón a todo volumen como fondo musical. Pero no logran atraer al público con sus intrascendentes textos Cómo matar un puerco y no morir en el intento, La guerrilla del perrito sin tripa, una victoria popular, ¿Por qué el Granma no siguió los pasos del Titanic?, o Los Hombres de Panfílov, siempre los primeros en la cola.
No es menos cierto que el público se hubiera puesto de hinojos ante libros como: “Sin limonada no hay país”, del Doctor Díaz-Canel, Presidente de la República, o “La Cascarilla, en el centro de la victoria revolucionaria”, de su esposa, la Doctora y Primera Dama Lis Cuesta.
En honor a la verdad, las provincias solo reciben las sobras de la Feria del Libro capitalina.
En este 2023 Guantánamo y Granma, fueron los territorios que cerraron la feria, a mediados de marzo. En la ciudad del Guaso se celebró el 145 aniversario del natalicio del poeta Regino Eladio Boti. Por su parte, en Bayamo y en Manzanillo, la capital del Guacanayabo, se presentaron, en el Centro Navarro Luna, libros del escritor Virgilio López Lemus, del ministro de Cultura Alpidio Alonso (que además de represor también es poeta) y de la profesora Francisca López.
Si algo ratificó la más reciente Feria del Libro es que también los precios de los libros en Cuba van disparados, en dirección a la Luna, como el cohete de la novela de Verne, compitiendo con el precio de la carne de puerco.
Cuando en 1959 fue creada la Imprenta Nacional de Cuba, su presidente, el escritor Alejo Carpentier, comenzó una campaña por la lectura de lo mejor de la literatura cubana y universal.
El primer libro editado por la Imprenta Nacional de Cuba fue El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Cervantes. Le siguieron, a precios muy baratos, libros de Salinger, Hemingway, Faulkner, Ivo Andric, Dostoievski, Tolstoi, Pushkin, Shólojov, Semionov, Arguedas y Carlos Fuentes, entre otros cientos. Para los adolescentes hubo libros de aventuras de Julio Verne y Emilio Salgari, y también se imprimieron novelas policiales de Conan Doyle, Agatha Christie y Maurice Le Blanc.
De los autores publicados tras la creación de la Imprenta Nacional, a los de ahora, los que se presentan en la Feria del Libro, se nota la diferencia intelectual y la interferencia ideológica gubernamental. Ahí están los nombres de Belén Gopegui, Pascual Serrano, Ignacio Ramonet, simples servidores internacionales del régimen. Otro de los signos de la decadencia cultural del régimen.