LA HABANA, Cuba, agosto, 173.203.82.38 -En 1961 la entonces joven maestra Norberta Orozco Rodríguez impartía clases en la zona de Jagüey Grande, en la provincia de Matanzas. El lugar se hallaba cercano a la Ciénaga de Zapata, en uno de cuyos enclaves, Playa Girón, se habían librado las batallas principales tras el desembarco de los expedicionarios de la brigada 2506. Después de esos hechos, los gobernantes cubanos se dieron a la tarea de edificar numerosos centros turísticos en toda la Ciénaga, uno de los cuales resultó ser Guamá, ubicado en la Laguna del Tesoro.
Cuenta Norberta que ella vio con fervor cómo se construía el primer pedraplén entre Jaguey Grande y Playa Larga, otro de los sitios representativos de la Ciénaga; también el dragado del canal que conduce a la Laguna del Tesoro, así como la siembra de cañas bravas y otros árboles que embellecían el entorno. Y es casi seguro que la joven maestra pensara en que algún día ella podría ser huésped o usuaria de alguno de esos centros turísticos que se erigían en la Ciénaga, pues las autoridades del país afirmaban que la revolución había desposeído a las clases oligárquicas para entregar al pueblo todas las riquezas y propiedades de Cuba.
No debemos de olvidar que semejante aspiración tomaba forma también en la literatura que se escribía por aquellos años. Hacia 1964, Nicolás Guillén, que había sido calificado como Poeta Nacional por las autoridades culturales del castrismo, escribió el famoso poema “Tengo”, una oda que encomiaba la labor de los gobernantes para dignificar a los cubanos, ya que el bardo estimaba que, en lo adelante, ninguna playa, hotel, restaurante o centro turístico estarían vedados para ninguno de los nacidos en esta isla. El final del poema era toda una anunciación: Tengo, vamos a ver, lo que tenía que tener.
Cincuenta años después, en el 2011, la aún profesora Norberta Orozco Rodríguez decidió disfrutar sus vacaciones, en unión de su hijo y nietos, en el sitio que siempre la había fascinado: la Ciénaga de Zapata. Allí pensaba, según sus propias palabras, “reencontrarse con la historia”. Sin embargo, una desagradable sorpresa le aguardaba. El centro turístico Guamá, al que ella acudió, cobra sus servicios en CUC (moneda equivalente a la divisa extranjera, con la que no les pagan a los cubanos, y que se adquiere regularmente por las remesas enviadas desde el exterior), y además había aumentado sus precios en los últimos tiempos, razón por la cual no pudo acceder a él. Entonces a Norberta no le quedó más remedio que dirigirse a una base de campismo popular, que son las instalaciones reservadas para el cubano promedio, debido a que cobran sus servicios en moneda nacional.
La mayoría de estas bases de campismo no cuentan con una infraestructura que redunde en una cabal satisfacción del vacacionista. Muchas de sus cabañas no son confortables, a veces falta el agua, la alimentación no siempre cubre las expectativas, y en no pocas ocasiones faltan los ventiladores que ayuden a combatir el calor, así como los mosquitos y jejenes que pululan por esos parajes donde se contacta directamente con la naturaleza. La propia Norberta, tras aseverar que recibió un buen trato en la base de campismo, reconoció que la instalación tenía “algunas deficiencias”.
Todo lo anterior se halla recogido en una carta que la señora Norberta envió al periódico Trabajadores (edición del 23 de julio de 2012, pag. 4), en la que concluye con evidente lamento: “Regresé luego de cinco décadas en busca de mi pasado y no he podido encontrarlo”. Ignoro si la profesora Norberta es aficionada a la poesía. Si así fuera, es probable que en sus oídos retumben los versos de Guillén. Solo que, en esta ocasión, precedidos por un adverbio angustioso: no tengo lo que tenía que tener.