LAS TUNAS, Cuba. — El 22 de diciembre de 1961, en un discurso pronunciado en la Plaza Cívica José Martí —rebautizada por el castrocomunismo como “Plaza de la Revolución”— que dio concluida la llamada “Campaña de alfabetización, Fidel Castro dijo: “Cuba proclama ante el mundo que es ya territorio libre de analfabetismo”.
La afirmación del entonces primer ministro Fidel Castro era una falacia, pues, ni Cuba estaba sumida en la incultura —con todo y sus campesinos y obreros iletrados, pero así y todo mucho más cultos en sus modos de ser y comportarse que muchos profesionales y “líderes” de hoy día— ni mucho menos en 1961 (llamado “Año de la Educación”) todos los cubanos adquirieron la condición de letrados.
Ya en 1956 la Organización de Naciones Unidas (ONU) había reconocido a Cuba como uno de los países de más bajo índice de analfabetismo de Iberoamérica, pues sólo contaba con 23,6 % de analfabetos. En Haití, por ejemplo, la cifra de analfabetismo ascendía a 90%, mientras que España, El Salvador, Bolivia, Venezuela, Brasil, Perú, Guatemala y República Dominicana, tenían cifras de iletrados que rondaban el 50%.
Cuando el 16 de enero de 1961 inició el “censo de analfabetos”, Cuba contaba con una población de 6 millones, 933 habitantes. Entonces, según fuentes oficiales, la cifra de iletrados era de 979 207.
Fidel Castro y sus comandantes y comisarios políticos —en una campaña publicitaria sin precedentes, en medio de la guerra civil y con cientos de cubanos anticastristas alzados en armas en las montañas— desplegaron por todo el país un ejército de alfabetizadores integrado por más de 300 000 brigadistas, maestros y comisarios políticos que, apresuradamente, fueron dotados con una bibliografía más apta para el lavado de cerebro que para la educación. Para comprender esto basta leer los títulos de aquellos instructivos: Manual Alfabeticemos; Cartilla Venceremos; Manual de Capacitación Cívica del Departamento de Instrucción del MINFAR (Ministerio de la Fuerzas Armadas Revolucionarias) y Obra Revolucionaria.
Pese a ese despliegue de maestros, alfabetizadores, soldados, comisarios políticos y la declaración de… “Cuba, territorio libre de analfabetismo”, según fuentes oficiales, sólo fueron alfabetizadas 707 000 personas, por lo que 272 207 cubanos permanecieron iletrados.
Otro mito en materia educacional que además de la alfabetización se atribuyen los castristas es la concepción de la ciudad escolar. Pero esa ficción dista mucho de la realidad. Ya en octubre de 1902, Enrique José Varona, al prologar Principios de moral e instrucción cívica, de Rafael Montoro —un libro que un día deberá reeditarse y actualizarse para que no falte a cada maestro cubano—, dijo: “Para que no quede reducido a meros preceptos todo lo que se refiere a la instrucción cívica, tiene el profesor a mano la ingeniosa invención de la ciudad escolar. A medida que se vaya penetrando de sus excelencias irá siendo para él un instrumento cada vez más manejable y un auxiliar poderoso para la disciplina externa e interna”.
Este 22 de diciembre también en Cuba se celebra el Día del Educador. Según el régimen, Cuba es un país “libre de analfabetismo” y con una “educación de excelencia”. Pero esas categorías educacionales tienen fisuras enormes, por no decir fracturas completas, cuando el cubano y lo cubano se encuentran —o se adentran— en ámbitos culturales generadores de valores morales tradicionalmente cultivados por la familia como célula primigenia de la sociedad. En Cuba, hay que decirlo, esos roles fueron tomados por instituciones del Estado.
Las propias autoridades han reconocido que en la Isla, niños y adolescentes, cada vez a “edades más tempranas, comienzan a ingerir alcohol, fumar cigarrillos o probar otras sustancias más peligrosas”, entiéndase drogas. Entonces, cabe preguntarse: en una sociedad de “moral socialista” dirigida por el Partido Comunista y donde “las calles son de los revolucionarios”… ¿Dónde los niños y adolescentes se hacen adictos a esos vicios que ya hasta la prensa oficialista admite?
La respuesta a esa interrogante podemos encontrarla en Enero en Cuba, el diario que el intelectual español Max Aub escribió en ocasión de asistir como invitado al Congreso Cultural de La Habana en 1968. Respecto a la alfabetización y a la cultura en Cuba, Aub apuntó: “Alfabetizar. Bien. ¿Para qué? Para leer ¿qué? ¿Granma, Bohemia? ¿Cuentos, pies de dibujos? ¿Algunos a Marx y Lenin? Todos a Fidel. Pero ¿Garcilaso?”.
Si con sólo el 23% de iletrados en el país el castrismo desplegó la “campaña de alfabetización” en 1961 bajo una concepción de estrategia político-militar defensiva, 60 años después, con millones de analfabetos morales —incluso, muchos de ellos en puestos de dirección política y gubernamental importantes— sería de esperar que en 2022 el régimen inicie otra “campaña de alfabetización”.
Pero en esta otra campaña, para obtener mejores resultados —al menos, un poco más duraderos luego de 60 años de fracasos “alfabetizados”—, en lugar de emplear la Cartilla Venceremos y los folletos Obra Revolucionaria y maestros improvisados casi niños, los alfabetizadores serán Díaz-Canel y los integrantes del Comité Central del Partido Comunista. Ellos utilizarán la teoría marxista leninista según Stalin para perpetuar la “dictadura del proletariado”. De algo de eso ya hablaron en su más reciente reunión. Y cuando el río suena, piedras trae.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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