LA HABANA, Cuba. ─ El pasado sábado, el diario oficialista cubano Granma publicó un material de título truculento y manipulador: Un congreso para defender las prioridades del pueblo. Figura como su autor el o la colega Yudy Castro. (Me expreso así porque con esta moda de la “Generación Y”, uno no sabe a ciencia cierta el sexo de la persona que lleva uno de esos nombres inventados).
El largo párrafo inicial del extenso trabajo incluye el solecismo que aparece en una oración lamentable: “Esas propuestas tienen que estar en concordancia con lo que aspira el pueblo de los debates”. Aclaro que la sintaxis pedestre no es atribuible a Yudy, pues se trata de una cita extraída de un documento perpetrado en las altas esferas del único partido. ¡Así anda el nivel de los plumíferos del régimen!
El evento se describe como un encuentro, celebrado “en las provincias de La Habana y Matanzas, de las sesiones de estudio de los documentos que serán debatidos en el 8vo. Congreso del Partido”. Castro (el periodista) menciona a una serie de mayimbes del más alto nivel, pero lo hace de manera tan desordenada que, al leer, a menudo uno no sabe a ciencia cierta cuál de ellos ha dicho qué.
Si hacemos caso omiso de esas indefiniciones, y nos centramos en lo dicho, considero que sería oportuno comenzar por lo expresado por “el mandatario”: “La economía es el principal desafío que enfrentamos, en medio de una situación cada vez más compleja, agudizada por el recrudecimiento del bloqueo y los impactos de la COVID-19”.
Como se ve, ese señor, en la oración citada, omitió mencionar el factor más desequilibrante del panorama económico actual en la Isla: la llamada “Tarea Ordenamiento”. Se trata de una iniciativa que yo —no me canso de repetirlo— prefiero denominar “Tarea Desquiciamiento”, pues esta frase revela con precisión mucho mayor el desastre entronizado en el país por las medidas implantadas a partir del inicio de este año.
A todo lo largo del denso escrito menudean los lugares comunes. Mientras Cuba se hunde a pedazos, los altos jefes comunistas siguen hablando de “los Lineamientos”, “la planeación estratégica del país”, “la Política de Cuadros”, “la búsqueda de respuestas a los problemas desde la ciencia y la innovación” y “un modelo de formación de los cuadros sin rigidez ni dogmatismos”.
El desfile de frases hechas no para ahí: “las ideas de Fidel, del Che”, “la continuidad histórica de la Revolución”, “la construcción de un país mejor”, un “momento histórico para todos los cubanos”, “un llamado a la heroicidad, a la resistencia”. Y siguen: “todavía queda mucho por hacer”, “vamos a continuar construyendo nuestro Socialismo”; “sí se puede”.
A quienes, pese a esos botones de muestra, todavía se sientan con ánimos, sólo puedo invitarlos a acometer la lectura del denso escrito de Yudy Castro. Al propio tiempo, acompaño esa exhortación con mis mejores deseos: “¡Buen apetito!” y “¡Buen provecho!”.
Según el autor, el mayimbe que habla (que parece seguir siendo Díaz-Canel, aunque el texto no explicita ese dato) aludió a “cómo vamos a superar las ineficiencias, los problemas estructurales de la economía y cómo vamos a modelar el municipio para que pueda potenciar los sistemas productivos locales”.
De la lectura de esa frase se hace evidente que los bolcheviques criollos, al hablar de “problemas estructurales”, están reconociendo —¡al cabo de una sesentena de años!— que los métodos de dirección económica aplicados hasta hoy son insostenibles. Pero siguen renuentes a ensayar las recetas que tan buenos resultados han arrojado en el resto del planeta (en particular, en países tan poco sospechosos de anticomunismo como sus grandes aliados: China y Vietnam).
Es esa frase la única del mamotreto de la cual se puede extraer algo novedoso (lo cual no quiere decir necesariamente que sea bueno). Parece ser que los castristas, poniendo a prueba una vez más el aguante del pueblo cubano, piensan iniciar otro experimento: la “municipalización de la economía”.
Dicho de otro modo: en lugar de los grandes monopolios nacionales, de las empresas sometidas a los ministerios y otros organismos centrales, van a centrar sus esfuerzos en el nivel local. O sea: que el gigantesco aparato burocrático que abarca el país entero piensan reemplazarlo por 168 aparaticos locales. Una especie de feudalización del país.
El intento no es nuevo. También en la antigua U.R.S.S. —meca de la funesta secta— el papel preponderante de los ministerios “de toda la Unión” fue reemplazado por los llamados “consejos de economía” (“sovnarjózy”, según el acrónimo ruso). Dada la inmensidad del país, estas estructuras se establecieron a nivel de las repúblicas federadas más pequeñas, así como en provincias y territorios de las mayores.
En definitiva, en 1957 Jruschov dispuso la creación de 105 consejos de ese tipo. Por ende, en términos comparativos, se trata de un experimento que presenta una notable similitud con la “municipalización” diazcanelista. Pero, ¿qué se obtuvo de aquella gigantesca reestructuración de la economía nacional en el País de los Soviets?
El saldo neto fue un nuevo fiasco del comunismo. Sólo que, en aquel caso, el renovado fracaso no se hizo evidente de inmediato. El inmenso país continuó vegetando e involucionando durante varios lustros más. Hasta que, hacia finales del decenio de los ochenta, los fracasados intentos reformistas de Mijaíl Gorbachov y el reto que significó la “Guerra de las Galaxias” planteada por la Administración Reagan, desembocaron en la extinción del inviable sistema.
También en Cuba este experimento castrista de la “municipalización” terminará en un nuevo fracaso. Y parece razonable pensar que será muchísimo menor el tiempo que deberemos esperar para que esto quede esclarecido y para que el pueblo logre el cambio de sistema que nuestra Patria necesita desesperadamente.
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