LA HABANA, Cuba. – Jóvenes cuentapropistas y científicos pueden traer progresos al país, pero… ¿por qué la mayoría de los cubanos no tienen las mismas oportunidades? Sucede que los estancos han imposibilitado el avance de la Isla.
Transcurridos 41 días desde la detección del primer caso de coronavirus en Cuba, se incrementa la angustia individual. Vida, enfermedad y muerte pugnan con la incertidumbre sobre el futuro.
Las informaciones sobre el aumento de nuevos casos, el pico de contagios anunciado para mediados de mayo, Miguel Díaz-Canel reconociendo que no hay productos alimenticios y de aseo suficientes para evitar las colas, los llamados a ahorrar electricidad para sortear los apagones, y las consecuencias económicas de la pandemia convierten el confinamiento hogareño en una realidad exasperante.
Entonces, hay que desconectar. La lectura, la escritura, la música, la televisión, las conversaciones telefónicas, las redes sociales (para quien tenga acceso) y los juegos de mesa son los mejores bálsamos. Los lugares del hogar más preteridos durante largo tiempo ahora son desempolvados gracias al afán de limpieza renacido por el miedo a enfermar, aunque el contagio del virus ocurra fundamentalmente de persona contagiada a persona sana.
Las comparecencias de los científicos en la televisión estatal demuestran que en Cuba ellos tienen algunas posibilidades de desarrollo, puesto que los políticos no pueden imponerles cómo hacer un experimento, los necesitan para divulgar los éxitos del socialismo y vender medicamentos y servicios. Afortunadamente, en esferas tan importantes para la vida humana, esos talentosos profesionales se esfuerzan ahora para aplicar tratamientos y lograr medicamentos que frenen la pandemia del nuevo coronavirus.
Ellos han podido estudiar en centros avanzados y relacionarse con los más relevantes científicos de Estados Unidos, Europa y otras partes del mundo durante decenios. El Gobierno les consulta y escucha sus opiniones. Posiblemente no todo sea color de rosa: sus salarios deben ser bajos en relación con su nivel profesional.
El joven Abel Bojuelos es un cuentapropista directivo del Grupo de Fabricación Digital, que compareció en el programa oficialista Mesa Redonda este 23 de abril, junto al doctor Mitchell Valdés, director general del Centro de Neurociencia para detallar la elaboración mediante impresión 3D de protectores faciales y otros aditamentos para el personal médico que atiende a los enfermos de COVID-19.
Con sus modestos equipos, este músico graduado del Conservatorio Alejandro García Caturla y diseñador autodidacta ha sostenido la colaboración durante varios años con los centros científicos, empresas estatales y otros cuentapropistas. Ahora, en coordinación con sus homólogos en otras provincias cubanas y miembros de una red de entusiastas elaboradores de artículos deficitarios para proteger al personal de la salud en España, Estados Unidos y otros países, ha elaborado medios de protección con sus escasos materiales y luego con las materias primas suministradas por el Ministerio de Industrias y otras entidades, según explicó Bojuelos.
Las posibilidades abiertas a algunos cuentapropistas, artistas y escritores tendrían que permitirse a todos los sectores y profesiones de la sociedad cubana, con especial énfasis a los agricultores. Los resultados obtenidos en las pocas actividades permitidas por el régimen de La Habana ―obligado por la necesidad― demuestran que los cubanos pueden volver a ser exitosos y contribuir al desarrollo de su país.
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