VILLA CLARA, Cuba. – Duniesky Rodríguez recuerda que hace años, cuando trabajaba de lleno como taxista interprovincial, hubo más de tres “boteros” desaparecidos en la autopista nacional. “No supo más de ellos, ni de sus carros, ni sus huesos han encontrado hasta hoy”, narra el muchacho. “Cuando había buquenques en la terminal, tomábamos la precaución de dejarles por fotos, o bien anotados, el número de carné de identidad de las personas que montabas. Cuando llegabas a La Habana, sobre todo, tenías que llamar al tipo para dar el parte que estabas bien”.
El término “buquenque” en Cuba es utilizado en la jerga popular para denominar a aquellos personajes que se dedican, como intermediarios, a gestionar cualquier asunto entre el cliente y el propietario. Aunque el diccionario lo define como un individuo alcahuete o que facilita una relación amorosa, generalmente, se emplea con mayor frecuencia entre los transportistas privados y está autorizado, incluso, como un trabajo por cuenta propia. Por otra parte, la palabra “botero” fue reconocida por la Real Academia de la Lengua Española como “automóvil de alquiler o particular que botea”, a pesar de que el vocablo ha sido personificado en la isla a la figura del conductor.
Cuando aún no existía el trabajo por cuenta propia, los propietarios de autos fueron sindicalizados en la Asociación Nacional de Choferes de Alquiler Revolucionarios (ANCHAR). Durante décadas, el oficio de taxista privado ha sido preterido y discriminado en Cuba por el propio gobierno, que los ha tildado, en varias ocasiones, de oportunistas o proclives al negocio y la corrupción. Sin embargo, los boteros cubanos se exponen a diario a peligros tales como accidentes, robos y son víctimas del mal estado de las carreteras, de la propia policía o bien de las carencias de combustible o piezas de repuesto para mantener su negocio.
“Este cuento me pasó y es totalmente cierto”, prosigue Duniesky. “Una vez, cuando regresaba de La Habana a Santa Clara, en el kilómetro 97, de madrugada, vi una sombra en el contén de la autopista. Era un hombre que había lanzado una manada de puerquitos casi recién nacidos para que yo tuviera que parar el carro. Como me conocía todas las patrañas de la gente que acostumbraba a robar en la carretera, metí un corte rapidísimo y seguí por la otra senda. Por el retrovisor vi a unos cuantos tipos más. Si me hubiera parado, ahí mismo me asaltaban”.
De acuerdo con las historias narradas por otros boteros de Santa Clara, a principios de los años 2000, existió una banda matancera que solía utilizar a mujeres y niños pequeños para asaltar a los taxistas en pleno viaje. “La mujer se sentaba detrás del chofer y trataba de ahorcarlo. Nadie sospechaba de ellos, porque iban con un niño en brazos y con maletas”, recuerdan algunos de los entrevistados.
“Allá por el 2008 o 2010, en el tramo del aeropuerto hasta la autopista te asaltaban ahí mismo”, rememora Ricky González, otro taxista particular. “Antes, las chapas decían de qué provincia eras. Los propios delincuentes te vigilaban cuando montabas extranjeros o gente con muchas maletas y ponían de todo en el pavimento, púas, tablas con puntillas, lo que fuera. Algunos no mataban, pero te lo llevaban todo”.
El mal estado de las carreteras en Cuba, sobre todo, el gran deterioro de la autopista nacional y la falta de iluminación, también propiciaba el vandalismo y los asaltos constantes en plena madrugada. “Los que hacían eso, conocían cada hueco, cada bache, sin contar que, cada vez que uno hacía un viaje largo, tenías que ponerle algo nuevo al carro, porque siempre algo se te estropeaba”.
Piezas, “puntos”, tope de precios
Según los propios boteros entrevistados, el auto que más abunda en Cuba para estos fines proviene de la marca Peugeot, de diferentes modelos, y que emplean el petróleo como combustible. “Los motores de estos carros son los mismos. Esas piezas las traen de Francia y cuestan muchísimo en el mercado negro. Por eso, son los precios que uno tiene que poner para ganarse algo. La gente nos critica, pero no saben lo que uno tiene que pasar”, argumenta Raudel Medina, un taxista que dice ser graduado de nivel superior.
“Nadie tiene un carro de hoy para mañana”, insiste. “Los boteros son los médicos que se ganaron un carro, el ingeniero, el que trabajaba en la caña en los años ochenta y tiene un Lada. No somos una basura, somos los que pudimos obtener la cartica aquella famosa para comprarnos esto”.
La única tienda que dispone el estado para la compra de piezas de repuesto pertenece a la firma comercializadora SASA, donde los productos alcanzan mayores precios que los del propio mercado negro en Cuba. Raudel especifica, por ejemplo, que un filtro de petróleo necesita un cambio semanal. Esta pieza, consistente en un pedazo de papel cuesta allí cerca de 25 CUC, mientras que, por la izquierda, se puede encontrar a solo 15. “Tampoco te venden gomas, ni nada, todo hay conseguirlo inventando, porque, muchos de los que vendían eso en la calle, les cerraron el negocio. Dijeron que no tenían permiso. Ahora uno tiene que comprárselas a la gente que viaja, que se la juega para pasarlas por la aduana”.
Por otra parte, otro de los reclamos de trabajadores particulares del sector automotriz en Cuba es el constante vaivén con el abastecimiento de combustible en algunos SERVI Cupet dentro de las ciudades y hasta en la propia autopista nacional. Con el tope de precios y las recientes regulaciones, están obligados a adquirir el petróleo y la gasolina solamente en estos establecimientos estatales, y llevar consigo el vale de la compra para evitar multas y la retirada de la licencia. Solamente, por cargar con 5 litros de petróleo no justificado, pueden penalizar al taxista con 8 años de privación de libertad, según han escuchado ellos mismos.
“Las guaguas están perdías y la gente tiene que morir con el particular”, opina uno de los boteros de la piquera de la terminal interprovincial”. El botero trabaja muchas veces para tres: para el dueño del carro o la motoneta, al que hay que pagarle por el alquiler, para comprar el combustible, y para él mismo ganarse algo. Son 50 o 60 litros hasta La Habana, a peso cada uno. Cuando vienes a ver, con un viaje te quedas solo con 20 CUC, jugándote la vida y la licencia. Al final, nosotros cobramos menos que los taxis estatales, que un viaje completo sale a 206 CUC, el de nosotros, nada más a 80 o 120 hasta el aeropuerto. A la gente que va para los municipios no les conviene ese tope de precios que pusieron, por eso, prefieren hacer huelga y quedarse en sus casas. Uno es un humano también, con familia que mantener a picadillo y perro caliente”.
La patente para ejercer el oficio de taxista particular en Cuba alcanza el costo de 720 pesos en Moneda Nacional, pero a estos choferes no se les permite la entrada a los hoteles pertenecientes al Ministerio de Turismo en Varadero. Para ello, deben acogerse a una patente especial por el monto aproximado de 600 CUC. Solamente, los taxis amarillos, pertenecientes a la agencia estatal están autorizados a trasladar extranjeros hasta la puerta de estos resorts.
Entre las preocupaciones más acuciantes de los boteros en Cuba está la retirada de la licencia por causas tan arbitrarias como el “mal estacionamiento”. A cada chofer se le asignan 36 puntos como anuencia para ejercer su trabajo. Sin embargo, solamente por parquear el auto en un sitio inadecuado, pueden perder casi la mitad de este puntaje. Una ciudad como Santa Clara carece, en gran medida, de zonas autorizadas para el parqueo de estos cuentapropistas.
“Si llegas al límite tienes que volverte a examinar para que te den nuevamente la licencia, el teórico y el práctico”, detalla Ricky González. “Si lo desapruebas, te puedes meter en eso hasta dos años. Así no hay quien se dedique a botear. Es una lucha constante con la policía, para que no te multen por gusto. Nosotros, ahora mismo, somos los que estamos resolviendo el problema del transporte, creándonos muchos a nosotros mismos”.
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