LA HABANA, Cuba. – El pasado sábado en la emisión estelar del noticiero, la periodista Talía González, muy seria, dedicó todo un reportaje al patético plan de acción denominado “guerra de todo el pueblo”, según el cual cada cubano tendría una tarea y un lugar asignados para hacer frente a una hipotética invasión enemiga.
Mi suegra reaccionó al reporte con carcajadas, preguntándose qué pueblo responderá al llamado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) si llegara a materializarse esa agresión que tan sospechosamente el noticiero ha vuelto a poner sobre la mesa. “Cuando veas las bardas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo”, parece ser la filosofía del régimen monitoreando la situación en Venezuela, que cada día se complica más.
Todo parece indicar que Guaidó ha decidido finalmente dar los pasos necesarios para viabilizar la intervención en el país petrolero. Mientras, algunos analistas opinan que el apoyo a dicha acción militar podría asegurarle al impopular Trump el voto hispano en la Florida. Maduro, por su parte, teme un golpe de estado de su círculo cercano. Así que se niega a salir de Miraflores incluso para acudir a citas de importancia mayor.
El panorama es preocupante para la dictadura cubana, que ve todas sus opciones irse por el caño entre las sanciones impuestas por la Casa Blanca y el desastre que el socialismo del siglo XXI ha provocado en Venezuela. Al igual que en otros momentos de la historia de Cuba posterior a 1959, ha echado mano a expedientes arteros, como exagerar la capacidad de daño del “enemigo histórico” y promover la paranoia entre los ciudadanos. Así ocurrió durante la Crisis de los Misiles, si bien en aquella época la amenaza de una invasión y una guerra nuclear fueron muy reales.
Precisamente de la prueba de fuerza sobre Cuba que entonces sostuvieron Estados Unidos y la extinta Unión Soviética, salió la promesa norteamericana de jamás invadir la Isla. Un acuerdo que hasta hoy se mantiene y nada indica que existan razones urgentes ni prácticas para violarlo. El simulacro televisado de la guerra de todo el pueblo es otro ardid del régimen que no ha levantado la menor inquietud, pero sí muchas bromas.
Según datos de la estatal Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), la población cubana menor de quince años ocupa casi el mismo por ciento (15.89%) que la que supera los 64 años (15.21%). Es decir, más del 30% del pueblo que se piensa llamar a la guerra tendrá un rendimiento pobre o nulo. En el otro 68% que engloba a personas de entre 15 y 64 años, dato que apunta más a maquillar el estado de la fuerza laboral activa que a deducir en números la potencial carne de cañón, también figuran adultos mayores, discapacitados, enfermos mentales e indigentes. Para rematar, la juventud que podría ser útil se halla más concentrada en emigrar o evitar el Servicio Militar con sobornos, que en brindar algún aporte a la Patria.
Mi suegra, muerta de risa, se ve ya junto a otros coetáneos atrincherada en el asilo, con la “coyuntura” del hombro adolorida a causa del retroceso por los disparos de fusil; o a los viejos en su demencia, matándose por error entre ellos. Su sentido del humor fue contagioso, pero más lo fue la determinación de otras madres en el barrio. Estas no van a ofrecer a sus hijos como escudo de un ejército que jamás ha combatido en seis décadas y se ha alimentado mejor que el resto de los cubanos.
La guerra de todo el pueblo deberá ser solo para los militares, si les queda alguna moral. Ellos, que se retiran con cuarenta años y una jugosa pensión, que comen carne mientras el pueblo se despedaza por comprar salchichas, que andan en motores mientras la gente se atropella en el transporte público, que pueden financiar a plazos los electrodomésticos imprescindibles para el hogar mientras los cubanos tienen que renunciar a tantas cosas para comprar una miserable lavadora.
Esos son los que deben colocarse a tiro de metralla. A fin de cuentas han engordado bastante durante sesenta años. Han disfrutado de las gratuidades y cumplido misiones en el extranjero que les garantizan una calidad de vida muy superior a la de los sacrificados trabajadores de este país. Ellos sí están en deuda con la Revolución, porque han llenado sus barrigas a costa de las privaciones y represión que ha sufrido el pueblo cubano.
Y con ellos imagino que estarán, también en primera fila, Talía González; Rafael Serrano; Randy y Aileen de la Mesa Redonda; Amaury Pérez; Gente de Zona; los guatacones de Mariela Castro; los religiosos que invocaron palabras de Fidel para impedir la aprobación del matrimonio igualitario; el tartufo Fernando Echevarría, que en trance bélico seguro estará dispuesto a entenderse con quien sea; y toda la claque que en tiempos de paz ha aplaudido histéricamente el yugo del totalitarismo sobre ciudadanos indefensos.
Los cubanos saben bien quiénes han sacado mayor provecho de esta mentira. La mayoría, ante una invasión, preferirá lanzarse al mar que sostener con sus propias vidas la gloria inmerecida de sus verdugos.
Recibe la información de Cubanet en tu teléfono a través de Telegram o WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +1 (786) 498 0236 y suscríbete a nuestro Boletín dando click aquí.