GUANTÁNAMO, Cuba. – La visión que existe sobre nuestra patria puede analizarse desde estos cuatro grupos esenciales, sin desdeñar la existencia de otros: 1) La que tenemos los de Cuba adentro; 2) la que tienen los cubanos del exilio; 3) la que tienen muchos visitantes; y 4) la de la prensa oficialista.
La Cuba de adentro
No es un conjunto político social homogéneo -nunca lo fue- como en múltiples ocasiones los dirigentes castristas han intentado hacer creer al hablar de la supuesta “unidad monolítica del pueblo alrededor del partido comunista y la dirección histórica del país”, presupuesto teórico que sólo existe en sus elucubraciones.
Es un espacio de carencias de toda índole, donde la búsqueda de alimentos, insumos y servicios esenciales deviene en ejercicio agónico; también el proveedor de una emigración interminable que fortalece a los mandantes. En él se aprecia un deterioro cívico, cultural, educativo y social extraordinario, donde el relativismo moral y el pragmatismo simulador impuesto por un sistema de subsistencia se yerguen como brújulas cotidianas.
Sea por el paso de seis décadas bajo el control de una férrea dictadura de partido único o por el impacto creciente de la probada ineficacia económica del modelo castrista, que la ha sumido en una permanente crisis y ha coartado de raíz el noble sueño del mejoramiento humano, esta Cuba, políticamente, es muy distinta a la de hace veinte años.
A pesar de que en ella subsisten actitudes que inevitablemente desestimulan, hay una reserva cívica cuyos resortes corresponde activar a la oposición pacífica y a todos los cubanos realmente comprometidos con el futuro democrático que merecemos. Es cierto que no se avanza al ritmo deseado, pero se avanza.
Me niego a aceptar que vivo en un país de cobardes, porque afirmaciones como esa obvian nuestra historia, las omnipresentes resonancias de la represión y desacreditan a nuestro pueblo. Quienes las profesan lo hacen desde una posición que no les ha otorgado nadie. Es mejor hacer cada día más por el bien de la patria que herir a otros injustificadamente.
La Cuba de afuera
El castrismo no ha publicado los datos sobre la emigración cubana a partir de 1959. De hacerlo, quedaría demostrado que Cuba ocupa uno de los primeros lugares en la emigración mundial.
Antes de 1959 también hubo emigrantes. Artistas, escritores, deportistas y otras muchas personas salieron en busca de mejores horizontes económicos partieron hacia Europa y los EEUU. La diferencia estriba en que esa emigración jamás alcanzó la magnitud de la actual.
Con el arribo de Fidel Castro al poder, un exilio político donde hubo –y todavía hay- de todo, tuvo que enfrentar la enorme responsabilidad y dificultades de los adelantados. Después de la primera oleada de batistianos y de personas decentes que salieron del país por marcadas razones políticas, el número de cubanos en el extranjero ha ido aumentando sostenidamente. Algunos afirman que son casi tres millones. No en balde el castrismo sigue limitando su derecho a participar en la toma de decisiones trascendentales para el país.
No carente de defectos, repetidor de estereotipos, este conglomerado de compatriotas ha sabido conservar fielmente tradiciones abolidas de un plumazo por el régimen, y también, esa parte de nuestra historia que no cuenta el castrismo. Y lo que es más importante, ha mantenido su fe en que la libertad y el progreso retornarán algún día a la patria. En ese momento será un referente inapreciable.
La Cuba que conocen muchos de los visitantes
Este es el país portátil que gobernantes de otros países, dirigentes de organizaciones internacionales y de una izquierda trasnochada, que remeda el actuar de los tres monos sabios, se llevan en sus cámaras fotográficas. Como regla califican de éxitos insoslayables todos los experimentos cubanos.
En este grupo incluyo a los extranjeros que imaginan a Cuba como una inmensa postal turística.
Muchas de estas personas atraviesan el país de un extremo a otro, incluso varias veces, pero jamás llegan a conocerlo, pues la única información que asimilan es la que les ofrecen las autoridades o la que captan detrás de los cristales oscuros de sus vehículos refrigerados, o en los predios turísticos que les venden, como la imagen del Che sobre un pulóver, o sobre la bandera de la Patria, una blasfemia perpetrada únicamente por los comunistas.
La Cuba de la prensa oficialista
Es una prensa que no da seguimiento a numerosos planes económicos previamente presentados como exitosos, ni a la vida muelle de altos dirigentes que instan a la austeridad mientras ellos y sus hijos viven como burgueses. Las producciones que nunca se aprecian en el mercado y los logros sociales que -siendo visibles en otras latitudes- se presentan como méritos exclusivos del castrismo.
Quien la investigue se extrañaría de que en Cuba no hay muertes violentas ni violaciones a los derechos humanos, que la policía jamás ha maltratado a un detenido y que crímenes horrendos como la matanza del Río Canímar o el hundimiento del transbordador 13 de marzo nunca han sido abordados en reportajes investigativos.
Es una prensa que obvia la otredad, por eso ese investigador tampoco se enterará de los abusos que los órganos represivos del Estado cometen contra los ciudadanos, que en 60 años de dictadura han carecido de la posibilidad de demandarlo ante los tribunales. Constatará que en ese lapso jamás ha hecho una crítica a los reiterados errores de los mandantes. En fin, una prensa que no tiene nada de revolucionaria.
Quizás el mejor ejemplo de ese estilo periodístico sea el siguiente cuento popular: Un señor con conducta agresiva fue llevado por su hija ante un psiquiatra y le refirió que pensaba que la causa era que su padre leía muchas noticias sobre las calamidades del mundo en el Granma y el Juventud Rebelde. Luego de la consulta el médico dijo a la mujer: Cumpla rigurosamente el tratamiento y, por favor, déjele leer sólo las noticias nacionales.