LA HABANA, Cuba. – Desde el mes de enero, el 2018 abrió con raros auspicios. La Letra del Año, emitida por la Asociación Yoruba de Cuba, levantó una fuerte polémica entre sacerdotes de Ifá por lo que muchos consideraron un sospechoso llamado a la obediencia, justo a las puertas de la transición.
El traspaso del poder político de Raúl Castro a Miguel Díaz-Canel Bermúdez, conjuntamente con la Reforma Constitucional, fueron los dos grandes acontecimientos en la política interna. La generación histórica pasó a dirigir desde las sombras, el escaño presidencial fue ocupado por esa clase de gobernante que los libros de Historia de Cuba califican como “títeres” y la Carta Magna, incólume desde 1976, fue revisada íntegramente para insertar algunos cambios importantes, mas no radicales.
Mientras la Ley Suprema corroboró el carácter “irrevocable” del socialismo cubano, y con ello la perpetua sujeción del pueblo a la voluntad de quienes llevan gobernando seis décadas, el intento por reconocer legalmente el matrimonio igualitario provocó un cisma social en el que mucho influyó el activismo impulsado por diversas denominaciones religiosas en la Isla. La campaña homofóbica terminó por diferir el artículo 68, con la promesa de Mariela Castro de mantener en la Constitución la figura legal que beneficiaría al colectivo LGBTI, y que será sometida a referéndum independiente dentro de dos años.
En la otra esquina caliente estuvo el grupo de artistas que realizó la 00 Bienal, firmaron el Manifiesto de San Isidro y protestaron activamente contra el Decreto 349, un apéndice que ha motivado el repudio de casi toda la comunidad artística cubana, dentro y fuera de la Isla. Sorpresivamente, la campaña ha obligado a poner el decreto en moratoria, una decisión que no habla en favor de la buena fe del Ministerio de Cultura; pero sí constituye una respuesta inédita por parte de un régimen acostumbrado a dictar y ejecutar de forma unilateral.
En el plano social, el paquete de medidas emitidas por el gobierno para controlar al sector privado terminó convirtiéndose en un polvorín. Las reacciones de los trabajadores por cuenta propia, en especial arrendadores de viviendas y choferes de taxis particulares, obligaron a una renegociación cuyos resultados no han sido del todo provechosos; pero al menos un importante segmento de la sociedad ha empezado a cultivar el hábito de protestar, aunque sea tímidamente y desde sus casas.
La tragedia asomó en el mes de mayo, con la caída del avión Boeing 737 que transportaba 112 personas de La Habana a Holguín. Solo hubo una sobreviviente del siniestro que pasó a la historia como un suceso lamentable, acompañado de un profundo luto nacional y cero indemnizaciones para las familias de los fallecidos.
En la arena internacional, las medidas de Donald Trump hacia la Isla se han conjugado con el debilitamiento de las fuerzas de izquierda en la región, el repunte de los partidos de derecha y el desprestigio del gobierno cubano por su apoyo a las dictaduras de Venezuela y Nicaragua. Aunque el triunfo democrático de Andrés Manuel López Obrador en México pudiera representar un apoyo para la presidencia de Miguel Díaz-Canel, el exgobernador del DF no parece inclinarse hacia el llamado “socialismo del siglo XXI”, una corriente que ha hecho colapsar las que antaño eran prósperas economías en el continente americano.
Todos los vientos han soplado en contra para Cuba. El crecimiento económico del 2% previsto para 2018 quedó en un discreto 1,1%, con el golpe de gracia asestado por el cese del programa “Más Médicos”, que no solo terminó abruptamente con un negocio multimillonario para el régimen, sino que dañó la cuidada imagen internacional de la medicina cubana.
El flujo de turismo se comportó inestable, la crisis de la vivienda se vio agravada por la falta de materiales de construcción y la escasez de alimentos ha afectado a trabajadores tanto estatales como privados, agudizándose de manera notable en los meses de noviembre y diciembre. Como premio de consuelo, no obstante, ha llegado la señal 3G a los celulares; un servicio caro y todavía deficitario, pero que representa mayor acceso a la información.
La carestía se ha hecho general con la falta de harina de trigo, leche y huevos; de modo que la gente compra lo que encuentra porque teme al proverbial desabastecimiento de enero. No es de extrañar que todos los entrevistados por CubaNet coincidan en que fue un año pésimo, y no vean indicios de que el venidero 2019 sea mejor.
Si algún síntoma positivo tuvo 2018 fue el creciente estado de opinión que desde las redes sociales y foros digitales ha animado a un segmento de la ciudadanía a participar de forma más activa. Aunque la polémica estuvo enfocada hacia temas específicos, no puede hablarse de silencio absoluto ante la línea dura de un régimen que pretende seguir administrando el país como un feudo, e incluso implementar métodos de censura típicos de la década de 1970.
La represión sobre quienes se opusieron desde las calles al Decreto 349, las regulaciones contra el sector privado y el rumor sobre la posible demolición del cine Payret para construir en su lugar un hotel de lujo, provocaron fuertes reacciones en un pueblo que deberá acostumbrarse a opinar, defender, discrepar y denunciar si no quiere dejar el país en manos de los que hoy construyen su propio emporio capitalista tras una débil fachada de justicia e igualdad social.