GUANTÁNAMO, Cuba.- Uno de los aspectos más polémicos del Proyecto de Constitución cubano que se somete a discusión popular en estos momentos aparece en el párrafo 192, artículo 68. Me refiero a la modificación del concepto de matrimonio regulado en el artículo 43 de la Constitución vigente y en el 2 del Código de la Familia.
Si hasta ahora ambos instrumentos jurídicos consideran al matrimonio -institución ancestral, pre-jurídica y casi sagrada para muchas culturas- como “la unión voluntariamente concertada entre un hombre y una mujer con aptitud legal para ello”, el Proyecto introduce la novedad de que la institución “es la unión voluntariamente concertada entre dos personas con aptitud legal para ello, a fin de hacer vida en común”.
Se sabía que esa propuesta iba a ser muy polémica atendiendo a la naturaleza machista de la sociedad cubana. Se trata, además, de algo que, de ser aprobado, provocará numerosos problemas jurídicos, lo cual merece un análisis aparte. ¿Los redactores del Proyecto desconocen la tradición histórica y cultural de los cubanos en cuanto al asunto? ¿Se pensó en los efectos jurídicos que puede provocar el matrimonio gay? ¿No hay otra posibilidad legal de resolver este problema? Y, sobre todo, ¿no estaremos realmente en presencia de una componenda?
Algunas consideraciones sobre el caso
Lo primero que debemos tener en cuenta al analizar esta situación es que el mundo avanza y su desarrollo incide en todas las instituciones humanas, incluida la familia.
El homosexualismo ha existido siempre y discriminar a un ser humano por su orientación sexual es indigno. Al menos debemos aplaudir que el castrismo parece haber abandonado para siempre sus prácticas discriminatorias contra los homosexuales. Quizás debamos esperar 42 años más para que también lo haga con la discriminación política, la más indigna de todas.
Avanzar en la comprensión de este problema no es fácil para sociedades como la cubana, marcada por un machismo prepotente, pero no sería honesto desconocer que principios morales edificados por siglos y que continúan demostrando su validez, reciben el empuje de una ola de relativismo moral que sacude al mundo, potencia el egocentrismo extremo y tiende a subvertir a todos los valores. Al paso que vamos no me sorprendería que en algunos años alguien pida que se legalice el matrimonio entre hermanos o que sea lícito tener relaciones sexuales con sus progenitores.
No considero inmoral que dos personas del mismo sexo decidan compartir sus vidas, ayudarse cotidianamente, acompañarse fiel y establemente. Si ello no causa daño a nadie no existe ningún motivo para discriminarlos. Pero de ahí a que se afirme -como he escuchado en algún que otro debate publicado por los medios oficialistas- que no aceptar esta modificación del concepto tradicional del matrimonio es una discriminación contra esas personas, hay un trecho muy largo.
Realmente no es necesario que para darle amparo jurídico a esas uniones consensuales haya que considerarlas un matrimonio. En Cuba -a pesar de los prejuicios- ya existen muchos homosexuales viviendo como pareja y la legislación cubana les permite hacer testamento para favorecer a su compañero, y los bienes adquiridos en común pueden estar muy bien sujetos al régimen de copropiedad por cuotas, regulado en el Código Civil, por tanto, el resguardo jurídico del aspecto económico está asegurado. El aspecto o función biológica de este tipo de parejas no existe -aunque quizás la ciencia ayude a garantizarlo en el futuro-y el aspecto espiritual queda garantizado por la afinidad y fidelidad que muestren. El reconocimiento social, quizás el más importante, depende de un proceso de decantación de prejuicios en el que mucho influye la cultura de los individuos. Estas razones sugieren que no es necesario dinamitar al matrimonio -tal y como lo concebimos hoy- y que es posible crear otra institución como el Pacto Civil de Solidaridad reconocido en el Código Civil francés, que protege a este tipo de uniones.
Si la unión homosexual llega a ser reconocida como matrimonio en Cuba, uno de los efectos jurídicos inmediatos será que les estará permitido a los homosexuales adoptar menores de edad, una de las causas que ha provocado mayor rechazo en los debates. De hecho ciertas Iglesias protestantes ya han publicado numerosos carteles de protesta para que sean colocados en las puertas de las casas de sus feligreses.
Y así llego a lo que estimo el punto más interesante del asunto. Me cuesta muchísimo aceptar que quienes redactaron el Proyecto de Constitución desconozcan que estamos ante un problema que todavía no ha sido asimilado por la sociedad cubana; por tanto, un mandamiento jurídico no puede imponer ni resolver lo que primero requiere de un paulatino proceso de aceptación social.
Por eso creo que este asunto fue introducido en el Proyecto con toda intención, para que acapare la atención mayoritaria en los debates -como ha ocurrido- y el pueblo se desentienda de otros aspectos más relevantes y trascendentes como la irrevocabilidad del sistema socialista y el mantenimiento del partido comunista como la fuerza superior de la sociedad. Porque aunque los mandantes ya han advertido que eso no va a variar, el pueblo si puede solicitar la eliminación de los párrafos donde aparece ese engendro totalitario y no es lo mismo que lo hagan cientos de ciudadanos que cientos de miles.
Ninguna de las agrupaciones religiosas organizadoras de esta especie de protesta ciudadana se ha pronunciado contra la prolongación de la dictadura comunista. Con sus cartelitos y sus arengas dominicales contra el matrimonio gay lo que van a lograr es que sus fieles se desentiendan del problema fundamental que concierne y daña a todos los cubanos.
No me extrañaría que habiendo logrado ese objetivo, cuando se reúna la Asamblea Nacional del Poder Popular para redactar definitivamente el Proyecto que será sometido a referendo, los mandantes eliminen esa propuesta de modificación al concepto de matrimonio, o resuelvan el problema creando una institución con otro nombre, como hicieron los franceses.
Por eso creo que haber introducido el matrimonio gay en el Proyecto puede ser una engañifa táctica del castrismo.