LA HABANA, Cuba.- Por la misma puerta que nos abre la tecnología al mundo puede entrar el “enemigo”. Contra los gobiernos totalitarios, Internet puede ser un arma pero a la misma vez puede ser un instrumento para hacernos creer que son omnipresentes, que lo ven y lo saben todo.
En el mundo hay organizaciones, como LAVITS y la ONG chilena Datos Protegidos, que se dedican a analizar el tema porque Internet no genera nada por sí solo, siempre hay detrás alguien con intereses definidos y los cubanos no escapamos al mapa de acoso que se viene trazando en el mundo desde hace años ya.
Pese a la baja conectividad y el atraso tecnológico, es más frecuente de lo que nos imaginamos este tipo de ataque en la isla.
“Aquí hay una estructura mental que de cualquier manera les termina llegando la información, pero cuando no pueden por las vías tradicionales, o sea, la chismosa del barrio o el comité, se vuelven creativos y hacen cualquier cosa”, dice Iris Ruiz, actriz y activista por los derechos humanos en Cuba.
Ese “cualquier cosa” va de un asalto violento en una esquina y decomisos en la Aduana, hasta ataques cibernéticos dignos de la ciencia ficción, pero con consecuencias reales.
A Amaury Pacheco, fundador del grupo performático OMNI-ZonaFranca, le retuvieron la laptop en un ocasión durante un mes en el aeropuerto. Cuando se la devolvieron, “porque se hizo eco el arte y se tomaron dos caminos: el administrativo y el jurídico”, el poeta cuenta que le habían borrado información.
Pero su caso es uno de los más afortunados. A Karina Gálvez, del grupo Convivencia, cada vez que entraba por el aeropuerto le “decomisaban” cualquier tecnología que intentara ingresar al país, incluso su laptop personal.
Y no es el único modo de hacerse de la información a la fuerza. También están los actos en apariencia vandálicos como sucedió en la sede de Estado de Sats, cuando fue invadida y a los discos duros y la laptop que encontraron les echaron ácido encima.
Sin embargo, los ataques no solo van contra los activistas de los derechos humanos sino contra todo el que sea considerado un peligro potencial.
A Samuel Riera, otro artista de la plástica, cuando regresaba de una Cooperación Cultural en Venezuela, le robaron del hotel donde estaba hospedado solo el maletín en donde guardaba la laptop, los discos duros y la cámara fotográfica.
“Fue algo muy loco”, cuenta Riera, y confiesa que en el tiempo que estuvo allá en Venezuela había aprovechado para recopilar “muchísima información” a la que normalmente no se tiene acceso desde Cuba.
“No me quedé con los brazos cruzados, acusé directamente al jefe de la Misión de Cultura y ellos llegaron a decirme que había sido un autorrobo”, detalla Riera, añadiendo que el colmo del chantaje llegó cuando le dijeron que si seguía investigando se desentenderían de él y no tendría cómo regresar a Cuba.
Por esa época también estuvo circulando el caso del artista y crítico de las artes plásticas Frency, a quien le entraron a la casa mientras dormía y solo le llevaron el disco duro de su máquina de trabajo.
También está el ejemplo de Claudio Fuentes, a quien antes de que la Seguridad del Estado le llevara discos duros, laptop y cámara, intentaron asaltarlo en una esquina del Zoológico de 26, en medio de Nuevo Vedado. O los sucesos ocurridos en la sede de la consultoría Cubalex, en La Habana, cuando antes a la represión directa que sufrieron entraron en su ausencia y solo les robaron los discos duros, tomándose el trabajo “los ladrones” de cerrar las máquina, como si no hubiese pasado nada.
Diarenis, vecina de San Miguel del Padrón, quien ha sido durante años activista por los derechos de las mujeres y los afrodescendientes cuenta que su disco duro también desapareció de la sala de su casa “sin más ni más”.
“Supongo quién fue”, confiesa, no se atrevió a denunciar porque “tampoco tenía pruebas”.
En estos casos pudiera hacerse una denuncia formal o algún tipo de reclamación, aunque se sabe que nada sucederá o que ellos mismos son los perpetradores.
Sin embargo, hay otros ataques que la gente no denuncia por temor a que los acusen de “paranoicos” o “sean objeto de burla”.
Al artista plástico Luis Trápaga, quien está muy vinculado con activistas independientes, después de salir de una zona wifi descubrió que le faltaban algunos contactos con los que solía comunicarse.
“Fue una selección muy puntual: faltaba el de Berta Soler, el de algunos amigos y periodistas independientes”, cuenta. “No dije nada porque parecía una cosa de locos. No le encuentro explicación ninguna, la verdad, nada más de que me hayan entrado al teléfono mientras estaba conectado”.
Trápaga no tomó conciencia del daño hasta que tuvo necesidad de comunicarse y comenzó a “atar cabos, pero uno lo cuenta y le dicen que está loco”.
El ciberataque a Trápaga se podría incluir en el mismo grupo de los links alertando de fotos pornográficas o información comprometedora en la que supuestamente has sido incluido. En este caso, la explicación de algunos es que han sido víctimas del ataque de un virus que se dedica a robar contraseñas. Pero casualmente ese “virus” solo ataca a personas muy puntuales: artistas, periodistas y activistas.
Para quien entra solo a Facebook o a Imo para comunicarse con su familia y pedir un par de zapatos o hablar con los niños, este “virus” no existe.
A estas personas tampoco le duplican las cuentas ni reciben correos que contengan solo un link a quién sabe dónde. O no les han hecho reseñas donde incluye datos de su vida privada como ha sucedido con el líder opositor Manuel Cuesta Morúa, el activista Juan Antonio Madrazo o el periodista Maykel R. Vivero.
Ahora mismo circula la denuncia del también líder opositor Eliecer Ávila de sus cuatro identidades en Facebook y de la doble identidad que le han creado en la red social a Joanna Columbié, también de la organización Somos más.
Pero ellos tampoco han sido los únicos. Laritza Diversent, de Cubalex, ha tenido más de una cuenta creada; la invitación a seguir a la misma Berta Soler, de las Damas de Blanco, si una vez la aceptaste, te llega cada cierto tiempo con foto nueva incluida. Y más recientemente la cuenta del director de teatro Adonis Milán pareció haber sido jaqueada mientras, según el teatrista, “no tenía ni un quilo para conectarme y aunque sea cambiar la contraseña”, lo cual es, por lo general, lo que se recomienda hacer.
En el mundo entero se recomienda también evitar las redes sociales, pero en Cuba esta es una de las vías más expeditas que tienen los activistas y los periodistas para socializar denuncias e información que de otra manera fuera muy limitado su alcance.
La primera recomendación es limitar el contenido que se comparte en redes sociales.
El cambio de contraseña periódico es una de las medidas más sencillas. Según LAVITS en cuanto suceda algún ataque, por improbable que parezca, se debe hacer una captura de pantalla para que quede constancia gráfica y, automáticamente, hacer un respaldo de toda la información que pudiera ser robada y que aún se tiene en el dispositivo que ha sido jaqueado.
Otra recomendación es hacer una bitácora con la fecha, una revisión de qué se ha hecho en los últimos días que haya podido provocar el interés de cualquier atacante y que incluye hacerse preguntas como: “¿Estoy en medio de una investigación sensible?, ¿con quién me he reunido?, ¿he participado de algún acto público?, ¿qué he publicado o replicado en las redes sociales?”
La bitácora también debe incluir el impacto que causó el ataque. Todo esto para tomar conciencia y trazarse estrategias de modo que se puedan establecer patrones y modelos de amenazas.
En Cuba habría que agregar otras recomendaciones teniendo en cuenta que tanto la telefonía móvil como la salida a Internet son a través del monopolio de las comunicaciones de Etecsa.