LA HABANA, Cuba.- Para un escéptico como yo de la política y los politiqueros, existe mayor identidad cultural y compromiso ético en la guaracha Quema madera, mamá, interpretada por el grupo Juego de Manos, que en los debates donde zurdos, siniestros, izquierdos y otros militantes de “la mano equivocada”, hacen malabares ideológicos que no aportan nada a la nación cubana.
Que dos o tres ilusos, patanes y oportunistas se enfrasquen en una discusión bizantina sobre la ideología de un socialismo que no tiene otra cosa para ofrecer que promesas o migajas del capitalismo de Estado en el que flota al pairo el país, es como embalsamar con tinta roja ilegible el cadáver insepulto de una revolución que si todavía respira es de forma asistida.
El desgaste histriónico en los medios de información de quienes dicen defender el proyecto social cubano mediante una ideología que aquí tiene más parches que un espantapájaros en un maizal, es un ejercicio de hipocresía y presunción personal que ni siquiera capta el interés de los que abogan por reformas reales que beneficien en lo práctico a la población.
De nada sirve al cubano de a pie que Enrique Ubieta se desordene, finja una inútil perreta y estalle al decir que “el centrismo no es más que un disfraz de los que hoy pretenden restaurar el capitalismo en Cuba por la puerta de la cocina”, cuando en ese sitio emblemático para nuestros ciudadanos se juega el futuro familiar.
A nadie le interesa si Ubieta está en el extremo izquierdo, Iroel Sánchez en el centro o Elier Cañedo se ubica en cualquier lado de esa espuria cofradía izquierdista, si ese bla, bla, bla de cínicos ventrílocuos “intelectuales”, no se traduce en restaurar derechos y libertades que permitan a los cubanos comer, viajar, tener, opinar y expresase sin ningún tipo de limitantes
Además, si hablamos de disfraces, ¿alguien puede creer que los mofletudos rostros que aparecen en la televisión dado sus cargos y compromisos con la ideología de izquierda, cumplen con lo que expresan en cuanto a sacrificios, exigencias éticas, restricciones materiales y cívicas, si no es gracias a la buena digestión que causa vivir a la derecha?
Según el artículo “Ideas en el centro del debate”, escrito por Elier Ramírez Cañedo, lo expresado por Ubieta “desató la maquinaria de fango contra su persona. Junto a los improperios y la manipulación, aparecieron los oportunistas, resentidos y hasta conversos, esos que antes fueron defensores a ultranza del dogma y ahora se presentan como abogados de la mayor pluralidad de ideas posibles”, algo que a él le irrita.
En este desfile de máscaras, digo yo, el guirigay ideológico que se armó entre amanuenses que tiran de la misma soga, pero desde diversos nudos, no es por defender principios que pocos o ninguno suelen tener, sino por alcanzar el sitio más visible al que puede aspirar un vasallo en el carnaval de la revolución: hacer genuflexiones, dar vivas, aplaudir, bailar, contorsionarse, tocar timbales, trompetas y tambores, al ritmo de la comparsa nacional.
De ahí que no me asombre la cadena de insultos que se prodigaron estos señores de la cantaleta ideológica y la pleitesía política. Es una costumbre arraigado entre quienes se consideran a la zurda o de izquierda, contra los adversarios de turno. Quien a improperios mata, a improperios muere, camarada Ubieta, sin importar si anda por La calle del medio.
Por eso es que mi voto siempre será para quienes expresan su criterio desde la cultura. Los politiqueros cubanos que aspiran a ser parte de la izquierda caviar, al ambiguo estilo de Ignacio Ramonet y Atilio Borón, deben imitar a Juego de manos y cantar: Quema madera, mamá, Quema Madera, como exorcismo contra una ideología que no deja pensar otro país.
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