LA HABANA, Cuba, septiembre (173.203.82.38) – Casi todos los analistas coinciden en señalar las desavenencias que ya existían entre el Che Guevara y Fidel Castro cuando el primero salió de la isla a librar sus aventuras guerrilleras. Aunque pudieron presentarse disputas acerca de la política interna en Cuba como, por ejemplo, el modelo de dirección de la economía a utilizar, siempre se ha dicho que el principal motivo de discusión fue la manera de conducir la lucha revolucionaria en América Latina.
Lo cierto es que en 1964, después de su intervención en la Asamblea General de la ONU, el Che emprendió un largo recorrido por naciones de África y Asia, y en este continente hizo una escala no programada en Pekín para entrevistarse con el presidente Mao. Es muy probable que el encuentro sirviera para que los dirigentes chinos estimaran que era Guevara, y no Castro, el hombre indicado para llevar adelante el foco guerrillero en la región.
Lo anterior ha quedado confirmado tras la aparición del libro El Che quiere verte, del artista plástico argentino Ciro Roberto Bustos, el mismo que participó en 1964, junto a Jorge Ricardo Masetti, en la guerrilla de las selvas de Salta, y después acompañó al filósofo francés Regis Debray a visitar el campamento del Che en Bolivia.
Nos cuenta Bustos que en 1965, cumpliendo instrucciones que el Che le encomendara antes de iniciar su etapa guerrillera en el Congo, visitó China con vistas a evaluar el apoyo internacional que tendría un levantamiento guerrillero en cualquier país suramericano. Fue recibido por un Vicepresidente de la Asamblea Popular china, quien calificó a Fidel Castro de “un gran revisionista, cómplice del imperialismo y traidor a la revolución”. (El Che quiere verte Ediciones B. Argentina S.A. 2007, pag. 269.) Para los jerarcas chinos, evidentemente, ya el líder cubano bailaba a los acordes de la música orquestada desde Moscú.
Aunque la ruptura formal de Castro con el movimiento guerrillero latinoamericano ocurrió en 1968 cuando apoyó la invasión soviética a Checoslovaquia, es posible que, ante los tropiezos que el foquismo experimentaba, el gobernante cubano, desde mucho antes, se fuera inclinando por la variante soviética de apoyar a los partidos comunistas, en detrimento de la lucha guerrillera. Por ejemplo, el año 1966 fue funesto para el movimiento guerrillero en el subcontinente: murieron Luis de la Puente Uceda y Guillermo Lobatón en Perú, Camilo Torres en Colombia, Fabricio Ojeda en Venezuela, y Luis Augusto Turcios Lima en Guatemala.
Bustos también se refirió en su texto al modo en que los gobernantes cubanos abandonaron a su suerte a los guerrilleros en Bolivia, y a él mismo mientras estuvo en la cárcel junto a Debray tras ser capturados por el ejército boliviano. Así lo contó: “Ni ellos desde el monte, ni la base en La Paz, ni yo, podíamos avisar nada a La Habana. La Habana había colgado los auriculares y retirado la antena”.