LA HABANA, Cuba, septiembre (173.203.82.38) – En los años sesenta, en la capitalina esquina de Infanta y San Lázaro, existió un establecimiento comercial llamado La Taberna Checa, que se distinguió por la oferta de alimentos ligeros. Además, en sus portales era frecuente ver al Caballero de París, ese misterioso personaje que despertaba la curiosidad de los transeúntes
Hacia los años setenta el local se transformó en una pizzería. Eran los tiempos de las grandes colas y el sitio era uno de los pocos lugares donde los consumidores podían satisfacer sus necesidades alimentarias. En una ocasión un hombre mostró su mano encallecida como trofeo, para que le permitieran acceder al lugar sin hacer cola. Se trataba de un machetero que participaba en la zafra azucarera y se hallaba de pase en la ciudad.
También estuvo allí un restaurante vegetariano. Formaba parte de una cadena de establecimientos del mismo estilo. Sin embargo, un día desapareció, y se tiene la impresión de que el local está en reparación permanente, pues muchos tarecos y algunos materiales de construcción pueden verse amontonados a través de los cristales. No sabemos si la supuesta reparación era necesaria, o fue un pretexto para cerrarlo ante la evaporación de los vegetales.
Cruzando la calle Infanta, en la esquina de enfrente, hay otro local que también permanece cerrado. Se trata de lo que fue la librería Alma Máter de la Universidad de La Habana. En más de una oportunidad la prensa nacional se ha hecho eco de las denuncias de los vecinos de la zona debido a la proliferación de mosquitos, ratas y otros vectores en dicho lugar. Los habaneros de más edad contrastan el estado calamitoso de ese entorno con el próspero centro comercial que se levantaba allí en los años cincuenta y primera mitad de los sesenta. En ese local se encontraba la tienda Lámparas Quesada, una de las mejores de La Habana en su tipo.
En vista de que el Estado es incapaz de establecer en esos céntricos locales algún establecimiento comercial, gastronómico o de otra índole, que tenga carácter duradero y cuente con el beneplácito de la población, sería conveniente que los arrendara o traspasara a los trabajadores por cuenta propia. No dudo que una vez más la iniciativa privada sacudiría la inercia del colectivismo estatal.