MIAMI, Florida, septiembre, 173.203.82.38 -Recientemente una amiga llegada a Bengazi se sorprendió escuchar a los pobladores de la ciudad rebelde, segunda en importancia de Libia, entonando con alegría el estribillo de una canción. Poco después supo que Zanga Zanga, la sonora frase a ritmo de Remix que atrajo su atención, formaba parte de uno de los últimos discursos de Muhammad Gaddafi, donde el gobernante llama a defender la Revolución verde sacando a sus enemigos zaguán por zaguán, equivalente de la palabra árabe zanga. La imagen del dictador, su voz arengando a combatir con tenacidad, quedó ridiculizada de esta manera en el video que hoy recorre Internet.
Una pequeña nota de humor en medio de una saga cruel casi a punto de definirse en las páginas de la historia en gestación. Un cuadro que se repite en cada uno de estos personajes, azotes de sus pueblos y de la humanidad, cuando se hace inminente el desplome del poder que los sustenta. Un liderazgo forjado a base de promesas incumplidas y deslumbrantes proyectos traicionados que termina apuntalado por la violencia de las armas. Sorprende que esta cacofonía de hechos, imágenes, acciones y situaciones se reproduzca casi sin diferencias notables.
Hace varios años un reportero cubano destacado en Panamá mantuvo en vilo a los oyentes de la isla con el libreto de las hazañas del General Noriega luchando pulgada a pulgada en las montañas istmeñas contra los invasores yanquis. No tardó en saberse que la verdadera acción emprendida por el aguerrido militar consistió en disfrazarse de mujer y emprender una rápida huida para entregarse al odiado enemigo, evitando así la furia popular. El episodio real fue escamoteado por la prensa oficial cubana, que además de silenciarlo sacó del aire al notable reportero.
El hecho se repitió con el amigo Mengistu en su huida fulminante tras la orgía represiva contra sus compatriotas bajo pretexto de defender el socialismo. Igual ocurrió con el derrocado Sadan Hussein, al que la irrealidad noticiosa de Cuba puso a comandar la resistencia anti norteamericana en los arenales iraquíes, cuando realmente se ocultaba en un refugio del que salió sin ofrecer la más leve oposición, entregándose de manera humillante a sus captores. Son algunos ejemplos. Las diferencias son mínimas.
De Gaddafi aún se desconoce el paradero, pero no es incierto pronosticarlo de acuerdo al rumbo trazado por sus familiares y socios fuertes. Dejaron a sus espaldas un modo de vida comparable a los describen los cuentos de las Mil y Una Noche sin olvidar echar en sus baúles todo cuanto pudieron para sortear los azares del exilio. Aquello de resistir portal por portal, calle por calle, cuadra por cuadra, no es para ellos. Llegada la hora de la verdad es el opresor el que termina replegándose sin muchos detenimientos dejando a sus secuaces el trabajo de resistir palmo a palmo el avance de los oponentes.
Ahora se sabe incluso que el derrocado dictador fue uno de los que más colaboró con las fuerzas de inteligencia de las potencias a las que declaraba enemigos mortales. El que decía combatir al imperio neocolonial terminó tramitando con este el favor de permanecer en control para beneficio de sus ambiciones. Una novedad que casi no lo es, porque en ella han incurrido varios de los colegas antes destronados. Un acto que parece no causar mella entre los defensores a ultranza del déspota en peligro. Impasibles cierran filas con el compinche, y obviando las evidencias que ponen al descubierto la mala calaña de su naturaleza, continúan dándole apoyo solidario.
Otro detalle repetitivo del cuadro se encuentra precisamente en la terquedad de estos defensores de lo indefendible. La postura se reproduce con un apego tradicional entre un grupo que no escatima discursos y declaraciones contra las fuerzas que atacan al régimen en desgracia, como ocurre ahora con el libio, mientras esquiva condenar el asesinato masivo de personas inocentes, civiles y opositores tal como hacen las fuerzas de Gaddafi. El agravante de esa distracción es que el asesinato, las torturas, las masacres y el uso de rehenes civiles es un golpe perpetrado por el gobernante contra su propia gente.
No conformes con mantener una postura inexcusable en el caso de Libia, continúan en su porfía cuando todos los indicios apuntan al fin de otra dictadura en Siria, al extremo que el Consejo de Derechos Humanos de la ONU aprobó la investigación de crímenes dirigidos por el régimen del presidente sirio Bashar al-Assad. El gobierno cubano a través de su representante tuvo el triste privilegio de ser uno de los cuatro oponentes a esa resolución avalada por 33 votos favorables, incluyendo la mayoría de las naciones árabes.
De nuevo aparecen las denuncias de alertas hacia lo que consideran intromisión internacional en asuntos internos de otros países. Silencio sobre la arremetida con tanques, cañones y hasta barcos, bombardeando a manifestantes indefensos que solo esgrimen pancartas y lemas. El castigo de fuego contra la población de Latakia, Deraa y Sanamein es explicado por los aliados del verdugo, siempre para distorsionar, disminuir, negar o simplemente darle la razón a este. Las tumbas colectivas descritas por los refugiados que huyen de la saña del ejército y la Seguridad del Estado de Siria, simplemente no existen en la prensa cubana.
Saquen sus cuentas, si es que no lo han hecho ya en sus conciencias, aquellos que apuestan por enfocar sus arsenales militares y policiales contra pobladores que salen a las calles a exigir sus derechos de manera pacífica. La lección ya contiene varios capítulos en este apartado que se inició en Túnez, pasó a Egipto, casi concluye en Libia y ya tiene páginas avanzadas en Siria.
No obstante queda la posibilidad de evitar desenlaces similares cuando a la obstinación de los que han elegido la arbitrariedad como forma de gobernar se le enfrenta la obstinación de los que renuncian a la violencia en cualquiera de sus manifestaciones. Esos que al llamado a resistir portal por portal (Zanga Zanga) ripostan con palabras de reconciliación, ganando la libertad corazón a corazón.