LAS TUNAS, Cuba.- Las acciones ejecutivas de la administración Obama concernientes a Cuba emitidas este martes, entre otros mandatos, disponiendo la licitud de realizar depósitos u extracciones monetarias en bancos estadounidenses por parte de ciudadanos cubanos residentes en la Isla, así como para los cubanos-estadounidenses obtener salarios u otros haberes en Cuba, acaba de mostrar que, más que el embargo de Washington, el verdadero cerco para los cubanos parte de La Habana.
“En Estados Unidos todo no es Wall Street y las mega industrias, y los cubanos lo saben. Más de cincuenta años de prohibiciones nos han preparado como a pocos para subir viniendo de abajo, claro, si nos lo permitieran; pero no nos van a permitir integrar el mundo de los negocios a 90 millas de aquí, porque eso sería el resurgir de la clase media y con ella el fin del comunismo en Cuba”, dijo a este corresponsal un hombre que fuer contratista hasta la aplicación de las leyes revolucionarias de los años 60, a propósito de las medidas ejecutivas del presidente Obama.
Frank, ex profesor, ebanista y artesano aventajado, con familia en Estados Unidos, al conocer la buena nueva a través del noticiero del mediodía de Radio Martí exclamó: “Me gustaría situar mi artesanía allá; pero eso es un sueño, o mejor dicho, una pesadilla.”
Y es que el ex profesor se conoce de memoria el “contenido socialista” de la Constitución de Cuba: “El artículo 18 no da margen para la importación ni para la exportación entre particulares, el Estado dirige y controla el comercio exterior, y así… ¿Cómo tener dinero en un banco de Estados Unidos, si solamente a los del Gobierno les está permitido comerciar con los americanos?”, dice Frank.
Para que se tenga una idea de cómo funcionan las normas aduaneras en Cuba, a los cubanos, residentes en un archipiélago, por lógica viajeros marinos o con aptitudes pesqueras, sólo les está permitido –y esto previa autorización de la capitanía del puerto de residencia–, la importación, sin carácter comercial, de un motor marino que no podrá exceder de diez caballos de fuerza, lo que debe ser acreditado por su catálogo y la factura de compra. “Y cualquiera sabe de los yates que tiene esta gente (los del Gobierno)”, dijo un pescador atiborrado de papeles para legalizar un bote de madera de acaso diez pies.
“Y por supuesto, sin fines comerciales se pueden importar bicicletas, carriolas y patinetas, pero no automóviles”, dijo a este corresponsal el propietario de un viejo Chevrolet en tono de broma.
Pero quizás el ejemplo más triste del peor monopolio sufrido en tiempos modernos por los ciudadanos de un país a manos de su Gobierno, sea el de la ley cubana para la inversión extranjera.
De poco o nada sirve que la administración Obama permita a los cubanos poseer efectivo en los bancos de Estados Unidos, si cuando las empresas estadounidenses se establezcan en Cuba, estarán obligadas a pagar sus dólares al Estado, quien pagará en pesos a los empleados cubanos bajo el acápite de “Contrato de Suministro de Fuerza de Trabajo.”
Puesto que a los cubanos de a pie les está prohibido el comercio de importación y de exportación, el crear industrias o empresas; y lo máximo que pueden recibir de un empleador extranjero –que es el salario a cambio de su intelecto o de su mano de obra– lo harán a través de un intermediario, que es el Estado, difícil será encontrar en los bancos de Estados Unidos depósitos de cubanos residentes en la Isla.
De cualquier forma, las nuevas disposiciones de la administración Obama proporcionan esa alternativa para cuando llegue el día de promulgar una nueva Ley de Recuperación de Bienes Malversados: la de conocer la identidad de los depositarios de los dineros traídos de una isla bloqueada por su propio Gobierno, donde a tantos se ha destinado la condición de siervos y sólo a una pocas familias las prerrogativas de señores feudales.