LA HABANA, Cuba Las elecciones de 167 diputados para la Asamblea Nacional de Venezuela confirmaron el hartazgo de la ciudadanía con el presidente Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y sus acólitos, el 6 de diciembre. El 74,25% de la población acudió a las urnas, y con sus votos terminó la mayoría absoluta del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que solo alcanzó 46 escaños. La Mesa de la Unidad Democrática (MUD) obtuvo 99 diputados, cuando quedaron pendientes por definir 22 puestos en 7 estados y tres de las comunidades indígenas, de manera que de obtener 2 más tendrían 3/5 partes de la Asamblea, y 10 más daría las 2/3 partes equivalentes a mayoría absoluta. El chavismo no pudo escamotear la aplastante diferencia de votos, que según anunció el presidente fue del 42% para el PSUV, lo que impide continuar el gobierno por decreto del heredero de Hugo Chávez. El ejército garantizó el respeto de los resultados.
La MUD y el PSUV inician un ejercicio político desacostumbrado desde 1999, en un país política y socialmente fragmentado, económicamente destruido, con deudas, corrupción, narcotráfico, delincuencia, megaplanes imposibles de ejecutar por los bajos precios del petróleo y los compromisos de Petrocaribe y ALBA-TCP. Los diputados integrados en la MUD tendrán que cohesionarse en torno al presidente de la Asamblea y enfrentar a la nueva oposición que ha ostentado el poder absoluto durante 17 años y mantendrá los cargos de gobierno hasta las elecciones presidenciales de 2017. Entre sus nuevas posibilidades estaría convocar un plebiscito revocatorio del presidente, y han expresado el propósito de reformar la constitución. Una etapa muy compleja y peligrosa empezó, teniendo en cuenta los choques armados ocurridos hasta el presente, y la prisión de los opositores, como Leopoldo López, además de atentados y desapariciones.
Para el gobierno de Cuba la derrota chavista, sin posibilidades de recuperación, representa la pronta agudización de las inmensas dificultades económicas existentes, cuando está abocado al reemplazo inevitable de las más altas figuras del poder por razón de edad o la designación de eventuales sustitutos por fallecimiento. Raúl Castro ha procurado diversificar las fuentes de financiamiento y venta de los servicios, fundamentalmente médicos, que constituye la primera fuente de ingreso neto en divisas. La imposibilidad de compensar el peso económico de Venezuela y la carencia de ahorro obligaron a la promoción de las grandes inversiones extranjeras. Pero las limitaciones impuestas por el férreo control estatal, la burocracia, la incapacidad y la falta de confiabilidad del país, han alejado la recuperación económica y la amplia participación externa. El mejoramiento del ambiente con Estados Unidos resultaba imprescindible, a pesar de que los dirigentes cubanos insisten en sus demandan de todo o nada, para exhibir la autosuficiencia y la fortaleza de que carecen.
Las autoridades isleñas en previsión del incremento de la escapada de los médicos, antes de que se agudizara la crisis económica en Cuba por los efectos de la debacle chavista, aprovecharon la obstrucción por sus socios en Nicaragua de miles de cubanos en la frontera de Costa Rica, con pretendido destino a Estados Unidos, para restituir las regulaciones del Decreto No. 306, del 11 de octubre de 2012 relativas a las salidas al exterior por asuntos particulares de profesionales médicos a partir del 7 de diciembre. Los especialistas, mal remunerados y sin adecuado reconocimiento desde el Estado, han procurado contrataciones en instituciones públicas y privada extranjeras (prohibidas en Cuba). Los médicos, enfermeros y técnicos pierden gran porciento de sus salarios, cobrados por el gobierno que deposita una parte en los bancos cubanos, y solo pueden retirarlo al concluir la “misión”. En ese contexto, el gobierno exige a Estados Unidos la eliminación del Programa Parole para Profesionales Médicos Cubanos, establecido por la Administracion Bush en 2006, aduciendo que estimula el éxodo, cuando las causas están en la falta de libertad y la explotación. La incertidumbre sobre una futura salida al extranjero y la posibilidad de trabajar en los precarios policlínicos y consultorios, podrían incrementar el no retorno, particularmente desde Venezuela.
La población cubana preveía la nueva crisis que se avecinaba por la caída del chavismo en Venezuela. La sujeción de las autoridades al control absoluto y su incapacidad para echar adelante la economía, los bajos salarios y pensiones, los elevados precios, la eterna escasez de productos esenciales, la imposibilidad de acceso a vivienda, la renuencia a liberalizar la iniciativa privada, permitiendo pequeñas y medianas industrias, que se beneficien de las posibilidades brindadas por las medidas del presidente Obama del 17 de diciembre de 2014, y la represión incrementan la convicción de que en Cuba no alcanzarán realizarse como seres humanos. Los sucesos de Venezuela deberían provocar cambios sustanciales en la isla, pero como antes ocurrió con las elecciones en Nicaragua que desalojaron a los sandinistas, los dirigentes cubanos procurarán 50 años más de “Revolución” como exigió Fidel Castro.