LA HABANA, Cuba -Con Café sin Heydi frente al mar (Neo Club Press, 2014, 60 páginas), Víctor Domínguez nunca pensó en la trascendencia. Solo quería versificar sus sentimientos hacia la mujer que observa cada martes en la mañana. Pero es que el amor, cuando es genuino, suele elevarnos.
El poeta no escribía una metáfora desde hace tiempo. Y ahora nos deja el aroma de ese buen café que saborea en un mar de dolores curables y esperanzas.
Pese a la ausencia de su musa, Víctor nos lleva de la mano a cruzar esos abismos que van de la imaginación a la realidad. Se salva y salva a otros que tampoco han podido compartir el café con la mujer que revoletea sus sueños.
En los treinta poemas de Café sin Heydi frente al mar, el artista encuentra el lugar exacto de cada palabra y expone un conflicto que probablemente sea la motivación para otros libros. Aunque, sin excesos, en un lenguaje conversacional, Víctor hombre pide al poeta que no vuelva a cubrirse de silencios, aunque sabe que la única que puede hacerlo escribir es Heydi, desde la distancia o un sorbo de café.
Habría que preguntarle a Víctor si tras este libro Heydi se alejará de sus sueños, o volverá a imaginarla caminando sobre el mar con sus tacones altos y el jeans que resalta sus curvas.
Escriba o no, ya su musa le permitió entrar, para quedarse, en la poesía cubana
Poesía:
Te pido que hoy no toques
a mi puerta.
Llueve sobre la Plaza Vieja
un silencio de nardos.
Heydi no está:
y solo tengo el corazón
para taparme.