QUITO, Ecuador -La perdurabilidad de José Martí no solo está dada por su labor política, sino por sus enseñanzas devenidas en verdaderos códigos éticos y morales. Su muerte pondría fin a su existencia física, pero abriría el camino de su inmortalidad. Su intensa vida fue un verdadero despliegue de fuerzas encaminadas hacia la liberación de su patria. Su muerte un verdadero misterio que los cubanos de su tiempo se negaron a creer y los de ahora se siguen cuestionando, pues en hombres como el <no es verdad la muerte>.
Durante la primera mitad del siglo veinte se produjo el rescate y estudio de su obra. Figuras como: Gonzalo de Quesada, su colaborador directo y compilador de su obra, Jorge Mañach, sepultado por los marxistas cubanos, Medardo Vitier, autor de “Martí: estudio integral”, cuya no volvió a publicarse después de 1959, Luis Rodríguez Embil, el autor de “José Martí, el santo de América” y otros estudiosos del pensamiento martiano, quienes aportaron valoraciones críticas a su obra y sentaron las bases para un análisis integral de su pensamiento. En la segunda mitad del siglo la figura de José Martí siguió siendo venerada, pero esa veneración adquirió ciertos matices por el intento de limitar su pensamiento a unos cuantos aspectos de carácter político y lo peor: a la tergiversación de su enseñanza.
La absurda idea de Fidel Castro acerca de una autoría intelectual del asalto al cuartel Moncada ha sido a través de la historia de la llamada “revolución cubana” algo inadmisible. Con el ímpetu del líder del movimiento, que sostuvo la idea del Martí inspirador, se intentaba legitimar el hecho que fue un verdadero fracaso. Esta manipulación martiana constituye la cimiente de todas las tergiversaciones a través de más de cincuenta años.
En los primeros años del proceso revolucionario con el intento de eliminar la religión del pueblo cubano se dejó de enseñar el pensamiento profundamente religioso de Martí, que desde etapas muy tempranas de su vida dejó plasmado en sus obras. Se suprimía cualquier vestigio de religiosidad, era necesario predicar un Martí ateo, desprovisto de su profunda convicción religiosa, no era conveniente mostrar este lado de su rostro en una nación que su líder había declarado atea. Castro y sus seguidores no podían permitir que “el autor intelectual del Moncada” y el “inspirador de todos sus actos”, fuera un verdadero religioso, no un seguidor de la iglesia, a cuyo sistema organizativo se opuso y criticó, sino por convicción en la existencia de un orden jerárquico del Universo guiado por <Algo o Alguien>, lo que sintetizó al expresar: “el orden del Universo es el de una mente suprema trabajando silenciosa y regularmente a través de las edades”.
Los líderes de la revolución no tuvieron en cuenta que con el decursar del tiempo los cubanos buscarían y se cuestionarían pensamientos y frases martianas que contradicen lo que se les ha intentado imponer. El autor de los Versos Libres nos había dejado escrito en sus Juicios: “Todo pueblo necesita ser religioso. No solo lo es esencialmente, sino que por su propia utilidad debe serlo”.
Ya en el año 1961 Fidel Castro declaró el carácter socialista de la revolución cubana, otra manipulación del pensamiento del apóstol era necesaria. Había que presentarlo en relación con las posturas marxistas leninistas, sin embargo, Martí no fue socialista, contrariamente, había hecho críticas sobre esta tendencia:
“De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del estado. De ser esclavo de los capitalistas iría a ser esclavo de los funcionarios. (…) “en ese sistema socialista dominaría la comunidad al hombre, que a la comunidad entregaría todo su trabajo”.
No es admisible la posibilidad de presentar a José Martí relacionado con las tendencias marxistas-leninistas. En algunas de las universidades cubanas se ha llegado a establecer una “articulación del pensamiento martiano con el marxismo-leninismo”. Por el hecho de haber respetado y admirado a Marx, al que llamó <el héroe más noble y el pensador más poderoso del mundo del trabajo> no significa que sea marxista. Tal vez, por sus ideas en el terreno político y social, encontremos alguna similitud entre las doctrinas que teóricamente expusiera el pensador alemán y las enseñanzas martianas. Ambos se ponen al lado de los desposeídos, lo que reconoce Martí y expresa en su escrito dedicado a Marx: <como se puso al lado de los débiles merece honor>.
Se ha intentado explicar el hecho de que Martí no sea un socialista, a través de la idea de que no conoció estos postulados por medio de la obra de Marx. José Martí estuvo al tanto de todos los acontecimientos de su tiempo. No podemos afirmar que estudiara la obra de Marx; pero sí que tuviera referencias y revisara algunos de sus escritos u obras que se publicaron en vida de Martí. Tal vez no estuvo de acuerdo con sus planteamientos, lo que no significa que las desconociera y mucho menos al socialismo, respuesta que se pretende dar a los estudiantes universitarios cuando se cuestionan acerca de la vinculación de José Martí con las tendencias socialistas.
Un siglo después de la profecía martiana en torno al socialismo, veíamos a medio continente sucumbir en la miseria económica y espiritual a causa de un materialismo que los llevó a la pérdida de su identidad, de valores éticos, morales y patrimoniales. Cuba, otrora paradigma de grandes avances, es actualmente uno de los países más atrasados del mundo. La persecución a los fieles, la amenaza de funcionarios del gobierno hacia instituciones fraternales y asociaciones de carácter espiritual durante las primeras décadas de la revolución creó un vacío espiritual, que es perceptible en nuestros días.
Cada 28 de enero debe recordarse al “Santo de América” con una verdadera aproximación a su mensaje y sabiduría. Este aniversario de su natalicio en el contexto de ciertas circunstancias políticas y sociales ha de ser un símbolo de verdadero nacimiento para una nación necesitada de un resurgir de sus principios, de su identidad y de su soberanía.