LA HABANA, Cuba, noviembre, 173.203.82.38 -El pasado 1 de noviembre, Walter Martínez, periodista con facha de pirata que conduce el programa Dossier, de la cadena venezolana Tele-Sur; mostró imágenes de largas filas de desempleados madrileños que trataban de conseguir trabajo en una agencia de contratos laborales.
Dicho reportaje, según expuso el conductor, servía como “prototipo ilustrativo” de las consecuencias de la crisis económica que sufren países capitalistas, luego de aplicar fórmulas neoliberales.
Presentaron a un chofer desempleado, de 44 años, que permanecía sentado en un parque, muy inquieto y meditabundo, porque no consiguió una plaza vacante. Él tiene dos hijos que mantener y debe dos meses de hipoteca. “Si no pago, me pondrán de patitas en la calle”, sentenció.
Mientras, en La Habana, Vicente Amoró, de 40 años, estaba igualmente pensativo y sentado en un banco del parque Tulipán, de la barriada del Cerro, después que lo despidieron y sólo le indemnizaron con 15 dólares (el equivalente de un mes de sueldo). Como el desocupado español, Vicente se tira de los pelos porque tiene dos hijos que mantener. Pero, al contrario de aquél, ni siquiera le asiste el consuelo de poder denunciar su drama ante una cámara de televisión.
La gran paradoja es que Vicente Amoró vive en un país socialista, donde supuestamente se instauró una sociedad que responde a los intereses de obreros y campesinos, según expone la Constitución de la República, cuyo artículo 45, afirma “haber eliminado el desempleo y borrado para siempre el paro estacionario llamado ‘tiempo muerto’ ”, pues formaba parte de los rezagos capitalistas extirpados de raíz, tras el triunfo revolucionario de 1959.
El pasado miércoles 31 de octubre -según afirma Amoró-, “ardió Troya” en la cocina gigante “Amistad Cuba-Finlandia”, enclavada en el municipio Cerro, lugar donde trabajó hasta que lo dejaron cesante. Una comisión presidida por el núcleo del partido comunista, el sindicato y la administración, mencionaría los nombres del primer grupo de los 36 trabajadores (43% de la nómina de la fábrica) que serían despedidos por “reajustes de plantilla”, que es el eufemismo utilizado por el régimen para justificar las cesantías.
Tras la lectura de la lista, se produjo un estallido de violencia, con forcejeos, desafíos y gritos de “corruptos”, “ladrones”, “descarados”, “HP” y cuantas palabrotas engrosaban el repertorio de los involucrados.
Cuenta Amoró que aquella asamblea fue un festival de trapos sucios. Los trabajadores revelaban públicamente cómo el administrador (un coronel retirado del MINFAR) y sus secuaces, desvían recursos y sobornan a los auditores y oficiales del Departamento Técnico de Investigaciones (del MININT). Por su parte, la administración también acusó a los trabajadores de ladrones, manejando como supuestas pruebas los faltantes detectados en los almacenes.
Amoró hizo dos observaciones muy significativas: primera, que la totalidad de los despedidos eran negros; y segunda, que la trifulca verbal entre trabajadores y dirigentes ocurrió a pocos metros de una pared donde permanece pintada la imagen de Fidel Castro, junto al fragmento de uno de sus discursos que cita: “Revolución es no mentir jamás, ni violar principios éticos”…
Vicente Amoró (seudónimo asumido por el entrevistado, por miedo a la represión) me dijo que luchará a brazo partido hasta conseguirse un trabajo donde haya “jugada”, o sea, un empleo en el que pueda robar, para compensar los bajos salarios que paga el Estado, porque es el único modo en que puede vestir, calzar y alimentar a sus dos hijos.
A diferencia de sus colegas españoles, que ejercen la libertad de expresión y desfilan por las avenidas madrileñas, exigiéndole al gobierno reformas económicas y la creación de empleos bien remunerados, el remedio al que atina Amoró es “no señalarse”, incluso colaborar con el régimen, para lograr un puesto laboral donde tenga la posibilidad de robar; poruq ningún cubano espera poder vivir con los salarios de menos de un dólar diario que paga el Estado socialista.
Si para alcanzar tal objetivo, expresó Amoró, tiene que asistir al desfile del Primero de mayo, cargando con un cartel que pida libertad para los “cinco héroes” y que dé vivas a Fidel y Raúl, así lo hará resueltamente, aunque en su interior repudia al régimen.
Es lastimoso que Walter Martínez no venga a Cuba para documentar con sus cámaras al socialismo que tanto defiende. La pérdida de valores morales, causada por 53 años de dictadura, infecta más a nuestra “querida, única y contaminada nave espacial”, que todas las chimeneas humeantes del primer mundo.