LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -En su obra de teatro Lisístrata, Aristófanes mostraba cómo esta mujer, cansada de las guerras entre Atenas, Esparta, y otras polis griegas, lograba convencer a todas las mujeres de Grecia para que no tuvieran sexo con sus maridos o amantes hasta que éstos no firmaran la paz.
Juramentadas por Lisístrata, todas las griegas resistieron la tentación de la carne, y así lograron que sus hombres abandonaran la guerra. Al parecer, el disfrute sexual es un motivo más poderoso que el que los hombres esgrimen para pelearse u odiarse.
En Cuba, no hay antecedentes de que nuestras mujeres hayan utilizado alguna vez esta singular pero efectiva forma de luchar para poner fin a nuestras guerras o a nuestros odios. Aunque no sería una mala idea que las esposas y amantes cubanas, tanto de los hombres del gobierno como los de la oposición, siguieran el ejemplo de sus pares griegas y declararan una huelga de “piernas cerradas”, para así obligar a ambos bandos a dialogar y a poner fin a tanto odio acumulado con los años.
Pero mientras no surja una Lisístrata que las convenza a todas, nuestras féminas opositoras han optado por una confrontación directa con el gobierno. Han decidido tomar la iniciativa, y ya no para pedir su derecho al voto, sino para exigir democracia para todos.
Nuestro “sexo débil” está más fuerte que nunca, y lidera, con su organización y sus éxitos, la oposición pacífica en nuestro país. Su lucha no es más fácil ni menos peligrosa que la de los hombres. No las tratan con más delicadeza por ser mujeres. Las golpean, las asustan, las ofenden, las detienen y las encarcelan como a cualquier hombre.
Aún así luchan en diferentes frentes. Unas toman por asalto las calles, vestidas de blanco y con el símbolo de la victoria en sus manos. Exigen la libertad de sus hombres, de sus hijos, de sus hermanos y amigos.
Otras toman por asalto la Internet. Con teclados y teléfonos móviles burlan el bloqueo gubernamental de la información. Bloguean, twittean y hacen de su periodismo independiente un arma eficaz para que el mundo sepa lo que los propios cubanos no pueden saber.
Otras toman por asalto, con una pancarta, el capitolio de La Habana, y logran que el pueblo las defienda, y abuchee a sus represores. El gobierno clausura la regia escalinata. Tiene miedo de que el “capitolazo”, con toque de mujer se repita.
El “sexo fuerte” de la disidencia cubana debiera tomar nota de lo que están haciendo y cómo lo están haciendo nuestras mujeres. Debiera poner a un lado la mayoría de las cosas que los separa para sacar mejor partido de aquellas que los une.
Si nuestras féminas disidentes continúan con ese espíritu, si continúan creciendo en número y en organización, va a llegar el momento en que sus esposos sean los que van a tener que organizar una huelga de “miembros caídos” para apaciguar a estas amazonas, que ya no creen en turbas, ni en amenazas, ni en el horror de la cárcel.