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Una reflexión muy ambigua

LA HABANA, Cuba, junio, 173.203.82.38 -En los últimos días, para asombro de los lectores y televidentes cubanos, las reflexiones de Fidel Castro han destacado por su brevedad. Una de ellas versó sobre el deportista cubano Alberto Juantorena, la otra trató acerca del ex líder germano oriental Erick Honecker, y la que paso a comentar, la cual se refirió al ex dirigente chino Deng Xiaoping.

En unas escasas líneas, aparecidas en la prensa nacional el viernes 15 de junio, Castro escribió lo siguiente acerca del hombre que lideró las reformas chinas en 1978: “Presumía de hombre sabio y, sin dudas, lo era. Pero incurrió en un pequeño error. Hay que castigar a Cuba, dijo un día. Nuestro país nunca pronunció siquiera su nombre. Fue una ofensa absolutamente gratuita”.

Y sucede que los extremos son malos. Si agobiantes resultan las largas reflexiones del Comandante, esas que ocupan dos páginas de un periódico, o media hora de lectura por parte de un locutor de la televisión, desconcertantes devienen aquellas que, por su laconismo, dejan una sensación de vacío o misterio. Son muchas las personas que, tras haber leído o escuchado lo escrito por Castro sobre Deng Xiaoping, solo han atinado a expresar: “Y ahora, ¿a qué viene esto?”

Pero bueno, intentemos desentrañar la madeja. No debemos de olvidar que en la época del liderazgo de Deng, hacia la segunda mitad de los años setenta, se produjo la intervención militar de Cuba en Angola. Allí las tropas de la isla apoyaron al Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), de orientación pro soviética, a cuyo frente estaba Agostinho Neto. China, por su parte, favoreció a otros dos movimientos guerrilleros que eran rivales del MPLA: el Frente Nacional para la Liberación de Angola (FNLA), encabezado por Holden Roberto, y la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA), bajo el mando de Jonas Savimbi.

Lo anterior deterioró aún más las relaciones chino-cubanas, las cuales eran tensas desde la década del sesenta debido a desavenencias con respecto al movimiento guerrillero latinoamericano. En ese contexto hubo ataques verbales entre los dos gobiernos, y la prensa oficialista cubana la emprendió contra el país asiático, en especial contra sus principales dirigentes. Tan hondo caló el sentimiento anti chino en las autoridades cubanas, que un instituto preuniversitario en el campo ubicado en la provincia de Matanzas, nombrado República Popular China, estuvo a punto de perder su nombre.

Mas, comoquiera que el sistema totalitario que padecemos nos ha obligado a leer entre líneas para tratar de extraer la verdad en medio de tantos ocultamientos y tergiversaciones, no resulta ocioso el intentar descubrir otras intenciones en la reflexión de Castro, y sobre todo el porqué de haberla escrito en este momento, cuando las relaciones entre China y Cuba parecen atravesar por una etapa promisoria.

Si tenemos en cuenta que Deng Xiaoping representa el espíritu de las reformas económicas pro mercado en China, cualquier crítica a su figura podría interpretarse también como un desacuerdo con dichas reformas. Y si semejante crítica proviene de Fidel Castro, calificado por muchos como opuesto a que se implemente ese tipo de cambios en Cuba, ese sería un mensaje de que el líder histórico de la revolución cubana rechaza el establecimiento del modelo chino en la isla.

De todas formas, no hay dudas de que se trata de una reflexión confusa, que aporta más oscuridad que esclarecimiento. Son más accesibles las palabras que denotan la nostalgia por la era de Honecker en la antigua República Democrática Alemana, o el visto bueno para que Juantorena sustituya al Gallego Fernández al frente del Comité Olímpico Cubano.




Un aporte positivo del compañero Fidel

LA HABANA, Cuba, junio, 173.203.82.38 -El mini cuento ya existía. Pero el siempre innovador compañero Fidel inventó ahora la reflexión-twitter o mini reflexión. Es algo que mucho le agradecemos en Cuba, pues, hasta el pasado mes de mayo, sus reflexiones eran de talla extra-grande, intragables. Llegaron a abarcar dos páginas en los periódicos y 30 minutos, o más, en el noticiero de televisión.

Pero el papel y la señal de televisión son caros. Tal vez por eso que el compañero Fidel ha decidido al final de su vida realizer por fin un aporte positive a la economía nacional. Lo malo es que en sus mini-reflexiones parece dispuesto a aumentar las dosis de veneno, a la par que disminuye la palabrería.

Por ejemplo, en la dedicada a Erich Honecker hay una afirmación muy rarita. Dijo, sin más, que el comunismo había terminado en Alemania porque alguien, en Moscú, vendió su alma al diablo por unas líneas de vodka.

Recordemos que siempre se ha dicho que el comunismo es el salvador de los pueblos, y que sus garantes son el amor que las masas sienten por él y por sus geniales líderes, así como la firme ideología y los cuerpos armados y de inteligencia de los países donde sentó plaza. ¿O es qué eso no es así?

Tengo un amigo encargado de ofrecer cada día información política, tras la formación de rigor en pelotones (paramilitares), a un grupo de una de las entidades de guardianes que se dedican a la protección de establecimientos de servicio. Por lo general, en esos informes, mi amigo agrega algo de su cosecha propia.

Ha dicho cosas como esta: “Los trabajadores del banco de semen de la provincia Camagüey fueron homenajeados por haber cumplido el plan del trimestre con varios días de antelación.” O como esta otra: “El Presidente de la Cámara de Comercio de China, Choen Sapingo se encuentra en Cuba para dar a conocer una nueva variedad de arroz “.

Mi amigo asegura que nunca nadie ha reaccionado a las noticias absurdas que él transmite en esas cortas sesiones de “información política”. Pues evidentemente nadie escucha nada, a nadie le importa nada, nadie cree nada, y, por lo tanto, da lo mismo una cosa que otra.

Lo importante es aparentar que el sistema funciona, que el comunismo sirve para algo más que para esclavizar al pueblo. Entonces, esa misma conclusión es aplicable al cambio de estructura en las “reflexiones” del compañero Fidel. Ni las híper-breves de hoy ni las extremadamente largas de ayer, interesan a nadie. Pero si nos obligan a escoger, preferimos las breves, porque duran menos.

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Un esclarecimiento, quizás “no tan honesto”

LA HABANA, Cuba, junio, 173.203.82.38 -Hubo que esperar 55 años, para que Fidel Castro hiciera un esclarecimiento sobre el ataque al cuartel del Uvero, donde se demostró—según dicen— “la mayoría de edad del Ejército Rebelde”.

En sus más reciente Reflexión, titulada “Un esclarecimiento honesto”, Castro dice  que después de la conmemoración del violento combate, el pasado 28 de mayo, se vio obligado a revelar que Manuel Piñeiro, “Barbarroja”, obtuvo un alijo de armas “asociadas” al asalto a Palacio por el Directorio Revolucionario, que más tarde fueron transferidas a la Sierra Maestra a través de Frank País.

Con esas armas y las que tenían—alega el articulista—atacaron el cuartel del Uvero, motivados por un fuerte sentimiento de  solidaridad con los expedicionarios del Corinthia, dirigidos por Calixto Sánchez White, y declara que “la decisión tomada fue incorrecta”.

Creo que a estas alturas a nadie le importa que Fidel Castro cometiera un error táctico-estratégico hace más de medio siglo.  Sin embargo, la revelación del origen de las armas con las que combatió sí llama mucho la atención, pues una de las causas que propiciaron el fracaso de las acciones acontecidas el 13 de marzo de 1957, según los criterios de algunos sobrevivientes, fue la no participación de un grupo de refuerzo que apoyaría el asalto, y cabe la posibilidad de que las armas utilizadas en la operación del Uvero procedan de ese contingente que se acobardó o recibió la orden de no presentarse en el ataque.

El asalto al Palacio Presidencial, para muchos la acción más audaz del periodo revolucionario 52-59, pudo haber sido saboteado por intereses políticos.

Se exacerban las dudas, puesto que la muerte súbita de Fulgencio Batista durante el ataque hubiera eliminado los motivos por los cuales los revolucionarios emprendieron el camino de la lucha armada, supuestamente para restaurar la democracia interrumpida desde el golpe militar del 10 de marzo de 1952. De haberse concretado con éxito la accion del Directorio, comandado por José Antonio Echeverría, lo más probable es que el movimiento 26 de julio, dirigido por Fidel Castro, pasara a un segundo plano del protagonismo revolucionario.

Lo cierto es que el asalto al Palacio Presidencial, donde cayeron importantes líderes del Directorio Revolucionario, continúa siendo oscurecido por las pompas del régimen. Es notable, por ejemplo, la inexistencia de condecoraciones alegóricas al suceso.  Igualmente produjo recelos que la “Asamblea General del Poder Popular” , a propuestas del general-presidente Raúl Castro, nombrara al año 2007 como “el año 48 del triunfo de la revolución”, en vez del 50 aniversario del Asalto al Palacio Presidencial, aniversario redondo del importante hecho, que muchos consideran debió haberse recordado.  Entretanto, el memorial dedicado a los caídos en esa accion, en el cementerio de Colón, tiene la jardinería descuidada y la bandera izada en el monolito, está descolorida y deshecha.

Fidel Castro, dedicado, a tiempo completo, a narrar los hechos históricos de la lucha en la Sierra Maestra, también debería esclarecer con honestidad cómo y de dónde, “el genio tenebroso” de Barbarroja obtuvo las armas “asociadas” al asalto a Palacio.




¿Unidos por el socialismo?

LA HABANA, Cuba, mayo, 173.203.82.38 -En días pasados, Fidel Castro publicó una reflexión intitulada “El 67 aniversario de la victoria sobre el nazi fascismo”. En ese trabajo, más breve de lo acostumbrado, el ex Máximo Líder hace una apretada síntesis de creencias que resultan usuales dentro de la extrema izquierda universal.

Una de esas afirmaciones concita de modo especial mi atención. Aludiendo a la desaparecida URSS y su victoria en la guerra, el autor escribe: “La colosal hazaña era fruto del heroísmo de un conjunto de pueblos que la revolución y el socialismo habían unido”. Este dogma es uno de los más extendidos y publicitados por el “progresío” internacional, lo que, como es natural, no significa que se acerque siquiera a la realidad.

Naciones tan disímiles como la rusa, las del Cáucaso o las de cultura musulmana del Asia Central, “se unieron” muchísimo antes de “la revolución”, cuando ni siquiera se pensaba en el socialismo. Su amalgamación fue obra del viejo régimen zarista, que, en plena arrebatiña de las grandes potencias, se creó un imperio colonial que por su extensión no tenía nada que envidiarle a los de Inglaterra o Francia.

No obstante, entre aquél y éstos hubo una diferencia sustancial: Los países de Europa Occidental tenían que adquirir nuevos territorios en continentes lejanos, pues sus vecinos eran estados desarrollados cuya conquista habría sido harto difícil. La Rusia de los autócratas no, pues en sus mismas fronteras halló numerosos pueblos pequeños y débiles que fueron presa fácil.

Por consiguiente, el imperio colonial zarista gozó de continuidad territorial. Esto, unido al régimen despótico que imperaba de manera homogénea en toda su extensión (a diferencia de Inglaterra o Francia, democráticas en lo interno, pero autoritarias en ultramar), sirvió como elemento inicial para enmascarar la verdadera esencia de las relaciones establecidas entre Moscú y su periferia.

Al triunfar la Revolución de Octubre, algunos trozos del gigantesco estado ruso lograron alcanzar su independencia, pero el resto permaneció sometido al Kremlin. Poco después, una maniobra, genial en su maquiavelismo, completó el disfraz: El penúltimo día de 1922 se constituyó la URSS. Al pasar los años, se crearon nuevas repúblicas federadas y autónomas, con lo que se terminó el proceso de maquillaje.

La teoría indicaba que se trataba de un estado federal, cuyas partes integrantes, de acuerdo a la Constitución, tenían incluso el derecho a abandonar la Unión. En realidad, pocas veces se ha visto un régimen tan centralista y absorbente como ése. Esto llama más la atención si tenemos en cuenta que se trataba de un país inmenso.

Desde luego, para que el enmascaramiento mantuviese su perfección, se observaban con meticulosidad las reglas no escritas de la liturgia comunista: era siempre algún aborigen quien encabezaba las llamadas repúblicas nacionales. Lo que no admitía discusión era el control absoluto ejercido desde el Kremlin moscovita. Esas colonias tenían —pues— el carácter de verdaderos protectorados. Sucedía en ellas lo mismo que en Marruecos o Túnez, donde reinaba un monarca autóctono, pero bajo el dominio total de los franceses.

La ocultación de la verdad fue tan exitosa, que al producirse el proceso de descolonización masiva en las África y Asia de los años sesenta del pasado siglo, muchos líderes independentistas consideraron de buena fe a la URSS como su gran aliada en la lucha por la emancipación. ¿Y los ucranianos, bálticos, kazajos y uzbecos? Bien, gracias.

Durante la Perestroika se puso de manifiesto la verdadera naturaleza de la URSS como el último gran imperio colonial subsistente en el planeta. La decisión del Sóviet Supremo de Lituania para independizarse, fue desconocida de manera olímpica por la dirigencia del Kremlin, pese a que —como ya vimos— ese derecho lo reconocía la Constitución. No obstante, poco después, cuando Rusia tomó igual decisión, la Unión Soviética “se desmerengó”, como diría el propio Castro.

En cuanto al heroísmo demostrado por muchos representantes de esos pueblos sometidos durante la Segunda Guerra Mundial, no debe despertar nuestro asombro. ¿Acaso no era proverbial el arrojo que mostraban —digamos— los soldados senegaleses que servían a Francia! ¿O los moros en España; o los indios en el Ejército Británico?

Eso son meras anécdotas en el devenir de los acontecimientos humanos. Lo que sí tuvo verdadera importancia histórica universal fue la culminación del proceso de descolonización de los pueblos sojuzgados, que comenzó con la admirable Declaración de Independencia de los Estados Unidos en 1776, continuó en Nuestra América en el siglo XIX y culminó con la feliz disolución de la URSS.




El segundo mensaje de René González

LA HABANA, Cuba, octubre, 173.203.82.38 -El día 14,  una semana después de haber salido de la cárcel,  fue publicado un mensaje de René González, “al pueblo de Cuba”. Sólo dos días antes es que se habían publicado algunas imágenes de ese estadounidense integrante de la Red Avispa tras su liberación después de 13 años de prisión.

Desde el primer momento llamó la atención que de inmediato en Cuba no se hubieran publicado fotos ni nada relacionado con la imagen de González a la salida de la cárcel, más cuando se supo que la tele-emisora estatal venezolana Tele Sur, estaba en el lugar esperando que se produjera la liberación de ese oficial de la inteligencia cubana.

Luego, llegó su primer mensaje y surgió algo aun más curioso. No había en él ninguna mención a los gobernantes de Cuba. Pero eso tenía una atenuante, ellos también forman parte del pueblo -debo de estar cometiendo un sacrilegio- y no había por qué particularizarlos.

Pero este martes 18, dentro del texto de una “reflexión” de Fidel Castro, fue publicado un segundo mensaje de González, esta vez para los dos Castro.

En este segundo envío hay dos cosas que de inmediato saltan a la vista.

Una, el lenguaje. Por su enfoque y tratamiento nada tiene de diferente a los textos que, se asegura, enviaban a Stalin los soldados que estaban en el frente de batalla en inminente riesgo de morir en combate.

La otra, es que ese mensaje no parece haberlo escrito González. En el primero sale a la luz una persona simple, con un vocabulario limitado que, incluso, en un sólo párrafo emplea tres veces la palabra “realmente”. En el segundo, con sólo cuatro días de por medio, hay una metamorfosis radical en el modo en que se expresa, tan desproporcionada, que se tiene la impresión de un milagro, pues este hombre pasó de la noche a la mañana a ser casi un especialista en prosa.

En lo personal no me gusta para nada el segundo texto presuntamente enviado por González. Me parece que puede tener implicaciones más allá del contenido del mensaje. Parece un testamento político.

René González es ciudadano estadounidense por nacimiento, no es cierto que tenga doble ciudadanía. La Constitución de 1976, en el segundo inciso del artículo 32, deja bien definido que en Cuba no se admite la doble ciudadanía.

Sería bueno, si es que no lo están haciendo, que las autoridades estadounidenses se esmeren en la protección de ese hombre.

No obstante, si yo fuera René González, solicitaría de inmediato regresar a la penitenciaría a cumplir los tres años de libertad supervisada que le han impuesto. Creo que ahí es donde va a estar seguro.

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La reflexión que nos espera

LA HABANA, Cuba, mayo (173.203.82.38) – Los cubanos, que conocemos bien el paño, estamos a la espera de una Reflexión que nos anuncie el fin del mundo, a cargo de nuestro viejo e invicto líder Fidel Castro. No olvidemos que en la Sierra Maestra ya el jefe poseía un fusil con mirilla telescópica para ver más allá de su entorno. Hoy, como no deja de usar el mismo fusil, lo predice todo.

Hace algunos meses se asomó a la ventana, desvelado, en su lujosa y militarizada casa de Punto 0,  y como vio caer bombas por todo el planeta, lo escribió en su columna Reflexiones a la mañana siguiente:

-Lo dije, lo dije: ¡La guerra nuclear!

Más adelante, en la medida que todo lo presentía como buen profeta que es, comenzamos a conocer, a través de sus Reflexiones, cualquier cantidad de los muchos sustos que nos puede dar la Tierra: huracanes, terremotos, tsunamis, el calentamiento global; el demonio que nos amenace, como si realmente pudiéramos salvarnos de los cataclismos con tan sólo estar informados.

El que teme sufrir, ya sufre el temor, dice un viejo proverbio chino, y tiene razón. ¿Por qué sufrir de antemano el temor, por qué preocuparse tanto, si, como ha vaticinado nuestro Padrecito, el mundo se acabará y el ozono seguirá influyendo en el cambio climático?

Por estos días estoy a la espera de una reflexión donde Fidel nos explique con lujo de detalles las incógnitas del calendario maya, que termina el 21 de diciembre de 2012, fecha que muchos vaticinan como el último día de vida de la humanidad.

O sea, que si a nuestro Padrecito le da por repetir la tan cacareada teoría que predice el fin del mundo, según los mayas, estamos fritos.

No perdamos de vista que le gusta que sus militares, sus asalariados, sus jóvenes estudiantes, sus niños, sus jubilados, sus amas de casa, sus enfermos mentales, todos en general, sufran de temores cada día, no sólo para mantenerlos entretenidos, sino para que piensen que El es el salvador de todos.

Tal como hizo venir a La Habana en agosto del 2010 al estadounidense Alan Robock, profesor de la Universidad de Rutgers y experto en la teoría de desastres llamada  invierno nuclear, hará venir también al octogenario indígena maya Apolinario Chile Pixtun, ordenará hospedarlo en la  mejor suite del mejor hotel de La Habana, para bombardearlo con preguntas sobre la predicción.

O tal vez, como dictador todopoderoso, se comunique con  Nostradamus, para exigirle, que se deje de profecías ambigua, y le confirme si el mundo se acabará  en 2012, para poder escribir una buena Reflexión.




Culpable de todo

LA HABANA, Cuba, mayo (173.203.82.38) – Durante una larga temporada compartí mi vida con una señora a la que quise mucho. Era muy atractiva y con deseos de triunfar en la vida, pero siempre estaba dando órdenes.

Para ella, salvo raras excepciones, yo no hacía nada bien. Además, era culpable, sin ningún tipo de duda, de cualquier cosa desagradable que ocurriera. Fui culpable hasta de que se hundiera el Titanic.

Mi autoestima andaba por el subsuelo. Estuve a punto de quedar con complejo de inferioridad por los siglos de los siglos. Pero me salvaron los americanos. Un buen día me di cuenta que los gringos y yo teníamos eso en común: Estados Unidos todo lo hacía mal y era culpable de todos los problemas del universo; igual que yo.

Si le cortaban un colmillo a un elefante en Kenia, Estados Unidos era el responsable porque el serrucho empleado en la operación decía Made in USA. Si en la zona del Canal a un custodio panameño se le escapaba un disparo y hería a un civil, era debido a que los instructores militares estadounidenses no supieron preparar bien a ese guardia.

Y entonces me dije: Si la nación líder del planeta, la más poderosa, rica y avanzada del mundo, lo hace todo mal, ¿qué de malo puede haber en que yo, un simple e infeliz mortal, un átomo intrascendente, actúe igual?

Ante ese panorama razoné y concluí: ¡Al carajo los pasteles que no son de coco! Y así pude salvarme.

Lo anterior viene a colación porque en estos días me enteré de que -¡según los chinos!- Estados Unidos es un contumaz violador de los derechos humanos. Por si fuera poco, la afirmación está avalada por Fidel Castro en una de sus últimas Reflexiones, publicada en los medios de la isla que, como todos sabemos, nunca publican o dicen una mentira pequeña. Siempre van por las cosas grandes.

Claro, la oportuna “reflexión”, se produjo pocos días después de que se efectuara el VI Congreso del Partido Comunista, donde el general Raúl Castro, también reconoció que los comunistas cubanos habían estado 50 años cometiendo errores.

Eso no es extraño, durante ese medio siglo han estado atentos y vigilantes, súper concentrados en todo lo que hace Estados Unidos y en cualquier cosa –mala, por supuesto- que se diga de ese país en cualquier lugar del planeta. No han tenido tiempo de dedicarse con rigor a los asuntos domésticos que, dicho sea de paso, es para lo que se les paga.

No obstante, sería bueno, muy bueno en realidad, que pusieran en práctica dentro del territorio nacional, alguna de las recetas, aunque sea la más simple, de las que siempre están ofreciendo para mejorar la comunidad internacional y el proceder de Estados Unidos.

Aunque pensándolo bien, lo mejor sería que comenzaran a hacer las cosas mal; como hacen los americanos y los demás países que están bien. Y que se apuren, que les queda poco tiempo.

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Sensatez vs despotismo

LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – Recientemente el Dalai Lama (Tenzin Gyatso), pidió al Parlamento tibetano el inicio de una reforma democrática que le permita desligarse del poder político y garantizar a su muerte las instituciones en el exilio.

Al conmemorar el aniversario 52 de la insurrección contra China, el líder espiritual y político de Tíbet, expresó que “el gobierno de una sola persona es anacrónico e indeseable”, lo cual acredita su vocación democrática pese a encabezar un sistema aún teocrático con sede en Dharamsala, India, desde 1959.

Evoco la declaración del patriarca budista no sólo por su prestigio internacional y sus esfuerzos para solucionar pacíficamente la situación de su país, sino porque su enfoque difiere de gobernantes que en nombre de la libertad le niegan a su pueblo los derechos propios de los sistemas democráticos. Pienso en el coronel libanés Muamar el Gadafi, en el trono desde 1969, y  en el comandante Fidel Castro, auto titulado máximo líder de Cuba desde enero de 1959.

Los nombres de Gadafi y Castro resuenan en la prensa internacional. El primero por enfrentar con tanques, aviones y mercenarios a los libios sublevados contra sus desmanes. El segundo, porque apoya al primero, a pesar de estar semi retirado desde mediados de 2006, cuando traspasó sus cargos al hermano menor, quien lo consulta como al dios tutelar de la tiranía cubana.

Desde la sombra Fidel Castro actúa como una figura mediática que se inmiscuye en casi todo a través de las “reflexiones” que le escriben sus amanuenses. A diferencia del Dalai Lama, distinguido con el premio Nobel de la Paz en 1989, Castro habla de la guerra, profetiza catástrofes mundiales, aconseja a sus aliados militares y, cuando se acuerda de Cuba, propone parches para taponar los descocidos del régimen edificado a su imagen y semejanza.

Las “reflexiones” de nuestro caudillo difieren en extremo de los postulados de Dalai Lama. En sus entregas a la prensa oficial, Castro reitera la mística del disparate y glosa la metafísica de la destrucción. Es capaz de defender a ultranza a los déspotas que pierden legitimidad al reprimir a su pueblo; a veces denigra al Presidente de los Estados Unidos o al Parlamento Europeo, mientras apuesta por Hugo Chávez, los mandarines chinos, los gobernantes de Irán o los terroristas de Hamas y Hezbolá.

Dalai Lama platica sobre la paz y el respeto a la diversidad étnica, política y religiosa. En su libro, El universo en un solo átomo, vuelca su sabiduría e inquietudes científicas, mientras reflexiona acerca de la conveniencia de abrir la mente y el corazón de las personas a las conexiones entre ciencia y fe, más unidas de lo que imaginamos, a pesar de las distorsiones políticas y filosóficas.

Al contraponer la declaración del guía tibetano a la insensatez del dictador cubano, debo anotar, finalmente, cómo la dialéctica de la opresión les juega una mala pasada a los jefecillos revolucionarios que se aferran al poder. Enmascaran su diatriba populista con consignas obsesivas sobre el progreso, pero terminan como los antiguos tribunos de la plebe en Roma –con más riquezas que los patricios-, o como los comunes del parlamento inglés que maldecían a los lores.

Nada, que los Castro, como los Gadafi y otras vedetes revolucionarias son más reaccionarios que los reyes medievales, y los zares “ajusticiados” por los bolcheviques, que planearon el paraíso socialista, sacudido por sus propios constructores.




¿De nuevo en África?

LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – Desde el comienzo de la crisis en Libia, los líderes de los países que enarbolan la bandera del “socialismo del siglo XXI”, con mayor o menor desparpajo, han expresado su apoyo al tirano que desde hace más de cuatro décadas oprime al pueblo de ese Estado árabe del Norte de África.

Resulta curiosa la atracción que esos izquierdistas sienten por el pintoresco fundamentalista musulmán que ha impuesto su dominio brutal sobre el pueblo libio. Su antiamericanismo a ultranza hace que esos señores le perdonen gustosamente sus muchos otros pecados, que incluyen atroces atentados terroristas contra bares y aviones.

Daniel Ortega se ha destacado en su desenfrenado respaldo al dictador de Trípoli. En la coyuntura actual actuó con la misma irracionalidad que cuando perpetró la estupidez de convertir a Nicaragua en el único Estado que apoyó al Kremlin en su aventura de reconocer la independencia de los territorios georgianos de Osetia del Sur y Abjazia.

Otros líderes del ALBA, más taimados que el centroamericano, aunque no ocultan sus simpatías por el coronel Gaddafi, evitan apoyar directamente la brutal represión desatada contra su pueblo sublevado. Prefieren enmascarar su apoyo con expresiones de repudio a las supuestas intenciones agresivas de Occidente.

Por ejemplo, Fidel Castro, referente ideológico de toda esa izquierda carnívora, ha preferido invocar en sus “reflexiones” la presunta mezcla de verdad y mentira que hay en las informaciones sobre la lucha civil en Libia, por lo cual ha reclamado “el tiempo necesario” (que no se sabe cuál es) para no emitir un veredicto sobre ese particular.

Lo que sí da por sentado el reflexionante en jefe es el propósito de los Estados Unidos y otras potencias occidentales de desatar lo que en sus últimos trabajos él ha bautizado como “la guerra inevitable de la OTAN”, la cual, según su vaticinio de hace un par de semanas, se desataría “en cuestión de horas o en unos días”.

De la última parte de esos escritos, publicada en el diario Granma el pasado viernes, lo que más me inquieta es la innecesaria referencia que hace a la actuación de tropas cubanas, años atrás, en la República Popular de Angola. A ello, como es de suponer, se refiere en términos muy laudatorios el Comandante en Jefe.

Los párrafos de esa reflexión que aluden a aquel triste episodio de la historia de Cuba son seguidos por la oración siguiente: “Lamento tener que recordar estos hechos cuando otro gran riesgo se cierne sobre los pueblos árabes, porque no se resignan a seguir siendo víctimas del saqueo y la opresión”.

Se imponen varias interrogantes: ¿Por qué, al hablar de la situación actual de Libia, se recuerda la pasada intervención isleña en Angola? ¿Es que, debido a lo que ellos consideran el “gran riesgo que se cierne sobre los pueblos árabes”, los dirigentes cubanos están pensando en actuar como lo hicieron más de un tercio de siglo en aquella ex colonia portuguesa?




Hitler y Gaddafi

LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – El programa Espectador crítico, del sábado 19 de febrero, exhibió la película La caída, que trata sobre los días finales de la tiranía nazi en Berlín. El filme ofrece una versión sobre esas horas crepusculares de Adolfo Hitler y su entorno inmediato. Como telón de fondo, la situación catastrófica a la que el régimen condujo al pueblo alemán.

Esos temas me atraen tremendamente. El espectáculo de un caudillo enloquecido, que en pleno ocaso continúa actuando como si siguiera viviendo horas de esplendor, me parece harto reconfortante, pues constituye una demostración adicional del desastre al que esos líderes carismáticos pueden conducir incluso a sus propios partidarios.

Resulta acertada la selección de un filme como La caída, en momentos como los que estamos viviendo. Cada día que pasa, los pueblos árabes enseñan al mundo la vía para desembarazarse de regímenes autoritarios y corruptos. Si ayer fueron Túnez y Egipto, ahora toca el turno a Yemen, Bahrein, Marruecos y Argelia. También a Libia, aunque en este caso la reacción de la prensa oficialista en Cuba y en los países del llamado “socialismo del siglo XXI” es diferenciada. Si con el tunecino Ben Alí o el egipcio Mubarak no tuvieron paliativos, ahora con el coronel Gaddafi se muestran extremadamente cautos. Las noticias sobre las protestas populares libias llegan acompañadas por críticas a las “ambiciones del imperialismo”.

Hace poco la televisión chavista mostraba unas imágenes de la adoración al tirano de Trípoli. En un amplio salón, el dictador, en pose mayestática, observaba las desenfrenadas expresiones de apoyo de un nutrido grupo de incondicionales. Eso sí, curiosamente, los “apapipios” se mantenían a considerable distancia de su jefe. Su entusiasmo delirante no alcanzaba a hacerlos olvidar sus claros límites en el espacio. Alguna poderosa razón les impedía abalanzarse a tocar a su ídolo.

Mientras tanto, llegan noticias sobre la brutal represión desatada contra los protestantes libios, la que habría incluido el empleo de ametralladoras y aviones de combate. Varios coroneles llegaron a Malta en sus aparatos, pues se negaban a acribillar al pueblo inerme.

En su Reflexiones de la fecha, Fidel Castro discrimina entre unas noticias y otras. Con respecto a la brutal represión, se muestra cauteloso: “Habrá que esperar el tiempo necesario para conocer con rigor cuánto hay de verdad o mentira, o una mezcla de hechos de todo tipo que, en medio del caos, se produjeron en Libia”.

Los que sí concitan su enérgico rechazo son “los que con pérfidas intenciones inventaron la mentira de que Gaddafi se dirigía a Venezuela”. Para estos, la condena es fulminante y sin paliativos. Los cientos o miles de ametrallados pueden esperar.

El único crimen que sí es calificado de ese modo y que también merece una condena inmediata es el que —según afirma el reflexionante- “la OTAN se prepara a cometer contra el pueblo libio”. Hay al respecto un nuevo pronóstico castrista: “la orden de invadir ese rico país” será dada “en cuestión de horas o muy breves días”.

Veremos si en esta ocasión el autor sí da en el clavo, cosa que, como todos recordamos, no sucedió con sus vaticinios sobre el retorno de los cinco espías cubanos en 2010 y sobre el inicio de la guerra atómica, a propósito de Irán.