Una reflexión muy ambigua
LA HABANA, Cuba, junio, 173.203.82.38 -En los últimos días, para asombro de los lectores y televidentes cubanos, las reflexiones de Fidel Castro han destacado por su brevedad. Una de ellas versó sobre el deportista cubano Alberto Juantorena, la otra trató acerca del ex líder germano oriental Erick Honecker, y la que paso a comentar, la cual se refirió al ex dirigente chino Deng Xiaoping.
En unas escasas líneas, aparecidas en la prensa nacional el viernes 15 de junio, Castro escribió lo siguiente acerca del hombre que lideró las reformas chinas en 1978: “Presumía de hombre sabio y, sin dudas, lo era. Pero incurrió en un pequeño error. Hay que castigar a Cuba, dijo un día. Nuestro país nunca pronunció siquiera su nombre. Fue una ofensa absolutamente gratuita”.
Y sucede que los extremos son malos. Si agobiantes resultan las largas reflexiones del Comandante, esas que ocupan dos páginas de un periódico, o media hora de lectura por parte de un locutor de la televisión, desconcertantes devienen aquellas que, por su laconismo, dejan una sensación de vacío o misterio. Son muchas las personas que, tras haber leído o escuchado lo escrito por Castro sobre Deng Xiaoping, solo han atinado a expresar: “Y ahora, ¿a qué viene esto?”
Pero bueno, intentemos desentrañar la madeja. No debemos de olvidar que en la época del liderazgo de Deng, hacia la segunda mitad de los años setenta, se produjo la intervención militar de Cuba en Angola. Allí las tropas de la isla apoyaron al Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), de orientación pro soviética, a cuyo frente estaba Agostinho Neto. China, por su parte, favoreció a otros dos movimientos guerrilleros que eran rivales del MPLA: el Frente Nacional para la Liberación de Angola (FNLA), encabezado por Holden Roberto, y la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA), bajo el mando de Jonas Savimbi.
Lo anterior deterioró aún más las relaciones chino-cubanas, las cuales eran tensas desde la década del sesenta debido a desavenencias con respecto al movimiento guerrillero latinoamericano. En ese contexto hubo ataques verbales entre los dos gobiernos, y la prensa oficialista cubana la emprendió contra el país asiático, en especial contra sus principales dirigentes. Tan hondo caló el sentimiento anti chino en las autoridades cubanas, que un instituto preuniversitario en el campo ubicado en la provincia de Matanzas, nombrado República Popular China, estuvo a punto de perder su nombre.
Mas, comoquiera que el sistema totalitario que padecemos nos ha obligado a leer entre líneas para tratar de extraer la verdad en medio de tantos ocultamientos y tergiversaciones, no resulta ocioso el intentar descubrir otras intenciones en la reflexión de Castro, y sobre todo el porqué de haberla escrito en este momento, cuando las relaciones entre China y Cuba parecen atravesar por una etapa promisoria.
Si tenemos en cuenta que Deng Xiaoping representa el espíritu de las reformas económicas pro mercado en China, cualquier crítica a su figura podría interpretarse también como un desacuerdo con dichas reformas. Y si semejante crítica proviene de Fidel Castro, calificado por muchos como opuesto a que se implemente ese tipo de cambios en Cuba, ese sería un mensaje de que el líder histórico de la revolución cubana rechaza el establecimiento del modelo chino en la isla.
De todas formas, no hay dudas de que se trata de una reflexión confusa, que aporta más oscuridad que esclarecimiento. Son más accesibles las palabras que denotan la nostalgia por la era de Honecker en la antigua República Democrática Alemana, o el visto bueno para que Juantorena sustituya al Gallego Fernández al frente del Comité Olímpico Cubano.