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Sergio Andricaían conversa sobre eventos literarios para niños y jóvenes en Miami

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MADRID, España.- El prolífico escritor de Literatura Infantil y Juvenil cubano Sergio Andricaín conversó con CubaNet sobre los diversos eventos dedicados a niños y jóvenes que desarrolla durante el año Cuatrogatos, fundación con sede en Miami que codirige junto al también escritor Antonio Orlando Rodríguez.

Entre estos eventos se encuentran “Palabra Viva Weekend”, “Fiesta de la Lectura” y “Seminario de Literatura infantil y Lectura”, un encuentro teórico internacional que se realiza en noviembre, dentro de la programación de la Feria del Libro de Miami.

Sergio Andricaín, residente en Estados Unidos, inició su camino por la literatura infanto-juvenil en la década de 1980 en el Centro Juan Marinello del Ministerio de Cultura en Cuba. Ganador del Premio Campoy-Ada en la categoría de Poesía infantil Latino-céntrico, entregado por la Academia Norteamericana de la Lengua Española, es autor de Cuando sea grande, Un zoológico en casa, La caja de las coplas, Dragones en el cieloLa noche más noche, entre otros.

“Contribuir a promover la literatura infantil y juvenil en español entre los mediadores de Iberoamérica y Estados Unidos, para que, a través de ellos, lleguen a los niños y jóvenes obras de calidad que apoyen su proceso de formación como lectores autónomos y críticos”, es uno de sus principales objetivos dentro de la Fundación.

―¿Cómo surge la Fundación Cuatrogatos?

―Cuatrogatos surgió en la ciudad de Miami en el año 2000, primero como una revista digital dedicada a la literatura infantil en español. La creamos el escritor Antonio Orlando Rodríguez y yo, y fue una de las primeras publicaciones periódicas que aprovecharon el auge de la internet para promover y estudiar los libros escritos y editados para niños y jóvenes. Nos interesaba dar a conocer obras de calidad que se publicaban para estos destinatarios y, también, proponer temas relacionados con la promoción y la formación de lectores desde las primeras edades. En el año 2012 decidimos cambiar el formato de Cuatrogatos y lo convertimos en un portal focalizado en la Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) y en temas afines con la mediación lectora. Ese mismo año constituimos la fundación, es decir, le dimos a Cuatrogatos la personería jurídica de una organización sin ánimo de lucro del estado de Florida, para desarrollar proyectos encaminados a promover la literatura y los libros en español.

―¿Cuáles eran los objetivos iniciales y en qué punto están en este momento?

―Los objetivos iniciales de Cuatrogatos siguen siendo los mismos que nos guiaron para la creación de la fundación: contribuir a promover la literatura infantil y juvenil en español entre los mediadores de Iberoamérica y Estados Unidos, para que, a través de ellos, lleguen a los niños y jóvenes obras de calidad que apoyen su proceso de formación como lectores autónomos y críticos. Desde el 2012 ampliamos nuestras actividades a la literatura para adultos, organizando recitales, conferencias y presentaciones de libros. En este momento, la Fundación Cuatrogatos tiene convenios de colaboración con varias instituciones locales para desarrollar programas culturales de forma conjunta.

―Principales proyectos de la fundación actualmente…

―La Fundación realiza un conjunto de programas anuales que constituyen el eje de su trabajo. Ellos son:

  • Palabra Viva Weekend, que tiene lugar en la primavera y que propone eventos tanto para adultos como para niños; estos exploran los vínculos de la literatura con otras manifestaciones artísticas como el teatro, la narración oral, las artes visuales, el video y la música, por ejemplo.
  • Soy un libro viajero, que se realiza en el verano y consiste en “abandonar” libros de diferentes géneros y autores en espacios públicos de Miami con el propósito de que las personas los encuentren, los lean y después los “abandonen” en otros lugares para que nuevos lectores los hallen y disfruten.
  • Fiesta de la lectura, que es nuestro principal evento, dura toda una semana y se realiza en octubre, en el marco del mes de la Hispanidad. Durante esta jornada se visitan escuelas y bibliotecas y se trabaja en espacios culturales de la ciudad presentando actividades literarias, obras de teatro para niños y performances literarias para la audiencia adulta dedicadas a creadores como Federico García Lorca, Eliseo Diego y María Elena Walsh o a géneros como la microficción. Cada año, además, en la Fiesta de la Lectura se realiza el lanzamiento de nuevas tarjetas literarias para niños de nuestra colección Tris Tras. Estas tarjetas llevan, por un lado, una imagen creada por un ilustrador y, por la otra, un breve cuento o poema inspirado en esa ilustración. En la creación de estas tarjetas, que se distribuyen gratuitamente en escuelas, bibliotecas, librerías y centros culturales de Miami, han participado importantes artistas de distintos países.
  • Seminario de Literatura infantil y Lectura, un evento teórico internacional que se realiza en noviembre, dentro de la programación de la Feria del Libro de Miami, con la presencia como invitados de autores y especialistas de literatura infantil y mediación lectora de distintos países.
  • El Premio Fundación Cuatrogatos, nuestro programa más conocido internacionalmente, con diez años de trayectoria, que cada año selecciona los veinte mejores libros leídos por un grupo de colaboradores interesados en el estudio de la LIJ, así como doce finalistas y cien recomendados.
  • Publicaciones digitales de descarga gratuita. Cuatrogatos, en algunos casos en alianza con otras instituciones educativas y culturales, ha publicado antologías de poesía para niños y también libros informativos sobre la LIJ en Iberoamérica y Estados Unidos. Estos materiales están disponibles en nuestro sitio web cuatrogatos.org.

Además de estos programas y acciones, durante todo el año organizamos visitas de escritores y narradores orales a escuelas, presentaciones de obras de teatro y talleres de escritura creativa, entre otras actividades.

―¿Podría ejemplificar la recepción que tiene en los niños y jóvenes el trabajo que hacen?

―La asistencia y participación de los niños y jóvenes en los programas organizados por la fundación es una muestra de la aceptación que tienen nuestras actividades. Por poner un ejemplo, menciono el Pícnic de libros, un evento que inicialmente emprendió Cuatrogatos y al que sumaron la Feria del Libro de Miami y el Koubek Center, ambas instituciones del Miami Dade College. Al pícnic acuden los niños junto a sus familiares para disfrutar de una variada programación cultural que incluye talleres de manualidades, narración oral, puestas escénicas de obras teatrales, actuaciones de mimos, presentaciones de cantantes y músicos, eventos danzarios, etc. Al finalizar el evento, se sacan a los jardines unos grandes manteles a cuadros blancos y rojos, encima de los cuales se colocan unas canastas llenas de libros para que los niños y los adultos los lean juntos. Para hacerse una idea de la importancia que tiene el pícnic, durante la pandemia se transmitió por internet una versión virtual del evento, realizando las adecuaciones requeridas, y tuvo un gran alcance internacional. Luego de la pandemia, se volvió al formato del inicio, que es presencial, y que ha llegado a congregar en ocasiones a más de 200 personas.

― ¿Cómo fueron sus inicios en el mundo de la literatura infantil y juvenil?

―Soy sociólogo de profesión, y en Cuba trabajé en varios grupos de investigación. En la década de 1980 comencé en el Centro Juan Marinello del Ministerio de Cultura una línea de estudios acerca de las obras más significativas de la LIJ nacional y de los presupuestos de los creadores al escribir para niños y jóvenes. Ese fue el comienzo de un camino que me acercó definitivamente a las letras para la infancia. En un momento determinado sentí la necesidad de preparar antologías sobre la literatura de tradición oral, la cual es tan importante cuando hablamos de literatura para niños, y más adelante me propuse escribir ficción para ellos. A la vez, seguí publicando artículos y a lo largo de las últimas tres décadas he participado como conferencista y talleristas en congresos y seminarios sobre LIJ y lectura realizados en distintos países. Esa ha sido, a grandes rasgos, mi trayectoria por la literatura destinada a la infancia y la juventud.

En el área de la ficción, básicamente he escrito libros álbum (Cuando sea grande y Un zoológico en casa) y cuentos (La caja de las coplas, Dragones en el cielo, La noche más noche, Rizos Blancos quiere dormir y Chao, familia), aunque tengo también una obra en que se entremezclan historias y poemas (Libro secreto de los duendes). Además, he recreado relatos de la oralidad en Hace muchísimo tiempo y Había otra vez. Historias de siempre vueltas a contar), y, con Antonio Orlando Rodríguez, he escrito las colecciones La vuelta al mundo en cinco cuentos y A lomo de cuentos. También he dado a conocer antologías como Isla de versos. Poesía cubana para niños, ¡Hola! que me lleva la ola, Cuentos de hadas de ayer y de siempre, Cuentos de hadas de hoy y de mañana y Arco iris de poesía. Entre las recopilaciones de folclor pueden mencionarse Alelé, alelé, Colorín, colorado, Lero, lero candelero, Adivínalo si puedes y El libro de Antón Pirulero.

―Recientemente recibió, por segunda ocasión, el Premio Campoy-Ada en la categoría de Poesía infantil Latino-céntrico, por la obra Tilingo, tilingo: Rimas, trabalenguas, y adivinanzas tradicionales. ¿Qué significó este premio para usted y para el trabajo que realiza?

―El que esta antología de poesía de tradición oral haya recibido el Premio Campoy-Ada ratifica la importancia que le concede la Academia Norteamericana de la Lengua Española, que es la institución que entrega el galardón, a las manifestaciones del folclor en la literatura infantil.

Los primeros encuentros que los niños tienen con la poesía se dan a través de las formas poéticas orales: canciones de cuna, rimas y rondas, trabalenguas, retahílas, adivinanzas… Del mismo modo, en las etapas iniciales de la vida los niños se ponen en contacto con las historias de origen popular. Esto les permite expandir su universo lexical, conocer las estructuras lógicas que sustentan esos relatos, identificarse como parte de una comunidad lingüística y, por supuesto, desarrollar su imaginación. Por eso me siento muy honrado de haber recibido por segunda vez este premio que lleva el nombre de dos mujeres, Isabel Campoy y Alma Flor Ada, que han contribuido enormemente a abrir un camino para que la literatura y el idioma español estén presentes en las escuelas y universidades de Estados Unidos, y que han creado una obra impresionante que ejemplifica la contribución social de los hispanoamericanos a esta nación.

―Desde el 2013 Cuatrogatos organiza la Fiesta de la Lectura en octubre. ¿Cuáles son los principales temas que se llevan a esta feria y las principales actividades? ¿Cómo se determina el programa?

―El tema siempre está relacionado con lo literario, que es el elemento principal de nuestro quehacer, y con la celebración del idioma español y de la cultura hispana en Estados Unidos. El evento se financia mediante grants del condado y del estado que se conceden después de una reñida competencia entre las instituciones que los solicitan. Una vez conseguidos los recursos, se diseña la programación (que incluye actividades para niños, jóvenes y adultos), se somete a la aprobación de la junta directiva, se seleccionan los artistas que participarán en las actividades y se concertan los espacios y las fechas y horarios.

―¿Cómo es la participación del público?

―En Cuatrogatos no nos podemos quejar de la participación del público en la Fiesta de la Lectura. En general contamos con una nutrida asistencia y las opiniones que nos da la audiencia no solo son positivas, sino también estimulantes. Por otra parte, cada año contamos con la presencia de talentosos escritores y artistas, no solo de Miami, sino también invitados provenientes de países como México, Colombia o España.

―¿Cómo valorarías el panorama de la literatura infantil en Cuba actualmente?

―Llevo fuera de Cuba más de treinta años y no he podido seguir de cerca la literatura en la Isla. No obstante, algunos autores nos hacen llegar sus obras a la Fundación Cuatrogatos y en algunos casos adquirimos libros de escritores cubanos en ferias internacionales. Gracias a esto, un par de obras publicadas en Cuba en los últimos años han sido incluidas entre las lecturas recomendadas por nuestra organización.

―Durante varias décadas, especialmente en los 70, la LIJ en Cuba estuvo marcada por la censura. ¿Actualmente qué está ocurriendo al respecto?

―En un país en que las editoriales son controladas desde hace décadas por el estado, la censura es previsible. Fui testigo de cómo en la Cuba de 1970 y 1980 algunos autores de libros para niños consiguieron crear obras que evadían la censura porque sus narraciones y poemas recreaban ciertas zonas del pasado relacionadas con temas históricos, familiares y culturales, y porque se adentraban en los territorios de la imaginación y la fantasía, muy distantes estos de la inmediatez política. Supongo que hoy siga pasando lo mismo. Siempre es posible que en los textos de ficción se infiltren ideas contestarias que no lastran la escritura, sino que le dan mayor riqueza ya que exigen un lector atento para hallar significados que se alejan del discurso oficial. Por otra parte, la censura en Cuba no es hoy la misma que en los 1960: ahora a las autoridades culturales pareciera no importarles que los autores jueguen con “la cadena”, siempre que no se metan explícitamente con “el mono”.




Herminio Almendros, un referente de la literatura para niños

Herminio Almendros

MIAMI, Estados Unidos. – El 12 de octubre de 1974, en La Habana, cerró los ojos para siempre el pedagogo y escritor español Herminio Almendros, uno de los más entusiastas defensores de la pedagogía del francés Célestin Freinet, que abogaba por la autogestión, cooperación y solidaridad entre el alumnado.

Nacido en Almansa, en el seno de una familia modesta, cursó sus primeros estudios de magisterio en Albacete y Alicante, para concluir su formación en la Escuela de Estudios Superiores de Magisterio de Madrid, donde terminó como el estudiante más sobresaliente de su promoción. Tras haber ejercido como profesor en las ciudades de León, Lérida y Huesca, se estableció en Barcelona, donde colaboró con la recién creada sección de pedagogía de la Universidad de Barcelona y divulgó el método Freinet. Allí publicó La imprenta en la escuela (1932), primera obra sobre dichas técnicas que se imprimió en lengua no francesa.

Nombrado inspector-jefe en 1936, Almendros participó en el proyecto de Consejo de la Escuela Nueva Unificada, que estructuró todos los niveles educativos desde preescolar hasta la universidad.

En 1939 el auge del fascismo en España lo obligó a exiliarse en Francia, donde fue acogido por la familia Freinet por un breve tiempo, hasta que el estallido de la Segunda Guerra Mundial lo obligó a marcharse, esta vez poniendo proa hacia América. En el año 1952 se doctoró por la Universidad de Oriente en Venezuela, y desde entonces trabajó como asesor del Ministerio de Educación de Cuba.

Destituido de su cargo por Fulgencio Batista y contratado por la UNESCO, Almendros brindó sus servicios en la Escuela Internacional de la Organización de Estados Americanos (OEA), en Venezuela. Regresó a Cuba poco antes del triunfo de Fidel Castro y fue nombrado por el nuevo ministro de Cultura, Armando Hart, como asesor principal en la Dirección General de Educación Rural. 

Posteriormente, fue director de la Editora Juvenil. Desde esta última realizó un loable trabajo al impulsar la publicación de libros destinados a la infancia, donde supo conjugar el atractivo de la historia con la calidad literaria y el propósito educativo. Entre sus obras más entrañables figuran Había una vez, Lecturas Ejemplares y, especialmente, Oros Viejos, considerado una de las obras cimeras de la literatura para niños en Cuba.

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La literatura infantil del desencanto

Portada del Libro Hermanas de intercambio. Foto Caimán Barbudo

LA HABANA, Cuba.- El desencanto y la amargura que permea la obra de los escritores cubanos de las últimas décadas está alcanzando también a la literatura para niños y adolescentes que se hace en el país.

Una muestra de ello es “Hermanas de intercambio”, del escritor guantanamero de 33 años Eudris Planche Savón, publicada por la Editorial Gente Nueva y que resultara ganadora del Premio Pinos Nuevos en el año 2015.

En esta noveleta de 92 páginas, Eudris Planche cuenta la historia de dos hermanas, Camila y Yunieska, cuyos padres, luego de divorciarse e intentar repártirselas junto a la batidora, los muebles y la cuenta bancaria, se las alternan, nunca juntas, en la casa de uno u otra, los fines de semana.

Planche hace el relato a través de las anotaciones que tiene en una libreta –a manera de diario-  una de las hermanas, Camila, una niña muy observadora pero exagerada y fantasiosa, demasiado interesada en la vida de los adultos, a algunos de los cuales, de tan tramposa, mordaz e irónica como suele ser, llega a resultarles antipática.

Camila es severa al juzgar a su mamá promiscua, a su papá demasiado ocupado en ganarse el sustento para reparar en las necesidades espirituales de sus hijas; a su malhumorada abuela paterna, Hortensia, a quien detesta; a su condiscípula Kasandra, que no pierde oportunidad de ostentar lo que le dan sus padres “macetas” (adinerados), y a la maestra, siempre presta a recibir “regalitos” de Kasandra y otros alumnos privilegiados, con los cuales se muestra particularmente deferente.

Camila, al analizar a los adultos que la rodean, y tratar infructuosamente de entenderlos, deja entrever una sociedad en crisis, cada vez más mezquina y egoísta, donde todo vale y los valores se baten en retirada ante los embates de las penurias económicas.

El libro de Eudris Planche no es un caso aislado. Historias similares son contadas también en libros de Diana Castaño, Karel Bofil, Nelson Simón, Enrique Pérez Díaz, Eldys Baratute, Rebeca Murga, Lorenzo Lunar y otros autores de literatura infantil.

Aquellas ñoñas historias de felices, educados y obedientes pioneritos que eran cuidados y atendidos por cariñosos padres, madres, abuelas y abuelos que construían la sociedad socialista, han venido a ser sustituidas por otras historias muy poco edificantes, que discurren en hogares disfuncionales o escuelas donde se imponen el más fuerte, el más pillo o el que más tiene y presume de ello, sea con los zapatos, el celular o con la merienda.

En estas historias los niños, que suelen ser considerados como “conflictivos” y “problemáticos”, se las arreglan como pueden, en medio de la suciedad, el deterioro y las carencias. No siempre los progenitores, generalmente incomprensivos con sus hijos, sirven de ejemplo a seguir ni dan buenos consejos. Los hay alcohólicos, egoístas, abusadores que maltratan a sus parejas y sus hijos, o que están presos por delinquir. O se fueron de casa, a rehacer su vida con otra pareja, o a Miami, Madrid o cualquier otro sitio que les brinde las mejores oportunidades que no hallan en el suyo.

El papel de malos en estas historias ahora se lo disputan las abuelas y los abuelos, antes siempre tiernos y complacientes, y ahora casi siempre amargados y gruñones, a las madrastras y los padrastros, amén de los rufianes del barrio, que parecen ser cada vez más numerosos y ubicuos.

Hace unos meses, a propósito del libro de Eudris Planche y la literatura para niños y adolescentes que se hace actualmente en Cuba, escribía Joel Franz Rossell en un comentario titulado “Hermanas de intercambio y el pacto con el lector infantil” que apareció en el número 404 correspondiente a enero-febrero del Caimán Barbudo:

“Para ganar un premio de literatura infantil e incluso para publicar un libro, hoy en Cuba parece obligatorio mostrar un niño más o menos infeliz, con los padres divorciados y uno de ellos al menos, alcohólico, ausente, violento, frustrado…Sin que se indiquen, en la mayoría de los casos, los motivos sociales de tanta disfuncionalidad: falta de utilidad, mala remuneración y/o de reconocimiento social de la labor ejercida, hacinamiento en una vivienda con malas condiciones, injusticia social, desacuerdo con el sistema…Parecería que se le dice a los chicos que sus adultos son malos porque sí, las dificultades de los individuos y de la sociedad están desconectados de los grandes problemas estructurales o coyunturales de la nación y el mundo.”

Según el autor del comentario: “Las fuentes del fracaso de los personajes adultos están a menudo ocultas tras veladas alusiones, símbolos, metáforas u opacas elipsis. Demasiado vagamente para la comprensión o la catarsis a que el joven lector tiene derecho”.

Mucho se ha discutido acerca de los modos de hacer la literatura infantil, de la vocación o falta de ella para el género de los autores, de la pertinencia de textos que sean efectivamente para niños y no para adultos enanos, y de los que puedan sacar provecho para el futuro.

Habrá quien argumente que este crudo realismo que aflora en la literatura cubana para niños y adolescentes no es un fenómeno nuevo. Ahí está, por ejemplo, Oliver Twist, donde Charles Dickens, a través de la historia de un huérfano que sale de un asilo de niños desamparados, para ser primero aprendiz de un sepulturero y luego miembro de una pandilla de ladrones, trazó un vívido cuadro de la Inglaterra victoriana y se convirtió en un clásico.

¿Será este el caso de libros como “Hermanas de intercambio”? Está por verse. Pero les confieso que preferiría que mis nietos, cuando sepan leer, dispongan de otro tipo de literatura infantil.

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Ojalá mi niña llore como yo

foto tomada de Internet
foto tomada de Internet

LA HABANA, Cuba. -Desde que comencé a ir a la escuela, mi abuelo paterno –que se había quedado ciego tras una vida de intensa lectura- preguntaba a cada rato qué edad yo tenía y si ya sabía leer. Él esperaba con impaciencia que cumpliera los 7 años para regalarme una edición muy vieja del libro Corazón, de Edmundo de Amicis.

Creo que fue en unas vacaciones que finalmente lo leí, como a los nueve años, ante tanta insistencia, pues el título no me llamaba la atención. Lloré tanto en cada capítulo, que ese libro fue mi compañero en cada una de las vacaciones por lo menos siete años más. También me leía Belleza negra, contada por un potro enano que va creciendo. Me hacía llorar también, mientras Las mil y una noches me transportaban en alfombras voladoras a otra realidad muy ajena a mi isla tropical.

Mientras tanto, también pude leerme libritos de muñequitos que mis padres habían guardado desde antes de la Revolución. Tenían historietas del pato Donald, su tío Rico McPato, Mickey Mouse, Tom y Jerry y un personaje que en Cuba no se conoce que se llama Archie. Estaban Superman y Tarzán, y traían cuentos cortos de Benitín y Eneas y de Lorenzo Parachoques.

Mis padres también tenían de la misma época una colección de bolsillo de libritos de cuentos que en su tiempo costaban un centavo cada uno. Con todos estos textos mis vacaciones eran maravillosas, y se pusieron mejor con dos volúmenes -que yo encontraba enormes- de cuentos de hadas de Hans Christian Andersen y de los hermanos Grimm, respectivamente, con preciosos grabados que hacían soñar a cualquier niña.

Décadas después, a mi hija, cuando aún ni sabía hablar, le conseguimos un libro muy sencillo que casi ni dibujos tiene y mi papá se pasaba media hora describiéndole a la niña el libro. Para mí aquello era maravilloso pues yo no veía nada que describir. La niña empezó a hablar muy rápido y 7 años después todavía no logramos cómo callarla. ¡Como habla! Pero de leer, nada.

Sin hábito de lectura

Hoy, por más que trato, no logro que a sus siete años tome un libro en las manos, y eso pese a que aprendió a leer antes de entrar en preescolar y ya está en segundo grado. Los muñequitos de Archie, Donald y Tom y Jerry no los pudo conocer pues se deterioraron por los comejenes y la humedad. Lo mismo le pasó a los cuentos de Andersen y Grimm. Nos quedan los libritos de bolsillo, pero éstos tienen palabras que ella aún no entiende.

Le he comprado en las librerías cubanas todo tipo de volúmenes troquelados, de colorear, de cuentos, pero no le interesan. He mandado a pedir del extranjero ediciones bonitas pero las que he conseguido tienen dibujitos pequeños, que no logran enamorarla. En las tiendas cubanas, la mayoría de las obras tienen un contexto político que no interesa a los niños; otros tienen cuentos aceptables, pero con unos dibujos espantosos, elaborados por grandes artistas que tratan de impresionar a los adultos sin lograr atrapar a los niños.

He ido a anteriores ferias del libro en La Cabaña. Me he achicharrado la cabeza al sol y me he metido en grandes aglomeraciones buscando textos infantiles, para al final encontrar maravillas importadas de otros países que cuestan al menos cinco dólares y a veces traen un solo cuento. No los he podido comprar. Libritos para bebés, que traigan figuritas de vacas, conejitos y esas cosas que permitan describirles objetos y sonidos a los niños, la verdad es que no los he visto.

Por suerte, tengo guardada desde hace años una edición más o menos reciente de Corazón. Ojalá la obra y la niña se encuentren, y ella pueda llorar su poquito y así empiece a comprender el inmenso valor y las posibilidades de la palabra escrita para informar, educar, divertir, conmover o ilusionar. Si sucede como conmigo, ese libro —Corazón— podrá ser el que lo logre.




Rojo y con tarros: el diablo

LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – En un cargado plan de lavar los cerebros desde la infancia, en la Feria Internacional del Libro de La Habana 2011 se puede encontrar el título, Colorea los héroes, de Mario Amador. ¿Quién es este autor? Qué importa. Uno más que se presta para perpetuar la farsa.

La carga de ironía en el título del libro, que quizás sea para colorear, asombra. Y no sabemos si reír porque de alguna manera se ha colado un jodedor cubano y les está haciendo el contrafuego, los está ridiculizando. O simplemente, en un momento climático de ineptitud, no saben lo que publicaron. Mejor aún, los traiciona el subconsciente.

No es que tenga nada en contra de los héroes. Al contrario, algunos, los no construidos por el poder, son parte importante de lo que llamamos patria, y les debemos respeto. Como también les debemos conocerlos a profundidad, para entender la necesidad de reconstruir un país alejado de los cánones que nos impone la dinastía.

Conocer  a los héroes y a la época que les tocó vivir, no tamizada por la nostalgia del exilio, ni por la perorata revolucionaria, ni por la histeria que, a veces, ciega a ambas orillas de cubanos; sino como se debe contar la historia para los niños, como si fuera un cuento donde no se pierde la objetividad sobre el hecho mismo, donde no se pierde veracidad, donde lo cotidiano es un componente importante y los adjetivos despectivos, sobran.

Pido una utopía. Esa es una de las ventajas que nos brinda la escritura. Soñar con imposibles.

Por supuesto, Colorear los héroes no merece dos palabras de más. Pidamos otra utopía. Ojalá y no sea un libro más de colorear. Y en caso de que lo sea, que uno de “ellos” se haya incluido (ellos se creen héroes) y que caiga en las manos un niño que los pinte rojos y con tarros.

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