«Convivir en un calabozo con un condenado a muerte es intrincarse en el laberinto de una vida ajena que comienza a pertenecernos, a dolernos. Cuando abrieron la puerta de la celda tapiada y vi por primera vez a Lorenzo Enrique Copello Castillo, no imaginé que lo fusilarían en una semana». Así empieza la crónica del periodista Ricardo González Alfonso, que narró las últimas horas de vida de un joven cubano condenado a morir en la primavera de 2003 por el delito de tratar de robar una embarcación para abandonar el paraíso del proletariado.
Es la experiencia de un escritor que aguardaba en un calabozo de la sede de la policía política a que se le condenara a 20 años de cárcel por hacer periodismo sin mandato. El celo de la represión y la soberbia del régimen lo hicieron encontrarse por unos días con Copello, un hombre negro, de 32 años, que le tocaba morir junto a otros dos compañeros involucrados en el frustrado intento de viajar a Estados Unidos.
González termina su relato con el recuerdo de que, a medianoche, abrieron la puerta del pasillo de la celda. Un guardia entró y despertó a Copello. Se levantó aturdido y se puso sus zapatos sin cordones. «Me miró», escribe el periodista, «como preguntándome ¿qué ocurre? Se lo expliqué con una mirada. Le di una palmada en hombro y lo vi partir a la muerte».
Esta nota, escrita en un calabozo, es una de las piezas claves del libro Emigrar al patíbulo y otras crónicas de horror y de humor, editado ahora en España por la editorial Aduana Vieja y con un prólogo del periodista español Vicente Botín.
La obra, unas 350 páginas, es una antología de los textos que escribió González Alfonso como periodista libre en La Habana (donde fue corresponsal de Reporteros sin Fronteras) y una selección de los artículos y relatos de atmósferas que pudo sacar de las cárceles donde cumplió siete años.
Emigrar al patíbulo… es, por momentos, un viaje grave y despiadado por la sociedad cubana. Y, en otras zonas, una excursión a un país desastroso en la que te acompaña un tipo que cuenta la vida con un enorme sentido del humor. De ahí que Botín, un experimentado corresponsal que trabajó en la isla varios años, escriba que el horror que provoca la dictadura cubana queda perfectamente reflejado en sus paginas. «Pero Cuba», dice, «no es sólo una cárcel. Cuba es también un circo, un espectáculo con acróbatas, payasos y, sobre todo, magos».
González Alfonso, que escribió guiones para la televisión y confunde sus apuntes periodísticos con versos escondidos, es un fervoroso sacristán del idioma y un fanático del juego de palabras. Esa pasión por la palabra escrita tiene una presencia en todo el libro, pero estalla definitivamente en las secciones donde se narran cuentos populares cubanos y en las que aparecen relatos humorísticos que no salvan ni a los ingenuos y desapercibidos indios siboneyes que se comían frutas frescas, bailaban y jugaban batos, mientras en Cuba se desarrollaba esa forma original de la vagancia que fue el comunismo primitivo.
Convido a la lectura de Emigrar al patíbulo. Vicente Botín me acompaña en esa invitación con estas líneas: «Este libro refleja el horror de la dictadura cubana y su falta de escrúpulos para mantenerse en el poder. Y también el ridículo mundo que han construido los hermanos Castro que parece salido de una película de los hermanos Marx».