LA HABANA, Cuba. – Cuando se analiza la forma de vida de nuestra sociedad, descartando los que son parte de la élite gubernamental, se puede constatar cuán difícil se hace, para el cubano de a pie, poder llevar una existencia sin dificultades a cada paso que se da. Es como si en Cuba todo estuviera diseñado para pasar trabajo. Lo más triste es que la gente se conforma y vive con esa cruz, porque saben –de antemano- que no hay a dónde acudir para buscar soluciones.
No son solo los problemas ya conocidos: vivienda, transporte, medicinas, alimentos, salarios, agua, electricidad, viales, y una gran lista de etcéteras. También, de pronto, aparecen “desniveles sociales” que perturban el poco bienestar que puedan tener los cubanos; porque se inventa, en el Consejo de Ministros, en las reuniones especializadas que celebra Díaz-Canel casi a diario, pero esas “novedades” no traen nada bueno para el pueblo, solo más complicaciones.
En estos momentos uno de los problemas que está golpeando a los cubanos es la adquisición de los uniformes escolares para el próximo curso que comenzará en septiembre. La televisión anunció que estaban listos para la venta y que se comenzaría el día primero de agosto. Sin embargo, no fue así. El Noticiero Nacional, en su emisión estelar de las 8 de la noche, hizo un reportaje, al día siguiente, para mostrar que ya se estaban vendiendo. Sin embargo, ni siquiera la administradora de la tienda sabía que se había dado esa fecha de comienzo. Si bien la cámara tomó la cola -que se veía interminable-, dijo que todo se desarrollaba de manera normal. ¡Imagínense si no llega a ser así!
Una periodista independiente reportó por Twitter y Facebook que para adquirir los uniformes de sus hijas estuvo 12 horas en cola en una tienda. Las fotos que mostró parecían más bien las escenas de un tumulto y no de una fila de espera.
Como parece indicar que en Cuba no hay un estudio sobre las tallas que deben producirse –pese a que la propaganda de la dictadura dice lo contrario-, todo el mundo trata de ir rápido a los lugares de venta, porque la experiencia de otros años les dice que hay que comprar un uniforme más grande para arreglárselo al niño o la niña, por falta de surtido en las medidas.
¿Y alguien piensa que esto no lo hacen exprofeso? Creo que todo es parte de un plan para mantener la mente de la gente ocupada, en cualquier cosa, menos en la política. Si se les pueden dar soluciones a otros problemas, ¿qué costaría pensar en hacer las ventas por barrio, por escuelas, por grados o por cualquier otra forma que no haga que la gente pierda medio día en una cola? Claro, buscarle una alternativa sería mejorar el nivel de stress al que está sometido la sociedad de forma diaria y esto les daría a los ciudadanos la posibilidad de pensar en otras cosas, como, por ejemplo: ¿Por qué el pueblo no va a participar en las próximas elecciones?
Por lo general, cuando las personas se sienten impotentes de solucionar sus problemas, acuden a los medios de prensa oficiales y lo que usted lee en estos espacios parece una burla del propio régimen a los ciudadanos. Este es el caso de la señora Esther Ávila Ortiz, residente en la calle Infanta 1556, en el capitalino municipio del Cerro. Ella ha explicado -de forma pública- que una estructura de hierro de siete metros de altura, tiene la posibilidad de caer sobre su casa, producto del reciente tornado.
La señora se ha cansado de hablar con todo el que le dijeron que podía solucionarlo, como el cuento infantil de “allí fumé” y tropezó -de manera final- con una funcionaria de la Empresa SECONS (Servicios Especializados de la Construcción), la que le dijo que en sus manos no estaba la solución del problema, por la difícil situación del combustible en el país. La historia de que la culpa la tiene el “imperialismo yanqui”.
Esta mujer preocupada, porque, además, estamos en temporada ciclónica, se siente indefensa, ya no tiene dónde acudir, y como “papá Estado” es el dueño de todo, solo le queda esperar en su casa que suceda lo peor.
La pequeña historia de Esther se repite en miles y miles de cubanos que tienen que soportar la impotencia de no tener a donde ir a reclamar o que nadie les haga caso. Tengo el convencimiento que cada cual que lea este artículo conoce su propio cuento (presente o pasado) y entre todos podríamos escribir un libro con unos 200 tomos, sin ser exagerados, ya que son 60 años en lo mismo.
Cada familia en Cuba tiene una periodista independiente que hace 12 horas de cola y una Esther impotente ante una situación crítica que no puede solucionar. Desafortunada, hay que preguntarse: ¿a quién le interesa en los niveles de dirección del país? La triste respuesta es: “a nadie”.
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