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¿Periodista oficial o el oficial periodista?

ubietaLA HABANA, Cuba. — Al régimen, en medio de la piñata, el reacomodo y el despelote nacional, le van quedando cada vez menos intelectuales orgánicos que merezcan ser llamados así. El ex-ministro de Cultura y hoy asesor presidencial Abel Prieto parecía ser el comisario en jefe idóneo para enfrentar lo que calificaba como “el relativismo posmoderno que lo da todo por bueno”; pero luego de su transfiguración como agresivo seguroso en el Foro de la Sociedad Civil en Panamá, parece que se dedicará definitivamente  a lo que demostró que mejor sabe hacer:  coreografiar actos de repudio contra disidentes. Y ni hablar de Iroel Sánchez.

Solo resta Ubieta al frente de la ciber-guerrilla, como guevaristamente gusta llamar a los blogueros  oficialistas.

Ubieta vive obsesionado con la lucha contra la globalización capitalista,  siempre  despistado en cuanto a cómo vive su pueblo, pero preocupado por librarlo de los pecados terribles del consumismo, la banalidad y el diversionismo ideológico.

Como Abel Prieto, Ubieta, indigestado de tanto leer a Gramsci, percibe la guerra cultural –que según asevera es alentada por Washington y el capitalismo global– en la mediocridad,  el mal gusto y la chabacanería que invade a la sociedad cubana, en la pérdida de valores, el reguetón, la antena, el cable  y el  paquete audiovisual semanal. Contra todo ello arremete desde su blog y la publicación mensual que dirige, La Calle del Medio,  en tono bolcheviquemente moralizante, y echando mano a los mitos y  supercherías de la más rancia ultraizquierda, que ya no se tragan ni sus jefes.

Recientemente,  en un artículo titulado “El man Gilbert” (La Calle del Medio número 82), Ubieta se mostró escandalizado por el caso del reguetonero  Gilbert Man, prófugo de la justicia norteamericana y sujeto a investigaciones desde hace varios meses por parte de la Seguridad del Estado.

“La guerra cultural es implícita, aunque Gilbert Man no tenga la menor idea de su existencia”, asegura Ubieta. Y luego explica: “Nadie se jugó como él todas las cartas a favor de la cultura del tener, del capitalismo en su versión más grotesca y vulgar”.

No hay información oficial del caso,  pero circulan profusamente por  las memorias flash y las computadoras las imágenes –probablemente sustraídas de los archivos del Ministerio del Interior-  del aparatoso  allanamiento policial de la mansión del reguetonero  en Guanabacoa, cual si hubiese radicado allí un cuartel de Al Qaeda, y de todo lo que le ocuparon: varios carros, cadenas de oro, maletas llenas de dólares y una pistola, probablemente falsa.

No se sabe concretamente de qué cargos acusan a Gilbert Man, pero más que por defraudar al fisco y las leyes norteamericanas, parece que lo harán pagar por la influencia corruptora que pudiera ejercer sobre la juventud cubana su extravagante y ostentoso modo de vida.

También podían enviarlo al siquiatra, pero no andan muy descaminados los que como Ubieta temen su influencia dañina: con tantas carencias de toda índole como tienen que soportar, los reguetoneros cubanos y su público simulan como pueden la sociedad de consumo, que por prohibida, idealizan.  Aspiran a tener mucho dinero para ostentar, derrochar, y poder alternar con los hijos de papá, las jineteras, los nuevos ricos, para aparentar que ellos también están entre  los triunfadores de esta sociedad que se fue al garete.

Muchos jóvenes cubanos ven a Gilbert Man como un héroe, un triunfador. Caído en desgracia, sí, pero por culpa de “esta gente”, que son “unos fulos, que no dejan vivir”, según la explicación que he escuchado a varios jóvenes.

El reguetonero, de 28 años, se anunciaba en Facebook, sonriente, posando con una decena de fajos de billetes de 100 dólares en equilibrio sobre sus bíceps, rodeado de chicas semidesnudas y guardaespaldas o al lado de alguno de sus carros.

Gilbert Man financiaba los videos clips de reguetoneros como Eddy K, el Yonki, el Príncipe y Damián, y brindaba su casa y sus carros como locaciones, con la condición de que él tenía que aparecer en ellos, luciéndose.

Reprocha Ubieta que para uno de los videos que costeó Gilbert Man, en el que se simula una guerra entre pandillas, utilizaran para encarnar a un matón de rostro duro y gesto frío al disparar, al niño actor Armando Valdés, el Chala de la película Conducta. Todo un símbolo.

Se pregunta Ubieta: “¿No hay leyes en Cuba que castiguen la producción de videos violentos en los que participen niños?”

Si no las hay, debían hacerlas,  y también otras que prohíban la utilización de niños en edad escolar para actos de repudio y otras infamias. Después de todo, de ahí también, y de otros males del sistema, más que de las guerras culturales,  salen los jóvenes envilecidos e inescrupulosos, los Gilbert Man y cualquier otro man de los que  preocupan a Ubieta.

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[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=Zws7g0Lkhx0[/youtube]