MIAMI, Florida, noviembre, 173.203.82.38 -Ocurrió durante una improvisada entrevista hecha por un periodista de televisión española al comandante Iván Márquez durante los primeros contactos entre las FARC y el gobierno colombiano en Oslo. Contestando de manera evasiva sobre los actos de violencia atribuidos a las guerrillas, Márquez argumentó que errores se cometen en todas partes. Luego amplificó su comentario defendiendo que los insurgentes son luchadores populares revolucionarios. Con amplia sonrisa afirmó que ellos no habían cometido crímenes contra el pueblo.
Ante el cuestionamiento sobre la disposición de pedir perdón a la sociedad colombiana dado el caso que este punto estuviera en la agenda de las conversaciones de paz, el jefe guerrillero se volvió hacia Jesús Santrichs, quien escuchaba atentamente a su lado. -¿Que tú crees Jesús?- Inquirió Márquez a su compañero. -Quizás, quizás, quizás… respondió el aludido modulando el estribillo de una conocida canción popularizada por los Panchos. Tras el sarcasmo los dos guerrilleros dieron por concluida la breve comparecencia.
Las criticas de un sector opuesto al proceso de conversaciones de paz emprendido por el actual presidente colombiano y aceptado por las principales figuras de las FARC parecen cobrar sentido ante este tipo de reacciones, amén de otras preocupaciones que puedan desprenderse del curso de los encuentros que ahora tendrán como escenario la capital cubana.
Tal vez el error principal de la parte gubernamental en la mesa de negociaciones consista en haber iniciado este paso sin haber emprendido uno de los puntos que las guerrillas incluye en su agenda y que figura en su favor como elemento justiciero. La reforma agraria que los dirigentes rebeldes reclaman como fuente motivadora de su lucha debió ser resuelta, o por lo menos encaminada, mucho antes de que se llegara al momento de los acuerdos. Con ello quedaría desmontado uno de los pilares fundamentales que confiere a los contendientes cierta justificación moral a sus propósitos belicistas. Si en definitiva la solución se produjera por la vía dialogada, lo cual sería indudablemente algo positivo para la sociedad colombiana, el resultado quedaría gravitando a favor de los guerrilleros como uno de los objetivos o logros obtenidos tras largos años de enfrentamiento.
Pero sin dudas la meta más importante trazada por la dirigencia de las FARC es alcanzar el poder, aspecto cuya legitimidad pocos parecen discutirle a la guerrilla. Ni siquiera el propio gobierno que los ha enfrentado. “Las FARC tienen que dejar las armas, hacer política y ganar las elecciones para plantear su programa.” La afirmación proviene del jefe de la delegación gubernamental Humberto de la Calle durante el acto de lanzamiento de la negociación de paz celebrado en Noruega, país garante del diálogo junto con Cuba. Un planteamiento que apoyan importantes líderes internacionales incluyendo el presidente de los Estados Unidos.
Ahora resulta que el gobierno constitucional legitimado por las leyes y el voto de los ciudadanos debe dar garantías de que cualquier partido político puede empezar a funcionar dentro de las instituciones, incluyendo a quienes durante décadas lo han desconocido hasta el punto de intentar derrocar la democracia. Hasta hay quienes urgen a la parte gubernamental para que ese proceso se implemente de manera paralela a las negociaciones haciendo con la creación de un partido político, movimientos sociales o sindicales, y que estos se integren lo antes posible. Es evidente que la mejor parte la lleva la representación de las FARC cuya meta primaria es la conquista del poder por cualquier medio. No importa si por ello deben pagar una simbólica estancia en una cárcel. Saben que no será por mucho tiempo. Las urnas no solo les retornarán a la libertad inmediata sino que los auparán con la victoria que no pudieron alcanzar con las armas. Habría que ver su reacción si se les planteara el veto a participar de la vida política ni a ocupar cargos de gobierno, sea de por vida o por un periodo significativamente largo, como condición de reinserción social. Aunque no se llegue al paso por una prisión.
Álvaro Uribe seguramente estaría de acuerdo con esa salida. El ex presidente colombiano muestra su preocupación por la elegibilidad política de quienes califica de narcotraficantes, secuestradores y extorsionistas. No le falta razón a Uribe. Convertido en uno de los más férreos críticos de la política conciliatoria de su sucesor, Álvaro Uribe tiene en cuenta los riesgos de unas conversaciones que tengan como resultado facilitar a los viejos enemigos de la democracia colombiana arribar al poder por el camino de la legalidad electoral. Sabe que ellos cuentan con el respaldo de una generosa participación que no escatimará recursos para que la nación colombiana termine formando parte del arco bolivariano configurado al estilo chavista.
No es difícil suponer que el plan existe. Tal vez si le preguntaran a Santrich y a Márquez sobre esta posibilidad ellos lo negarán diciendo que no existe agenda oculta en su lado o de manera desenfadada vuelvan a hacer bis entonando quizás, quizás, quizás…