FORT WORTH, Estados Unidos.- En el fondo, lo de Cuba habrá sido una aberración intelectual. Lo digo pensando en mis largas conversaciones en Berlín con amigos alemanes que vivieron 40 años de amargura en la para siempre difunta República Democrática Alemana (R.D.A). Ellos pasaron aquellas cuatro décadas haciéndose la única pregunta que entonces les parecía racional: “¿Cómo es posible que soportemos tanta humillación?”. Cuando cayó el Muro, cayó también la careta odiosa de los liberticidas, junto a la careta patética de los que se acomodaron, unos más y otros menos, para sobrevivir en aquel infierno inquisitorial. Aquello se desmerengó en un santiamén.
En Cuba, la banda armada, la firma, o como se le quiera llamar, sabe que al final será derrotada porque fracasó en todos los órdenes, y porque la propia dialéctica de cualquier poder omnímodo lo desliza hacia el abismo por su propio peso.
Los cubanos deben aprovechar el referéndum que organiza el régimen en febrero para mandar un mensaje claro, aunque ya sepamos que la trampa está atada y bien atada y que “la enardecida mayoría del pueblo revolucionario votará Sí”.
Un No masivo será una señal fuerte en dirección de los alabarderos aterrados que, dentro del mismo sistema castrista, entienden que el país se hunde, a manos de un reducido grupo de individuos que pretenden no rendir cuentas ante esa historia que los absorberá y olvidará en una mezcla de odio y espanto.
Nos consta, siempre pasa así, que prácticamente todos los destinos personales de los pontífices vitrificados, en los países del bloque soviético, desaparecieron del mundo sin armas ni pertrechos y, si hubo excepciones, fueron las de los que pudieron vender algo al enemigo.
Cubano, vota ¡NO! en el referéndum de febrero.