LA HABANA, Cuba. – “Estudiamos y trabajamos así, para que la Revolución tenga sus hoteles así”, es lo que reza en un meme que circula en redes sociales, donde se muestran dos imágenes contrapuestas.
En la primera, la oscuridad de nuestro día a día, los apagones; en la segunda, un hotel plenamente iluminado. Y no cualquier hotel, sino el recién inaugurado Grand Aston, de súper lujo, construido en plena pandemia, mientras en Cuba “los de abajo” sobrevivíamos —y aún continuamos sobreviviendo— por obra y gracia de las donaciones y remesas.
Pero dicen los “expertos” del régimen que la construcción de hoteles es algo “normal” en el ámbito internacional, y en verdad no hay lugar para dudar de tal afirmación. Sin embargo, por su propio bien no debieran andar por ahí publicando esas cosas porque, lo que no es “normal” en el mundo, como ha preguntado alguien por ahí, es el porqué en Cuba, si los médicos estudian seis años cobran menos que un policía que solo estudia tres meses.
Así pudiéramos, hasta casi el infinito, hacernos preguntas similares que no precisan de respuesta alguna para comprender que nuestro país, debido a los efectos devastadores de un régimen comunista enquistado en el poder por más de medio siglo, no admite comparación con ningún otro lugar del planeta.
Sabemos las respuestas a la pregunta, evidentemente retórica, sobre los salarios de médicos y policías, no obstante ha sido ampliamente contestada en redes sociales porque, con una simple contraposición, describe cuán absurda, cruda y perversa es la realidad que nos han impuesto a fuerza de represión y experimentos económicos y sociales fracasados (o quizás no tan fallidos, y entonces en ese “éxito” que nos estarían escondiendo de modo muy torpe, habría aún mucha más perversidad).
Hay en el ciberespacio, además de los “auto-memes” y chistes generados por la “primera dama” (que debido a sus publicaciones en Twitter, pudiera estar a punto de ser declarada por su esposo como el enemigo número uno de la “Continuidad”), otras bromas “muy en serio” que se han vuelto virales precisamente porque, al igual que los ejemplos anteriores, han sido capaces de hacernos traducir a una sonrisa lo que muchos de nosotros pensamos con enojo desde el más puro hartazgo.
Porque estamos conscientes de quiénes son los culpables de tanta miseria pero, además, de que esta vez nuestra situación no mejorará ni un ápice, no solo porque no encontramos signos de mejoría por ninguna parte sino porque los figurines del régimen, entre ellos el ilustre ministro de Economía, nos lo están gritando a la cara, sin pudor, en cada intervención televisiva cuando dicen cosas así como que las “utilidades son excesivas”, la “inflación es importada”, las tiendas MLC “llegaron para quedarse” o que los precios bajarán ¡cuando haya producción!
¿Producción en un país que se va quedando sin fuerza laboral debido a la baja natalidad y a las recurrentes oleadas migratorias? ¿Inflación “importada” cuando el mismísimo Marino Murillo, ex “zar de las reformas”, dijo que se trataba de un efecto negativo esperado durante esta encerrona financiera que en realidad ha sido la Tarea Ordenamiento?
Y todo esto —incluidos los disparates— es lo que dicen públicamente, lo que han sido autorizados a decirnos, de modo que ni quisiera imaginar las malas noticias que se guardan para ellos.
Por más que se esfuerzan en justificar lo injustificable con galimatías y gráficos de Power Point (y precisamente por tanto ridículo), la lluvia de memes y burlas no cesa porque, despojados de recursos para enfrentarlos, solo nos queda el sarcasmo, el choteo que aunque, en ocasiones se parezcan mucho a la resignación, en realidad no son poco cuando se sabe usarlos bien, cual látigo con cascabeles en la punta, como dijera José Martí.
El mediocre teme tanto a la burla que frente a la risa o algo que se le asemeje se torna torpe y, en consecuencia, vulnerable, aunque también, por momentos, más peligroso. Así que los cascabeles de estos tiempos, que ojalá sean finales y definitivos, deben ser de acero y con puntas afiladas, para que de ningún modo al golpear parezcan caricias.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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