LA HABANA, Cuba.- Es cierto que dos bombas atómicas norteamericanas, en agosto de 1945, acabaron con dos ciudades japonesas, donde murieron más de 140 mil personas. También es cierto que desde cuatro años antes –algo que al parecer no sabe Fidel Castro, pues hizo caso omiso del suceso en su última reflexión, a la vez que volvió a atacar al ahora “vecino del norte”- , Japón planeaba hacer lo mismo contra ciudades de Estados Unidos. Sólo que los americanos se adelantaron.
Mientras se sabía todo sobre el Proyecto Manhattan, referente a la creación de las primeras bombas atómicas norteamericanas y los primeros trabajos de los físicos alemanes, no se sabía que Japón trataba de obtenerla, un secreto muy bien guardado, descubierto en 1985.
La historia comienza en mayo de 1941, cuando el general japonés Takeo Yasuda, jefe de la Dirección de Ciencia y Técnica de las Fuerzas Aéreas, recibe la orden de fabricar bombas de uranio de gran potencia.
El profesor Ioshio Nishima, famoso por sus investigaciones y alumno en su juventud de Niels Bohr en Copenhague, encabezó el trabajo, al que finalmente llamaron Proyecto Ni, el primer carácter de su nombre.
Con el fin de lograrlo cuanto antes, liberaron del servicio militar a más de cien jóvenes científicos, que se pusieron a disposición del profesor Nishima. Poco después, le comunicó al Primer Ministro de Japón que la creación de la bomba atómica era posible.
Una conversación entre el Primer Ministro y el Coronel Kawahima, jefe del Estado Mayor, fue grabada y conocida mucho después:
-¿Ha oído usted hablar sobre la Bomba Atómica?-preguntó el Primer Ministro Tojo al Coronel-.
-No –le respondió.
-Pues una Bomba Atómica podría cambiar la marcha de la guerra.
-Ocúpese de los trabajos para crearla. Dinero, materiales, mano de obra, todo. Recibirá todo lo que requiera. Pregunte todo lo que necesitan.
Fue entonces que los japoneses se enfrentaron a un problema: cómo conseguir suficiente uranio.
Según las fuentes consultadas, aún no se sabe con certeza si Adolfo Hitler aceptó enviar el uranio necesario, cuando los japoneses lo solicitaron a Alemania. Pero sí se sabe que un submarino alemán, que transportaba a Japón una tonelada de uranio en 1943, fue hundido por barcos norteamericanos en las cercanías de Malasia. De esa forma, los japoneses decidieron buscar el mineral en la prefectura de Fukushima, aunque fuera de baja calidad.
También se sabe hoy que donde primeramente querían lanzarla era en Saipán, una isla del Pacífico donde habían desembarcado setenta mil marines y donde se libraban encarnizados combates.
Tanto se esforzaron los japoneses en lograr la Bomba Atómica que se hizo una gran movilización de adolescentes escolares, con el fin de obtener el mineral requerido. Más de quinientos niños buscaban afanosamente entre montones de piedras los trozos de color negro, que lograban llevar hasta la fábrica de enriquecimiento.
Llegó el año 1945 y los japoneses vieron cómo aviones norteamericanos destruían en Tokio los edificios donde se trabajaba el Proyecto Ni.
El Premio Nobel en Física, Hideki Yukawa, fue de opinión que fabricar la bomba atómica estaba por encima de las fuerzas de Japón.
El 6 de agosto Hiroshima se redujo a cenizas. Unos días después llegaron al lugar todos los jefes del Proyecto Ni. Querían ver el resultado de lo que ellos hubieran querido lograr con su trabajo, pero como los altos militares de Japón no se daban por vencidos, planearon lanzar la noticia de que todos los expertos en física nuclear habían muerto en los bombardeos de Tokio. Había que lograr la bomba en un plazo de seis meses, escondidos los científicos en una ciudadela subterránea. Incluso tenían la idea de hacerla explotar en la plaza de armas ocupada por el enemigo.
No se logró. Los científicos se dieron por vencidos. No había el uranio necesario ni electricidad.
-No tenemos nada –dijeron.
-Seguiremos trabajando hasta lograrla –respondieron los militares-. Si no es para esta guerra, será para la próxima.
(Fuente utilizada: Revista Sputnik, y periódico Pravda, de agosto de 1985 y de distintos sitios de Internet)