GUANTÁNAMO, Cuba.- Los cristianos no hacen bien para pregonarlo, mucho menos para hacer política con sus acciones. Como dijo Jesús y aparece en el Evangelio de San Mateo, la mano izquierda no debe saber lo que hace tu derecha si de misericordia se trata.
El periódico Venceremos, órgano oficial del comité provincial del partido comunista en Guantánamo, publicó el 18 de noviembre un reportaje titulado “Cristianos en la recuperación de Baracoa. Con fe humanitaria conectada”, del periodista Víctor Hugo Purón Fonseca, en el que se describe la labor realizada por denominaciones cristianas protestantes, pertenecientes al Consejo de Iglesias de Cuba (CIC), pero no menciona la participación de la Iglesia Católica en la ayuda que se ha hecho llegar a los damnificados, no sólo de la ciudad primada, sino también a los de otras zonas perjudicadas por el huracán.
La fe por sí sola no basta
La fe y la acción cristianas van muy unidas. Una fe sin hechos está vacía, así lo enseñó el Apóstol Pablo y muchos católicos han asumido muy bien la enseñanza.
Al día siguiente del paso del huracán, nuestro Obispo, la misionera Eusebia Abillú y Mario, chofer del obispado, partieron de madrugada hacia Baracoa. Debido al estado de las vías llegaron a dicha ciudad 20 horas después. Según el propio Obispo escribió en su crónica “A 4 días del paso del huracán por la diócesis”, lo reconfortó mucho ver que los sacerdotes y las religiosas de Baracoa y Maisí estaban junto al pueblo, acompañamiento que se mantiene.
A pesar de décadas de “ateísmo científico” la mayoría del pueblo cubano manifiesta su fe de diversas formas. Lo constató el Obispo ese día cuando el jefe de una brigada de linieros de la empresa eléctrica le pidió que rezara por ellos porque estaban trabajando con corriente. Lo confirmó un campesino de Maisí al recibir la primera ayuda luego de 72 horas del paso del huracán, cuando le dijo al joven que se la entregó: “Estoy bautizado pero hace más de cincuenta años que no voy a la Iglesia, a partir de ahora no faltaré a misa”.
Y es que la ayuda de la Iglesia Católica comenzó a llegar de inmediato. Las parroquias de Guantánamo cocinaron para los damnificados inmediatamente después del paso del huracán, acopiaron agua hervida y compraron agua mineral para llevarles cuando todavía no recibían ninguna ayuda gubernamental. Menos de 72 horas después del paso de Matthew, por carreteras intransitables, los jóvenes de nuestra Iglesia comenzaron a trasladar ropa y comida donadas por los fieles a esas comunidades, guiados por los sacerdotes.
Varios jóvenes católicos de Bayamo se aparecieron en un microbús para brindar su ayuda y el propio Arzobispo de Santiago de Cuba, Monseñor Dionisio Rodríguez, trajo un cargamento de víveres. Mucha de la ayuda que han recibido y todavía reciben los damnificados ha sido enviada por hermanos de nuestra Iglesia desde lugares tan distantes como Kenia, Brasil, Argentina, España, Italia, Angola, Canadá, Alemania y Nueva Zelanda. También ha llegado ayuda desde las Iglesias de República Dominicana, Colombia y Estados Unidos.
Nuestro Obispo ha dejado constancia en sus crónicas de ese otro “huracán bueno”, conformado por acciones de la Iglesia universal, pero también de personas como esa mujer dominicana que lo reconoció en el aeropuerto de Santiago de Cuba, cuando iba hacia Santo Domingo a recoger una ayuda, y le dijo: “Tome estos cinco euros y cómprele una sabanita a algún damnificado”. O de una camagüeyana nombrada Raquel, trabajadora de Etecsa, que se propuso hacerle llegar un juguete a los niños de Maisí e involucró en su proyecto a compañeros de trabajo, familiares, vecinos y amigos. Decenas de juguetes ya fueron distribuidos. O como la visita del Nuncio Apostólico, Monseñor Giorgio Lingua, quien visitó junto con nuestro Obispo las zonas afectadas. Pudiéramos mencionar también a los jóvenes de Santiago de Cuba que se unieron a los de Guantánamo para ayudar a levantar paredes y techos en las zonas afectadas, o a los niños de La Milagrosa, que le dijeron al sacerdote claretiano Arturo González que la merienda que les ofrecen en el catecismo la enviara a los niños de Baracoa. Así han actuado cientos de personas e instituciones que con algún gesto se han hecho presentes en estos momentos difíciles.
Mención especial merece el equipo de Cáritas diocesano, dirigido por la Dra. Maribel Abillú, porque ha demostrado gran eficacia en la distribución de la ayuda recibida de otras diócesis cubanas y del mundo.
Desconozco el monto de la ayuda material que ha brindado nuestra Iglesia. Sea cual sea reconforta saber que estuvo desde el primer momento al lado de los damnificados y continúa haciéndolo.
Monseñor Willy ha expuesto claramente que las tareas más importantes son: No dejar de celebrar la misa dominical, especialmente en los lugares donde se ha caído el templo; invitar a todos a orar, como lo hizo Moisés, intercediendo por nuestro pueblo; darle comida a los que tienen hambre y estar con la gente allí donde están, recogiendo sus lágrimas, levantándoles el corazón, sembrando esperanza, diciéndoles como el Apóstol Pablo. “No tenemos ni oro ni plata, pero lo que tenemos se lo damos”.
Creo que eso hay que decirlo, mucho más cuando incomprensiblemente se silencia.