LA HABANA, Cuba. — Me reprochan algunos lectores haber sido demasiado severo con Eduardo Heras León en la nota que publiqué ayer en CubaNet con motivo de su fallecimiento, así que considero pertinente hacer algunas precisiones.
Admiraba a Heras León como escritor y como formador de narradores en el Centro Onelio Jorge Cardoso, pero nunca pude entender su lealtad al régimen que tanto lo apaleó. Me daba lástima, vergüenza ajena, cada vez que lo escuchaba proclamar su fidelidad a la revolución y declararse orgulloso de haberse dedicado a ella en cuerpo y alma.
En 1971, Pasos en la hierba, que había ganado mención en el Concurso Casa de las Américas, provocó tal irritación en las altas esferas del régimen, particularmente en Raúl Castro, por entonces ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), que Heras León fue vetado, insultado, sometido al ostracismo y enviado a purgar sus culpas trabajando en la Antillana de Acero.
Los comisarios le habían tomado ojeriza a Heras desde su primer libro, La guerra tuvo seis nombres, que ganó el Premio David de la UNEAC en 1968. En los cuentos de aquel libro, Heras recogía sus experiencias y las de algunos de sus compañeros de armas en Playa Girón. Recordemos los seis protagonistas de aquellos cuentos: el inseguro y obsesivo Pardo; Mateo, el adolescente artillero; Modesto, que se suicida porque no puede resignarse a que varios compañeros suyos murieran por culpa de su error al dar unas coordenadas de tiro de morteros; Piedra, indeciso a la hora de dar órdenes a sus soldados; Rogelio, que cuando está a punto de ingresar en el Partido Comunista, es acusado por uno de sus antiguos compañeros, en silla de ruedas, de fingirse herido en la batalla; y el desconcertado Eduardo, que es homenajeado a pesar de no haber combatido.
¿Cómo iban a tolerar los mandamases y sus comisarios que en los relatos de Heras León los “combatientes revolucionarios” mostraran dudas, debilidades, flaquezas, miedo?
Heras no fue rehabilitado hasta finales de la década de 1980. Para entonces, ya había entrado por el aro y, haciendo de tripas corazón, incursionaba en el realismo socialista.
Si cuesta trabajo ponerse en el lugar de Heras para entender su fidelidad a la Revolución, más difícil es entender los motivos del ensañamiento de los mandamases.
¿Cómo pudieron dudar de la adhesión de Heras, que aún sin cumplir los 20 años se unió a las milicias, peleó en Girón como segundo jefe de una batería de morteros de 120 milímetros, y luego en el Escambray, solo porque en su libro, que según él, era “marcada y tendenciosamente revolucionario”, rehuyó regodearse en el panfleto y las consignas?
Pero Heras León se mostró tan paciente como Job para entender y justificar el ensañamiento en contra suya de los mandamases.
Entrevistado por Alberto Garrandés para su libro de ensayo sobre la literatura cubana de los sesenta El concierto de las fábulas (Editorial Letras Cubana, 2008) Heras se mostró comprensivo respecto a los motivos que tuvieron para censurarlo a él y a los otros cultores de la narrativa de la violencia: “Recuerdo que en aquellos años discutíamos mucho acerca del llamado panfleto y tratábamos de huir de él a cualquier precio. Creo que en aquellos años, turbulentos en el sentido de que se estaban produciendo grandes polémicas estéticas, una literatura como la nuestra, la que escribimos Jesús Díaz, Norberto Fuentes y yo, necesariamente tenía que chocar con los estereotipos de la época y la polarización de fuerzas y puntos de vista socioculturales. Era una literatura crítica, escrita desde dentro de la propia Revolución, no tenía que explicitar su apoyo, porque ello hubiera marcado una distancia, centrada más en el hombre que en el contexto, visto desde sus contradicciones, sin ocultar ninguna”.
De los 14 escritores entrevistados por Garrandés para El concierto de las fábulas, solo Miguel Barnet, Graziella Pogolotti y Eduardo Heras León se mostraron en paz, sin rencores, obedientes al régimen. Dijo Heras: “Si volviera a vivir esos años, haría lo mismo, a pesar de sufrimientos, incomprensiones e injusticias. Creo que hice lo que tenía que hacer. Y me siento orgulloso de ello”.
¿Cómo puede explicarse tanta sumisión y masoquismo?
ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.