MONTEVIDEO, Uruguay, mayo, 173.203.82.38 – “No tengo a Superman, tengo a Elpidio Valdés / y mi televisor fue ruso ”: así dice una de las canciones del trovador cubano Carlos Varela. Estos versos marcaron a aquellos jóvenes que buscaban en la década del 90 del siglo pasado –o sea, más o menos 20 años respecto del hoy– una manera directa de reconocerse en los referentes artísticos de su generación.
Esto es lo que debería ocurrir siempre, en Cuba y en cualquier parte, pues la rebeldía para elegir por cuenta propia suele ser inherente a la juventud. Sin embargo, hay algunas marcas de indeleble cubanía en esos versos: Varela dice que el héroe que tiene es nacional (un guerrero nacionalista), como casi todos los héroes reivindicados por la Revolución cubana. Dice también que no tiene a Superman; porque, en esa época, hasta escuchar música en inglés era un “problema ideológico”. Y porque, como ahora, el imperialismo y el gobierno de los Estados Unidos eran los enemigos tangibles y los principales culpables de casi todos los problemas en Cuba. Aunque, en esa época, todavía no había tantos turistas extranjeros en La Habana ni en otras partes del país. Hoy sí. Hoy, además del dinero que se gana todavía con sudor cubano y cuyos billetes llevan los rostros de los héroes cubanos de siempre (Carlos Manuel de Céspedes, Camilo Cienfuegos, Máximo Gómez… y hasta el peso con el rostro de José Martí), hay otra moneda cubana circulando por todo el país (el peso convertible: cuc). Y esa moneda paralela sigue imponiéndose en todos los rubros del consumo, pero sin que la mayoría del pueblo pueda ganarla ni evitarla siquiera en las necesidades cotidianas: comprar un litro de aceite, un par de jabones, zapatos para que un hijo vaya a la escuela…
Paralelamente también circulan, con valor de cambio oficial, el euro que deben llevar los turistas (pues los favorece la cotización) y los dólares (ahora menos penalizados, que envían o llevan los cubanos exiliados y los emigrados económicos). En resumen: hoy en Cuba la primera diferencia clasista más evidente es por la moneda con que se paga el trabajo o, algo aun peor, con cuál moneda se compra y se vive sin trabajar.
Otra marca de cubanía indeleble en esos dos versos de Carlos Varela es que la realidad y los héroes nacionales de entonces se veían en televisores rusos; o soviéticos, como en verdad correspondía a la geopolítica del pasado. Por eso cuando en 1991 se terminó de desplomar la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (¡incluso hasta el nombre pesaba un montón!) y comenzaron, a pecho abierto, las penurias del Período Especial cubano, Elpidio Valdés siguió ahí, en la pantalla, sin fatiga, dándole a los niños revolucionarios entretenimiento y alegrías. También siguió derrotando a golpe de machete a sus enemigos españoles de ficción; porque ahora, en la realidad nacional cubana, los españoles volvían de vacaciones o como inversores para hacerse cargo del negocio del turismo.
Hoy no. Ya no. Ahora también hay otros capitales de otros países capitalistas invertidos en otros rubros, y el gobierno cubano dice que quiere que vengan más para mantener y sostener el socialismo. Cuestión de ver y creer, ¿no? Mientras tanto, la generación que nació con la Revolución ya peina canas, sigue esperando una oportunidad de ascenso social, comparte la casa con sus progenitores y sus hijos adolescentes o jóvenes; quienes miran con escepticismo o desinterés la obstinación política de sus padres preocupados todavía por los recuerdos de aquel proyecto de sociedad donde ellos eran o serían “el hombre nuevo”. Esa imagen arcádica de un pasado que ya no existe, ni se dice que ya no existe. Esa imagen que ya sólo perdura en los carteles que cada tanto repintan.
Mientras, la generación que logró el triunfo armado de la Revolución, aunque ya son abuelos y bisabuelos, sigue haciéndose cargo de gobernar el presente, como desde hace más de cincuenta años, y se sacrifica para proyectar y hacer los cambios necesarios para gobernar también el futuro. Incansablemente, hasta la muerte. ¿Pues qué se puede esperar de una o dos reelecciones más con la edad de Raúl Castro y de los que esperan turno con posibilidades reales de gobernar?
Sin embargo, sus contemporáneos que no gobiernan también son demasiado viejos, o demasiado muertos, o son tan viejos y anónimos que no llegan a jubilados ni a muertos. Y todos: abuelos, padres, hijos y nietos en muchas casas comparten el mismo televisor chino que ya les cambiaron por el anterior soviético. Y así, cuatro o cinco generaciones de cubanos, cuando no hay apagón, se juntan y siguen viendo las aventuras de Elpidio Valdés . Y Elpidio sigue dando las mismas cargas al machete, a los mismos enemigos, en la misma dirección de la pantalla. ¿Por qué?
Y es que en la Cuba socialista la relación con la ejemplaridad y el valor de los héroes no es sólo cosa de adultos. Al contrario, comienza desde muy temprano. Y cuando un niño entra a la escuela se inicia como pionero comunista; y de pionero en adelante, si se ajusta a los requerimientos sociales y políticos del sistema, muchos serán los pactos con los héroes de la patria que tendrá que asumir, defender y respetar. Porque como dispone la Constitución de la República de Cuba (Capítulo 1, Artículo 3): “En la República de Cuba la soberanía reside en el pueblo, del cual emana todo el poder del Estado. Ese poder es ejercido directamente o por medio de las Asambleas del Poder Popular y demás órganos del Estado que de ellas se derivan, en la forma y según las normas fijadas por la Constitución y las leyes. Todos los ciudadanos tienen el derecho de combatir por todos los medios, incluyendo la lucha armada, cuando no fuera posible otro recurso, contra cualquiera que intente derribar el orden político, social y económico establecido por esta Constitución. El socialismo y el sistema político y social revolucionario establecido en esta Constitución, probado por años de heroica resistencia frente a las agresiones de todo tipo y la guerra económica de los gobiernos de la potencia imperialista más poderosa que ha existido y habiendo demostrado su capacidad de transformar el país y crear una sociedad enteramente nueva y justa, es irrevocable, y Cuba no volverá jamás al capitalismo ”. No se juega con eso. Tampoco es tan simple como prender o apagar el televisor.
Ahora se dice que la realidad del país cambiará porque van a permitir la compraventa de casas y autos, que los cubanos podrán viajar como turistas, que cualquiera puede sacar una patente y ponerse a trabajar por cuenta propia… En fin, todos esos cambios que ojalá se multipliquen y se concreten, sin límites ni custodios. Ahora también parece prudente pensar y recordar que los salarios en Cuba no llegan a 30 dólares. O menos. No ahora, sino durante décadas. Y si el sueldo no alcanza de un día a otro, de un mes a otro, de un año a otro… ¿Quiénes pueden hoy en Cuba comprar una casa, un auto y pasajes de avión? Ojalá primero haya más trabajos, mejores pagos y en una moneda única y fuerte. De lo contrario, todo seguirá ocurriendo como en los dibujos animados de Elpidio Valdés: desde la pantalla y con el mismo final recurrente.