
GRANMA, Cuba. – El ejercicio de vigilancia popular para impedir el trasiego y comercialización ilegal de mariscos, carne de res, arroz, frijoles, frutas y otros alimentos de los que carecen los pobladores del municipio Niquero, en Granma, sirvió para homenajear el 152 aniversario del Grito de La Demajagua y, de paso, advertir a la población que sólo tendrán acceso a los productos normados por la libreta de racionamiento.
Durante una alocución en la emisora Radio Portal de la Libertad, de ese municipio sureño, el primer secretario del partido en la localidad, Fernando López, señaló que por un territorio bañado por las impolutas aguas de playa Las Coloradas –sitio por donde desembarcaron los expedicionarios del yate Granma-, no asomarán las subversivas langostas o especies de bonitos sin ser decomisados, y enviados a prisión o multados quienes “trafican” estos productos.
Por otra parte, Zulema Rodríguez, una militante del partido que integra el grupo de dirigentes y miembros destacados de las organizaciones de masa que participaron en el ejercicio, parada sobre los roquedales de Cabo Cruz, gritó: “¡No pasarán!”.
Ante la mirada atónita de tracatanes y sumisos ciudadanos convocados al ejercicio de Control y Seguridad en el contexto de la “nueva (a)normalidad” impuesta por las autoridades del país, el deplorable remedo de Dolores Ibárruri aseguró que se refería a los mercachifles de papas, yucas, boniatos, fongos y otros productos agrícolas o marinos que sirven a los intereses del enemigo.
La ovación no se hizo esperar. En medio de lemas y consignas como “no pasarán”, “lo mío primero”, “cien por ciento cubano” y “para lo que sea, Canel, para lo que sea”, la diezmada tropa de hambrientos, patético y sometidos continuó su “fecundo” recorrido por sitios de interés del municipio, como la cooperativa pesquera Adalberto Pesant y el central azucarero Roberto Ramírez, que no tributan pescado ni azúcar al consumo de estos “revolucionarios” enardecidos.
Mientras tanto, y con las orejas pegadas al radio receptor y la mirada perdida en el fogón apagado y la tierra baldía, los pobladores Alegría de Pío, Pozo Empalao, Hato, Estacadero y Piloncito se cruzan de manos o se ponen a orar por un cambio de rumbo sin tantas promesas y más surtidos -al alcance de todos-, pues en la Mesa Redonda sólo come el partido.
De igual forma, pero en otros intrincados asentamientos poblacionales del municipio, como Casimba, Montero, La junta, Caña Amarga y Jagüeicito, numerosas familias al borde de un ataque de nervios se devanan los sesos por encontrar la fórmula para sacar un hijo, un nieto o un sobrino de los hierbazales patrios que inundan la serranía y ponerlo en los Estados Unidos para recibir remesas y olvidarse de los bajos precios por cosechas y la falta de aperos de labranza e insumos.
Sumidos en un desabastecimiento de alimentos general, sin otra cosa para bañarse o fregar que hierbas, agua de pozo y del río y estregarse con los dedos, estos nuevos mambises del Siglo XXI, oyen hablar de la Tarea ordenamiento y la unificación de la dualidad monetaria y cambiaria como quienes escuchan caer los truenos a lo lejos, y sienten miedo.
Por eso, ni las promesas de una reforma salarial ni el reiterado anuncio de nuevos derroteros sociales y económicos para el país los hace creer o mover un dedo. “Que griten y estallen de alegría y esperanza los acomodados y los necios, me dijo un campesino niquereño, que yo, ante tanta histeria colectiva, vigilancia y asedio, no salgo a criticar ni aplaudir: sólo guardo silencio.
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