LA HABANA, Cuba. – Van Gogh esta entre los más grandes artistas de la historia del mundo. Van Gogh sigue siendo un genio. Van Gogh fue un genio y también un pedigüeño. Y si no me cree el lector, le recomiendo la lectura de ese tomito extraordinario que son las cartas de Vincent a su hermano Theo, esas que se reunieran bajo el título de Cartas desde la locura, y que hoy me ayudan a soportar las miserias cubanas.
Leer esas cartas que escribió el genio a su hermano Theo me ayudó a entender su desesperación y también la mía; por ellas conocí de sus carencias, y de su creación. Quien enfrente esa escritura epistolar conocerá de primera mano las carencias del genio desde su naturalidad, con tanta naturalidad que hasta podría reconciliarnos también con nuestras carencias.
El lector sufre reconociendo los constantes pedidos de ayuda económica que reclama el pintor a su hermano Theo. Van Gogh relata al brother sus días parisinos y le pide dinero, siempre pide dinero. Y quizá por eso las Cartas desde la locura, escritas en un París ya lejano en el tiempo, tengan tristes coincidencias con los epistolarios cubanos de hoy, sin la majestuosidad de las cartas a Theo; así que el parentesco entre aquel epistolario con los escritos en Cuba, en sus exilios e insilios, no tienen la gracia de aquel genio, pero si las pedigüeñas intenciones.
Van Gogh escribió mucho a Theo, y por la lectura de esas cartas hasta he llegado a imaginarlo en Cuba. Ya sé, lector, que La Habana no es aquel París que conoció al genial loco de Zundert, pero aun así he pensado en mí, y en él, escribiendo “mails desde la locura”.
Si esas cartas hubieran sido escritas en estos días serían muchísimas más, y en lugar de cartas se llamaran mails o mensajes de WhatsApp. De esa manera los hermanos no habrían tenido que sufrir la ansiosa espera de respuestas enviadas a través del correo tradicional, ese que en la Isla alcanza el cartero con retardo, con más retardo que aquellas escritas en el París que conoció Van Gogh.
Creo que Vincent habría adorado la inmediatez de esos mensajes de WhatsApp, cualquier comunicación a través del ciberespacio, cualquier cosa que construyera en dinero sus reclamos de dinero. Vincent habría adorado esas rápidas transferencias de dinero, esas que son como las que reciben los cubanos con “FE”, es decir, con “familia en el extranjero”.
Reclamos como esos que hiciera el pintor a su hermano Theo son muy comunes en la Cuba de hoy, y más rápidas y sustanciosas las respuestas que en esos tiempos de Van Gogh. Reclamos como esos han vuelto muy comunes en la Cuba de hoy. Aquellos pudieron llamarse transfers go, mientras que son “remesas familiares” en nuestros días comunistas.
En todo eso me hizo pensar la relectura de esas cartas de Van Gogh a su hermano, y más en estos días habaneros en los que se instrumentó esa cosa a la que han dado en llamar “La Nación y la Emigración”, ese engendro comunista que juntó en La Habana, en el Palacio de las convenciones, a cubanos que viven fuera con el poder comunista.
Los anfitriones de esas conferencias son los mismos que gritaron “Pin pon fuera, abajo la gusanera”; los invitados son esos a los que se les prohibió entrar a la Isla, y durante mucho tiempo. En esa, muy visibilizada reunión, no se mencionaron los destierros, esas expulsiones que se hacen tan comunes en estos días a para muchos cubanos “incómodos” para el poder.
Y después de tanto castigar proponen un diálogo los comunistas; proponen diálogos en los que, invitados e invitadores se enredan en largas parrafadas, y se abrazan en melosas reconciliaciones, quizá por eso no dejo de preguntarme cuántos cubanos encerrados en las UMAP estuvieron conversando en estos días en el Palacio de las Convenciones.
¿Cuántos de los que hicieron trabajo esclavo en aislados campamentos vinieron a reunirse en La Habana con el poder comunista? ¿Cuántos de los que fueron tildados de traidores coquetearon con los dictadores en La Habana de ahora mismo?
Hoy invitan al diálogo y a la cooperación. Hoy los cubanos del poder escriben cartas a sus muchos exiliados, los invitan a dialogar. Hoy escriben cartas, convocatorias, sin la gracia ni el ingenio de Van Gogh. Hoy se desgalillan, unos y otros, gritando consignas, haciendo loas, una especie de “Cartas desde una nueva locura”, sin la gracia del genio que sigue siendo Van Gogh.
Después de hundir embarcaciones y de hacer caer aviones, reclaman el diálogo, solo que no tienen la gracia del pedigüeño Van Gogh. Esos cubanos que inundaron el Palacio de las Convenciones solo serán útiles si son capaces de ser como Theo, el hermano de Van Gogh.
Theo es hoy el exilio bondadoso, el que envía remesas. Theo deberá estar, en lo adelante, dispuesto siempre al diálogo. Y dije diálogo pero debí escribir monólogo. Theo deberá estar dispuesto al monólogo y a la cooperación.
Theo podría emprender una cháchara interesada con el poder, pero aun así deberá mostrar siempre sus fidelidades, y una gran disposición al acatamiento, una propensión a las genuflexiones. Theo podrá mandar ayuda a todos sus parientes enloquecidos por la miseria, pero debe ser leal al poder cubano en cualquier escenario.
Vincent, el cubano, recibirá regularmente los envíos de su hermano Theo, también cubano, pero en el exilio. Theo regularizará sus viajes, los envíos de dinero haciendo uso de esas agencias del poder cubano, como se les debió sugerir, en petite comité. Este Theo se encargará de dar color a los días cubanos de su hermano Vincent con remesas que le llegarán hasta sus casas en las manos de un agente del MININT.
Quizá Theo no sería hoy tan hostigado por Vincent si Vincent viviera en Cuba, en cualquiera de las ciudades cubanas, pero Vincent está en algún exilio, y eso hace crecer la dependencia de su hermano Vincent, y también crecen las ayudas las ayudas del hermano Theo, y la relación de esos hermanos se torna esencial para el poder comunista de Cuba.
La creación de Van Gogh dependía de las ayudas de su hermano Theo. Y si pienso, si insisto en esa relación de los hermanos, es gracias a ese encuentro en La Habana al que dieron el nombre de “La Nación y la Emigración”, esa reunión llena de burdas apariencias que hacen pensar, más que todo, en los múltiples desencuentros entre hermanos de sangre y patria.
El Gobierno cubano vuelve a organizar una reunión habanera con sus exiliados en cualquier confín del mundo, y digo confín porque los organizadores del evento siguen creyendo que son ellos el ombligo, que son ellos los que pueden denigrar y chillar “pin pon fuera, abajo la gusanera” para luego, y cuando el zapato aprieta, mostrar las puertas abiertas para proponer la entrada y el abrazo apretado.
Theo, aunque no lo parezca a la luz de la lógica de estas líneas, sería un representante del exilio, mientras Van Gogh será el “insilio” pedigüeño que reclama atenciones y limosnea sin recato, mientras que Theo responde solícito y veloz desde sus estabilidades económicas, desde sus muchos sacrificios.
El poder comunista de Cuba organiza encuentros con unos emigrados dóciles que son capaces de olvidar las triquiñuelas del pasado. Muchos de los que hoy se reúnen en Cuba, en ese evento de “La Nación y la Emigración”, no pudieron volver a su país hasta que le dio la gana a Fidel Castro, pero de eso no se habló en el Palacio de las Convenciones. Ellos volvieron cuando a Fidel se le acabaron sus peculios, cuando apretó el hambre.
Si algo me importa son los reclamos comunistas, los múltiples pedidos de ayudas a sus nacionales regados por el mundo, y las respuestas algunas veces generosas, dispares siempre. Cuba, la que prohibió entrar a los cubanos que vivían en esos múltiples exilios, invita al diálogo y propicia reuniones en La Habana, y nosotros no contamos.
Lo más revelador es que esos cubanos, que vienen dispuestos a “dialogar” se reúnen solo con el poder; el pueblo vuelve a ser un poder camuflado y travestido que finge ser pueblo una vez más. Una reunión entre “hermanos” debería exhibir una multiplicidad de signos y procedimientos en los que se hagan notar todas las aristas del asunto, pero los invitados que proceden de esos exilios son, visiblemente, los que son capaces de hacer los guiños más serviles.
Los mandamientos de estos encuentros deberían ser los de la razón y el diálogo, el entendimiento, pero en realidad todo es pura baza. En estos encuentros importan solo los exiliados, esos que están dispuestos a complacer al poder. Los dialogantes del exilio no muestran el más mínimo interés en propiciar un diálogo con la oposición que, aunque desorganizada, existe y también cuenta.
Las Damas de Blanco debieron ser invitadas a esas reuniones, y ese exilio visitador muy bien que podría pronunciarse sobre los tantísimos presos políticos que están encerrados en cárceles cubanas, aun cuando les den otro nombre.
Yo habría aplaudido la presencia de esos babosos llegados de allende los mares si hubieran exigido la presencia de una sociedad civil real, de una evidente oposición en el foro. Las Damas de Blanco no fueron invitadas a la reunión y los exiliados cariñosos no propusieron unas visitas a las cárceles.
¿Acaso tuvieron en sus agendas alguna conversación con Maykel Osorbo o Luis Manuel Otero Alcántara? ¿Qué hicieron cuando terminó el evento? ¿Acaso una relatoría de las conversaciones y debates en los que participaron? Los discursos laudatorios y la “pasadera de mano”, “el pañito y pulimento” que esconde la mugre en la mesa del debate no resuelven nada.
El poder cubano hará lo que antes hiciera Van Gogh con su hermano Theo: pedir, pedir y pedir, pero a diferencia de Van Gogh, el Gobierno no será destacado por una gran obra, una obra trascendente. Van Gogh legó una obra mayúscula que justifica, y para siempre, toda la ayuda que le solicitó a su hermano Theo.
El poder comunista anda buscando apoyos todo el tiempo, y por eso las tantas triquiñuelas. El poder quiere acercarse a un exilio que nada tiene de contestatario, a una emigración complaciente que no pone ni el más mínimo reparo al poder. Los comunistas andan a la caza del “guaniquiqui” verde, de cualquier “guaniquiqui” con poder. El comunismo cubano, que pide y pedirá más, no consigue pintar nada pese a ssus súplicas, pero sí propiciar los más tremendos chillidos de dolor.
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