GUANTÁNAMO, Cuba. – Lo vi en Cienfuegos a principios de la década de los ochenta. Vino junto con Fina García Marruz y Cintio Vitier para participar como jurado en un encuentro de talleres literarios. No me le acerqué porque, entonces, yo era un joven tímido, como el mismo Eliseo asegura que fue.
En un local del barrio de Paraíso, a la entrada de la ciudad, coincidimos un grupo de jóvenes cienfuegueros amantes de la literatura para presenciar una especie de fiesta campesina, donde el extraordinario poeta Luís Gómez deleitó a los presentes con sus impecables décimas. De lejos, yo observaba cómo ascendía el humo del tabaco de Eliseo y su rostro silencioso mientras se mecía suavemente en el sillón.
Hijo del asturiano Constante de Diego González y de la cubana Berta Fernández Cuervo y Giberga, Eliseo Julio de Jesús Diego Fernández Cuervo nació el 2 de julio de 1920 en La Habana. Su relación con la literatura comenzó cuando era un niño, luego de un viaje familiar que hizo por Francia y Suiza que influyó en su formación poética, aunque sus inicios en las letras estuvieron relacionados con la narrativa.
En el hermoso libro “La pasión de los poetas”, del argentino Jorge Boccanera, hay constancia de esos inicios. Eliseo acudía a las reuniones nocturnas que a principios de los años cuarenta se hacían en los altos de la casa 308 de la calle Neptuno, calificadas por alguien como las tertulias “El Turco Sentado”. Tales encuentros pueden considerarse como el germen del grupo Orígenes, liderado por José Lezama Lima, que dejó huellas indelebles en la cultura nacional y latinoamericana.
Según Boccanera, Eliseo acudía al lugar deslumbrado por la joven Bella García Marruz -quien luego sería su esposa y compañera de toda la vida- y era el único narrador del grupo, aunque siempre rechazaba la invitación a que leyera algunos de sus trabajos alegando que no los había terminado. Un día se decidió y comenzó a leer los borradores de lo que luego sería su primer libro, titulado “En la calzada de Jesús del Monte”, uno de los más coherentes, deslumbrantes y misteriosos escritos en el vasto panorama poético cubano.
Es sabido que, ante las dudas del entonces tímido joven, el mismísimo Lezama Lima lo conminó a publicar el poemario asegurándole: “O lo saca usted o lo publico yo con mi firma”. Fue así como Eliseo costeó la publicación de quinientos ejemplares. Luego de regalarle uno a cada amigo -según relata Boccanera- fue con Bella a “La Moderna Poesía”, donde dejó cinco ejemplares en consignación. Al referirse al suceso Eliseo dijo: “Al cabo de un año se vendieron diez ejemplares, lo que lo convertía en un best seller”.
En un país donde posiblemente el único poeta que vivía de su obra era José Ángel Buesa, el poemario de Eliseo solo fue advertido en todo su valor y magnitud por quienes, dotados de sensibilidad para aquilatar sus valores, pudieron acceder a él.
Al imponente libro publicado en 1949 siguieron “Por los extraños pueblos” (1958), “El oscuro esplendor” (1966), “Libro de las maravillas de Boloña” (1967), “Los días de tu vida” (1977), “A través de mi espejo” (1981), “Inventario de asombros” (1982), “Veintiséis poemas recientes” (1986), “Soñar despierto” (1988), “Cuatro de oros” (1990), “En otro reino frágil” (1999) ,”Aquí he vivido” y “Poemas al margen”, los últimos tres publicados póstumamente.
Fruto de su escritura en prosa son los libros “En las oscuras manos del olvido”, cuentos, (1942); “Divertimentos”, cuentos, (1946); “Versiones”, prosa poética, (1970); “Noticias de la Quimera”, cuentos, (1975); “Libro de quizás y quién sabe”, ensayos breves y prosa poética, (1989); “Conversación con los difuntos”, traducciones, 1991 y “Desde la eternidad”, antología de poesía y prosa.
Eliseo recibió numerosos reconocimientos y premios, entre ellos varios Premios de la Crítica y el Premio Nacional de Literatura de Cuba en 1986. En 1993 recibió el Premio Internacional de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo. Ese año marchó a México, donde ejerció la docencia en la Universidad Nacional Autónoma.
Según diversas fuentes, cuando eso ocurrió, otro gran poeta, el mexicano Octavio Paz, aseguró: “La muerte era lo único que faltaba a Eliseo Diego para convertirse en leyenda de la poesía latinoamericana”.