LA HABANA, Cuba.- Basta media vez que un líder político se empeñe en el comunismo, para que tarde o temprano caiga en el abismo de la derrota.
Recordemos hoy a Nikita Jruschov (1894-1971), expulsado del Comité Central del Partido de la URSS en 1964, con la aprobación de todos los que componían su gobierno. Recordemos a Stalin, a Mao, pésimos ejemplos de animales políticos.
A Nikita se le señalaron muchos errores, pero pocas veces se menciona que su mayor derrota no fue precisamente cuando aquel viejito siempre tan risueño se empeñó en instalar cohetes nucleares de gran alcance en Cuba, sino cuando insistió en sembrar la semilla del izquierdismo más ortodoxo en los países sudamericanos, tarea que continuarían el Iluminado cubano y Hugo Chávez.
El proyecto que usó Jruschov para lograr su empeño tuvo un nombre: Teología de la Liberación, que está pasando al olvido, para que América Latina se sacuda del polvo del izquierdismo más perverso y nocivo, las masas populares despierten y no se dejen manipular con ideas tenebrosas y sórdidas que, en la práctica, multiplican la pobreza y aniquilan las libertades ciudadanas.
Ion Mihai Pacepa, una de las inteligencias mayores del espionaje en Rumanía, quien desertó a Estados Unidos en los años setenta, asegura que la Teología de la Liberación, como herramienta revolucionaria, tuvo de jefes fundadores no sólo a Nikita Jruschov, sino también el general Alexander Sakharovsky, jefe de la Inteligencia Rumana durante quince años y que vale destacar que fueron precisamente ellos dos, a través de maniobras muy bien ocultas en combinación con Raúl Castro -el hombre de mayor confianza del Kremlin, mucho más que Fidel-, quienes trajeron el veneno del comunismo a Cuba al triunfo de la Revolución de 1959.
En sus entrevistas a la prensa libre del mundo, el exespía rumano sostiene que la llamada guerra de liberación latinoamericana, representada por el movimiento de la famosa Teología de la Liberación, nació en 1960 en el vientre de la KGB. Así surgieron las FARC de Colombia, con el apoyo de Fidel y Raúl, el Movimiento de Liberación de Bolivia, con Ernesto Che Guevara y otros.
“Sobre todo Jruschov -afirma Pacepa- quería quedar para la historia como el líder soviético que exportó el comunismo a América Central y Sudamérica”.
Las cabezas pastorales más prominentes de dicho Movimiento, como Frei Betto, Gustavo Gutiérrez, Henry Camacho, Leonardo Boff y los obispos Sergio Méndez y Helder Camara, de México y Brasil respectivamente, sin duda alguna que no desconocían que se trababa de una estrategia secreta de la URSS con vistas a incitar a los pobres para que se rebelaran contra regímenes democráticos de economía libre y por tanto, contra Estados Unidos.
A simple vista vemos cómo la URSS, la que fracasó poco después por su catastrófico modelo de gobierno, en vez de utilizar el pensamiento marxista-leninista para su proselitismo político en el extranjero, prefirió valerse de las corrientes religiosas, como se puede ver en los libros de Frei Betto y de Gustavo Gutiérrez, considerado este último fundador de la Teología de Liberación.
Lo más importante de toda esta monserga histórica, conocida muy bien hasta por el Vaticano, es que la Teología de la Liberación no nació en América Latina, como se dice, sino en la mente de Jruschov y de sus espías favoritos de la KGB, para ser más exactos: en el cuartel de Lubianka, de Moscú, donde estuvo y donde puede que quede aún rastros de aquel mando, pese a que en la actualidad, no representa nada para esos millones de personas, sobre todo jóvenes, que encuentran la verdad en los grandes medios y no entre las promesas de un comunismo de museo.