LA HABANA, Cuba.- Nadie sabe si fue defenestrado, excluido por corrupción, o hecho polvo por saborear antes de tiempo las mieles del poder, exclusivas para quienes tiraron cuatro tiros en la Sierra Maestra, un cañonazo en Playa Girón, o enviaron a la guerra en países lejanos a un pueblo cuya batalla campal por más de medio siglo ha sido la de vestirse y comer.
Lo dudoso “es que un ensayista filósofo como Eliades Acosta Matos, un intelectual nacido y formado por la revolución cubana, parte de una generación que no claudicó en los verdaderos años duros, los que siguieron a la decepción y a la deserción de muchos en el mundo”, según Enrique Ubieta, sea un quedadito más en República Dominicana.
Merengue apalmichao. ¿O atapiñao?
Su intervención durante los debates generados por el panel “Construyendo el futuro de Cuba. Avances y propuestas”, celebrado en Santo Domingo de forma colateral a la 46 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), dejó un sabor a fango, misa en escena, clonación política, o provocación inducida, entre los asistentes.
Imbuido de un aire señorial, distante, perdonavidas, chulampín; traje, cuello y corbata como un playboy revolucionario de actualidad, con trasfondo verde olivo, Acosta Matos cuestionó lo expresado desde una visión alternativa al poder por un grupo de cubanos que, acompañados por la expresidenta costarricense, Laura Chinchilla, debatían sobre la realidad de la isla en su contexto cambiante, ¿reformador?, y tal vez inclusivo.
Con similar discurso a las retrógradas consignas que aún se escuchan de dientes para afuera en la isla –apagadas por las voces de los pregoneros, el claxon de los almendrones, la música invasiva y otros ruidos poscomunistas en la nación–, exigió hablar del bloqueo, el internacionalismo, la procedencia del dinero y otros desatinos, pretextos, cortinas de humo levantadas por el poder para demonizar a la oposición.
Desde su “humilde” presentación: “Soy Eliades Acosta Matos, cubano, llevo seis años residiendo en Santo Domingo”, se dispararon las alarmas de quiénes lo conocíamos.
¿Será él o el fantasma de quien se convirtió en un divo en el escenario político cultural de la revolución? ¿Es un déjà vu o este no es otro que aquel que propagaba desde el púlpito verde olivo los salmos ideológicos de la curia marxista-leninista en el poder?
Por si acaso, y sin importar si era un fantasma, un quedadito, o un sembrado allá, Laritza Diversent y Manuel Cuesta Morúa, partes del panel organizado por el Centro para la Apertura y Desarrollo de América Latina (CADAL), y moderado por Hernán Alberro, demolieron con creces un discurso que a todas luces tenía un tufo provocador.
San Eliades, “El categorizador”
Conocido por su polémica “categorización de usuarios” –primero extranjeros, luego profesionales, después estudiantes de arte, y, por último, pueblo en general– durante su estancia como director de la Biblioteca Nacional José Martí, Eliades Acosta Matos estudió filosofía en la URSS, y volvió a Cuba montado por el espíritu de Carlos Marx.
Autodenominado como reformista, demócrata y no se sabe qué más dentro de la revolución, Acosta Matos no fue otra cosa que una de las estrellas fugaces que pasaron por el firmamento político nacional, que al estilo de Hassan Pérez, María Victoria Velázquez, Felipe Pérez Roque o Carlos Lage, se apagaron apenas comenzaban a brillar
Autor de la monserga panfletaria “El apocalipsis según San George” (Ediciones Abril, La Habana, 2005), construida con retazos de citas y títulos extraídos de textos escritos por Carlos Marx, Edgar Allan Poe, Howard Phillip Lovecraft, José Martí, Sigmund Freud y Michael Moore, entre otras decenas de autores que de una u otra forma enfilaron sus plumas contra el imperio yanqui, Acosta Matos se consideraba un auténtico transgresor.
En el prólogo al libro de marras, Enrique Ubieta, otro patético amanuense del poder, lo calificó como un intelectual cuyo corazón y cerebro están en el Sur, en este lado oscuro del planeta, en este otro mundo, “con los pobres de la tierra”; de ahí que sorprendiera que un revolucionario con tantos dones abandonara el país y reapareciera, más de una década después, defendiendo en otra nación los “principios” que un día ¿traicionó?
Si bien no resulta novedoso que turbas pagadas, adiestradas y azuzadas por las autoridades cubanas deambulen por el mundo contra quienes no comparten ideas, discursos, consignas, permanencia y otros males de la revolución, resulta muy extraño que alguien desmontado del poder oficial, se sume a esta comparsa de ocasión.
El apocalipsis según San Eliades, “El categorizador”, sería que los hábitos de consumo, la frivolidad, el deseo de confort, el amor al dinero y a lo material, entre otras supuestas deformidades adjudicadas desde Cuba al imperio del norte, llegaran a la Isla como un arma letal contra la revolución, mientras él los comparte alejado de su tierra natal.
Por eso me resulta risible que Ubieta lo “imaginara peleando con el teclado de la computadora para que no se escapen las ideas que llegan furiosas, implacables, al galope, como llamadas por el corneta que toca a degüello”, como a un neomambí armado con lanza de silicona y escudos de papeles reciclados por la revolución.
Cursi, bufonesco, patético este apocalíptico señor. ¿O, taimado, deshonesto, arrepentido, enviado a cumplir una misión? No importa. La historia lo absorberá como a ese pírrico gladiador que ganó incontables escaramuzas de salón, con un mojito helado en mano, nueve letras trocadas: fidelidad, dos puntapiés en el trasero, y un largo adiós.
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