LA HABANA, Cuba. – Julio Cortázar, aquel argentino de enorme estatura, casi dos metros desde el suelo y buscando el cielo, escribió un relato que tiene como centro a un tipo que pasa toda una noche acostado en una cama de hospital y mirando al techo, después de que sufriera un accidente mientras desandaba las calles de alguna ciudad en una motocicleta. La inmovilidad y la posición de acostado lo llevan a hacer indagaciones, cuestionamientos; nada singular si es que recordamos todas esas veces en las que, y ya en la cama, nos ponemos a hacer cuestionamientos a la vida, e incluso a la muerte.
El cuento de Cortázar, quizá entre los más estudiados, no es tan “tremendón”, ni creo que esté entre sus mejores piezas, pero eso tampoco tiene mucha importancia. Si lo menciono ahora es, únicamente, porque me interesa, al menos ahora, esa vocación que tenemos de echarnos en la cama a pensar. En la cama todos nos convertimos, mientras llega el sueño, y sobre todo si estamos solos, en filosofillos. Y desde hace mucho eso nos pasa a los cubanos, sobre todo en los últimos años. Sesenta años buscando soluciones desde la cama, y antes de entrar en el sueño definitivo.
Los cubanos soñamos despiertos, y la mayoría de las veces ni siquiera permitimos la participación del compañero o compañera de cama en los intrincados senderos de esos espejismos. La cama y el sueño se convirtieron, desde hace sesenta años, en lo que quizá sea el único espacio de sinceridad de los cubanos. La cama es, quizá, el único espacio de libertad que queda a muchos en esta isla. En la cama, y antes de abandonar la vigilia, antes de entrar en esos espacios insondables que son el sueño y la noche, pensamos los cubanos con algo de franqueza, hasta que nos vence el sueño.
Nosotros, mucho más que el accidentado personaje cortazariano, buscamos en la cama, y en el sueño, lo que no encontramos en la “vida despierta”. Los cubanos llevamos sesenta años buscando en nuestras camas, en la antesala del sueño definitivo, una vida mejor que esa que la realidad nos ofrece, esa a la que estamos condenados desde hace mucho tiempo, tanto como sesenta años. En la cama del sueño se suceden las victorias que no conseguimos en la vida real, esa vida real que comienza con la levantada y con los pies en el suelo, en la tierra, que es así como los cubanos llamamos a la “realidad más real”, a la verdad.
En la noche, en la cama, en el sueño, es donde aparecen más nítidas nuestras esperanzas, nuestras realizaciones, nuestras “proezas”. En la cama, en el sueño, nos convertimos en héroes por un rato. Los cubanos, al menos hasta hoy, necesitamos el sueño, necesitamos la cama, para vencer, y solo allí se conduce con valor la mayoría. En la cama, bocarriba, y mirando al techo, podemos formar parte del Movimiento San Isidro, y hasta enfrentamos a la policía, la desafiamos…, en sueños. Allí hasta nos suponemos héroes y desafiamos al poder; allí, y solo allí, somos ese Luis Manuel Otero Alcántara, somos Oscar Casanella o Iliana Hernández, incluso somos la madre de esta activista y reportera a la que no dejaron llegar hasta donde estaba su hija y unos cuantos más que se oponen, valientemente, al gobierno y a sus satrapías.
Está bien claro que en Cuba no existe esa uniformidad de pensamiento que quiere aparentar el gobierno. Es muy obvio que no hay consenso en esta triste sociedad y que el disenso es grande, que es kilométrico, que tiene el mismo tamaño, los kilómetros, que se cuentan en la isla. Y es cierto que hay mucho miedo, que hay cobardía, y bastante, hasta en esa hora de tenderse en la cama en medio de la noche. Esa noche en la que se susurra, al oído de al lado, el desastre de país en el que vivimos, para dormirnos luego, para despertar asustados y en medio de una zozobra oscura, mortal casi, pero callados.
La noche bocarriba puede ser una noche de celebraciones, una noche en la que se enfrente a la dictadura y hasta se le venza, pero también es una noche en la que se consigue un visado, una escapada a nuestra realidad. La noche bocarriba, en la cama, es el espacio más real, el más sincero y mentiroso, ese donde enfrentamos al gobierno, acostados bocarriba, mirando al techo, buscando la realización plena sin lucharla y, por supuesto, sin conquistarla. La cama, la noche bocarriba, es nuestro espacio para el análisis, para la cobardía consciente, la noche bocarriba puede ser la peor de todas, y es la más común, la más real, la de cada día.
En esas noches están las victorias de los comunistas, de los sátrapas, esos que saben cómo se piensa en la cama y cómo se miente en la vida real, en la vida despierta. En esas noches está el viaje por mar, el viaje en avión, el cruce de una selva sudamericana, ese desandar por todo México buscando la libertad, buscando la bonanza económica, albricias, sueños, huyendo al fin de malvados dictadores.
Eso se hace en la noche bocarriba cubana, soñar, solo soñar, sin que se consiga nada, sin que se luche por algo de eso con lo que se ha soñado, y es por esa cobardía, por esa preferencia que se le da al sueño, que vivimos en medio de una enorme y cruelísima pesadilla, como quizá la vivió Cortázar, el escritor inteligente, el excelente escritor que bajó la cabeza ante los comunistas cubanos y comulgó con ellos, y sería tanta su comunión con los comunistas cubanos que Reinaldo Arenas, ese grande que vivió soñando y también despierto, escribiera un texto sobre el altísimo argentino, al que dio el título: “Julio Cortázar: canalla o senil”.
Sin dudas nada será mejor para Cuba que abandonar el sueño que no produce otra cosa que monstruos que hacen revoluciones, el sueño que obstaculiza. Será mejor vivir la realidad y no en la noche bocarriba, será mejor soñar y defender el sueño, vivir despierto, y secundar a los que tanto hacen en San Isidro, en muchos rincones de la isla. Lo mejor será despertarse de una vez, y luchar, luchar despierto, luchar en vilo para conseguir esos tantos sueños de noches bocarriba. Eso es lo que necesita la Cuba de esos días. Cuba precisa los sueños, y las acciones…
Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +1 (786) 316-2072, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.