LA HABANA, Cuba. – Frank Hernández Trujillo fue un gran cubano no sólo de tamaño, sino de corazón y de virtudes. Tuve la dicha en los años 90 de hacer contacto con él y nunca dejamos de ser amigos, a pesar de la distancia: él en Miami y yo en La Habana.
Fue Frank, entre otras muchas razones, quien me salvó la vida un 1ro de noviembre de 2005, cuando un herpes zoster me atacó la cabeza y parte de mi rostro y un costoso medicamento que me envió de inmediato a través del GAD (Grupo de Apoyo a la Disidencia), me sacó de la cama en pocos días.
Era costumbre de este hombre, director ejecutivo del GAD, estar al tanto de las necesidades más urgentes de los disidentes de Cuba que, por oponerse pacíficamente a la dictadura castrista, se veían marginados social y laboralmente, considerados por Fidel Castro como “cucarachas por aquí y por allá”, según dijo en un discurso el 26 de julio de 1988.
Es una bella historia la de Frank Hernández Trujillo, maestro de profesión, quien emigró hacia Estados Unidos a principio de los 60, siempre preocupado por los destinos de su país.
Cuenta en uno de sus escritos del año 2000, cómo un 10 de diciembre de 1994, Día de los Derechos Humanos, estando de visita en la Universidad de la Florida y en compañía de Ricardo Bofill Pagés, ese otro gigante que por su intenso amor y respeto hacia los Derechos Humanos, surge la idea de crear el GAD, una organización que sirviera de ayuda al trabajo de los opositores en Cuba.
Los disidentes, lo sabía Bofill y también Frank, carecían de simples materiales para su trabajo —desde octubre de 1987, cuando toma gran impulso el Comité Cubano Pro Derechos Humanos, bajo la jefatura de Bofill—, como lápices, plumas, papel para redactar las denuncias de las violaciones de los derechos de la población, radios para escuchar Radio Martí —desaparecidos casi totalmente los radios rusos, tras el desplome del socialismo soviético— y sobre todo alimentos y medicinas.
Por esa razón surge el GAD. Su historia es larga y fructífera, puesto que se mantuvo activo, pese a las represiones surgidas a través de la dictadura, enemiga de que los opositores recibieran ayuda humanitaria.
En pocos días, el GAD comenzó a contar con más de veinte asociaciones del exilio que ofrecieron donaciones y el primer envío, ya histórico, fue hecho en enero de 1995 por el CAVA, Círculo de Veteranos Cubanoamericanos, cuyo contenido fue materiales de oficina.
En 1996, ya el GAD ayudaba en Cuba a decenas de organizaciones, a las que nada exigía, a no ser compartir el principio de aspirar para Cuba un estado de derecho y trabajar de forma pacífica, evitando el caudillismo, algo que ha causado tanto daño a Cuba.
Ese mismo año Frank, recibió la buena noticia de que la USAID comenzaría a ayudar al GAD, con el fin de fortalecerla en sus propósitos de ampliar la ayuda, hasta llegar a más de cien organizaciones políticas, así como a la prensa independiente de Cuba, y enviar, aparte de alimentos y medicinas, cámaras fotográficas, laptops, ropa para los presos, etc.
“Nuestra misión nunca fue fácil —escribe Frank—. Fue un trabajo siempre sin descanso, siempre de guardia al lado de los teléfonos para responder las llamadas de nuestros hermanos, acudir en su ayuda, enviar lo necesario para su trabajo.”
Frank Hernández Trujillo murió el 26 de diciembre. Como dijo: “con la satisfacción del deber cumplido”. Cuando Cuba sea libre de la dictadura castrista, sobre todo se lo deberemos a él. Gracias, amigo, un millón de gracias para ti.