VILLA CLARA.-. Para este 17 de mayo, el Centro Nacional de Sexología que dirige Mariela Castro, ha decidido usar –por segunda vez desde que se iniciaron estas celebraciones conocidas como “congas marieleras”– al sonado espacio villaclareño para desarrollar su anual Jornada de Lucha contra la Homofobia, la misma que ellos llaman “residual” en los anales de la resistencia heterosexista.
Así lo informó a este reportero el promotor, actor y director teatral Ramón Silverio Gómez quien fundó hace 35 años el centro Cultural El Mejunje, en Santa Clara, y quien desde hace varios lustros ha defendido a capa y espada el respeto a la diversidad creadora y a toda la marginalidad social en su muy abierto espacio escénico, no sin tropezar con horadantes estocadas.
Cuando el CENESEX recibió la orden –y la autorización para distribuir ciertos derechos usurpados por su familia a los diferentes– de organizar durante los tardos dos miles estas jornadas reivindicadoras del añejo maltrato gubernamental, ya Ramón y su tropa llevaban más de una década haciéndolos valer por la izquierda –o “sin pedir permiso”–, como gustan de decir sus miembros.
La oficialidad rampante, reacia a reconocer la fecha del 28 de Junio cual Día Mundial del Orgullo Gay, tiene establecida esta otra que coincide con la proclamación de la Primera Ley de Reforma Agraria (obra del desaparecido tío de la sexóloga en 1959), ley que se “actualizaría” 4 años después sin perder hasta hoy su prevalencia en términos de mayorazgo “todoterreno”.
Esta desdichada convergencia de conmemoraciones disímiles, provoca a menudo topetazos en la red virtual y/o reclamos jurídicos de algunos guajiros retranqueros que nada entienden de florituras ni cultivos otros que no sean los propios, incompatibles con el filo de sus machetes, arados y guatacas. Sin embargo, por parte de la abierta comunidad homo no se reserva gran diferendo para con el hermano campesinado, vistiéndose de cowboys sin mayores traumas cuando ha hecho falta.
El término “homophobia” fue introducido en 1971 por el psicólogo estadounidense George Weinberg, quien afirma haberla lucubrado por vez primera en una charla que dio a un grupo homófilo (homosexual) y que se popularizó en aquella pionera academia norteña gracias a su libro “La sociedad y el homosexual sano” de 1971.
En la historia cubana no hubo jamás comedimiento masivo ni particular hacia “los distintos”, quienes por regalo de “comedimiento” dejaron de ser “revolucionarios”, y sí en cambio proliferaron, a partir de la romántica propuesta de un hipotético hombre nuevo guevarista; expedientación, encarcelación y acoso para la mayoría, hasta que en 1992 se despatologizó como enfermedad por la OMS.
Dice hoy la presidenta del ramo sin vergüenzas que “nunca copiamos en el nuestro las leyes de experimentos extranjeros” por su intrínseca inaplicabilidad, pero sería saludable preguntarle cómo es que el país transitó tan autónomamente todos aquellos años de eslavas calcomanías.
La heteronormatividad que aún disimula con arte el patriarcado cubano, no es más que el régimen social, político y económico que impone sus prácticas sexuales mediante sutiles/diversos mecanismos e instituciones afines, presentando a la heterosexualidad como necesaria para el normal funcionamiento de la fantásticaa sociedad socialista y como único modelo válido de relación sexoafectiva y/o de parentesco. Pretendiendo preservar –con el discreto escándalo que originan tan oprobiosos desvíos esterilizadores– a la mayoría de la potencialmente engendradora prole proletaria.
El castrismo –como el estalinismo– es por naturaleza discriminador –cuando no exterminador– de todo lo que le difiere. Por mucho que se maquille o disfrace, no puede negarse jamás a sí mismo. Aparte de consideraciones filosóficas o políticas, se trata de uno de los rasgos del poder despótico sobre su propia mutación frente a la masa amorfa e indolente, como ahondara en su obra crítica el Nobel búlgaro Elías Canetti.
En ese día programático en la isla, la zona rosa de la civilidad aprovecha para exponer su variopinto coexistir en varios eventos semidespoblados, desfiles entecos, comparsas grotescas, vistosas carrozas, diálogos inaudibles entre los jóvenes (comunistas o no), dando sugerencias y consejos prácticos a iniciados e ingenuos de cómo vivir con una homosexualidad segura y “feliz” en la isla, en voz de honestos promotores HSH (hombres que tienen sexo con otros hombres) aunque lo hagan rodeados de gozosos ofensores y acechantes enfermedades venéreas sobre las cuales todavía pulula inmensidad de mitos excluyentes.