LAS TUNAS.- El asesinato de los expedicionarios del vapor Virginius por colonialistas españoles cumple 145 años en una Cuba gobernada por “cubanos coloniales”, según los llamó José Martí.
Ejecutados con premeditación y alevosía entre el 4 y el 8 de noviembre de 1873, los mártires del Virginius fueron conducidos al suplicio por una compañía al mando del entonces teniente Pascual Cervera.
Pero 125 años después de la masacre del Virginius, Fidel Castro calificó de “héroe” a Pascual Cervera y Topete, el almirante que entre sus planes tenía el bombardeo de la ciudad de Santiago de Cuba en julio de 1898.
¿Qué dirían a Fidel Castro los familiares de los mártires del Virginius y de los marinos españoles que murieron en Santiago de Cuba víctimas de la tozudez del colonialismo español?
¿Qué diría el soldado mambí que hizo prisionero al almirante Cervera sin que éste mostrara un adarme de heroicidad?
Fue el 6 de junio de 1998 cuando Fidel Castro hizo la apología al enemigo vencido por odio al vencedor aliado.
Estaban por cumplirse 100 años de la derrota del almirante Pascual Cervera en Santiago de Cuba frente a la escuadra estadounidense comandada por el vicealmirante Sampson en la guerra cubano-hispano-americana.
Anclado en el puerto de La Habana, con dos tataranietos del almirante Cervera entre la oficialidad, se encontraba el buque escuela Juan Sebastián Elcano, y abordo, Fidel Castro dijo que sentía un gran respeto por los marinos españoles, y que su visita revestía un simbolismo especial, “me siento muy emocionado de estar aquí”, dijo.
Al inicio de este artículo mencioné las palabras “premeditación y alevosía”, agravantes de la responsabilidad penal concurrentes en la masacre del Virginius, infringiendo leyes no escritas de la guerra, del derecho humanitario y del derecho universalmente aceptado.
Incriminando a los patriotas cubanos de piratas, los marinos españoles actuarían cuales vulgares bucaneros, asaltando en alta mar una nave extranjera debidamente registrada.
El Virginius había pertenecido a los confederados cuando la Guerra de Secesión en los Estados Unidos, y, adquirido por insurrectos cubanos, era propiedad de la Junta Cubana de Nueva York.
Tripulado por 43 marinos, capitaneaba al Virginius Joseph Fry, estadounidense oriundo de Tampa; era esta su segunda expedición a Cuba, transportaba 103 patriotas cubanos y un profuso cargamento de armas y parque destinado al Ejercito Libertador.
En Haití, el Virginius completaba su carga cuando la indiscreción y falta de compartimentación, (errores reiterados por los patriotas cubanos de todos los tiempos) hicieron que espías españoles informaran de la expedición al gobernador de Santiago de Cuba Juan N. Buriel.
Próximo a Cuba el Virginius fue interceptado por la corbeta Tornado; refugiándose en aguas internacionales, donde con pabellón estadounidense sólo podía ser abordado por autoridades americanas.
Pero los españoles persiguieron a los cubanos en aguas internacionales y, a cañonazos, el Tornado hizo detener el Virginius.
El general de brigada de 28 años de edad Bernabé (Bembeta) Varona, propuso volar el barco con la carga de explosivos abordo, pero la propuesta no fue aceptada.
El primero de noviembre, escoltado por el Tornado, entró al puerto de Santiago de Cuba el Virginius. Los juicios, sumarísimos (sin garantías jurídico-procesales) comenzaron de inmediato.
Los primeros condenados a muerte y ejecutados el 4 de noviembre fueron Pedro de Céspedes, hermano de Carlos Manuel (el Padre de la Patria), Bernabé (Bembeta) Varona, Jesús del Sol, el general canadiense William A. O´Ryan y el marino estadounidense y capitán del Virginius Joseph Fry.
El día 8 ya habían sido fusilados Agustín Santa Rosa, compañero de Narciso López en la expedición del Pampero y Herminio de Quesada, de 18 años, hijo del general Manuel de Quesada y otros diez patriotas, totalizando 53 expedicionarios y tripulantes ejecutados, cuando fondeó en la bahía santiaguera la fragata inglesa Niobe.
Comandaba la Niobe Sir Lambton Lorraine, y, enterado de la carnicería, envió al gobernador español Buriel un ultimátum:
“Señor, no tengo ordenes de mi gobierno porque éste ignora lo que sucede, pero asumiendo yo la responsabilidad, y convencido de que mi conducta será aprobada por su Majestad Británica, puesto que el acto que realizo es en pro de la humanidad y de la civilización, exijo a usted que inmediatamente suspenda esa inmunda carnicería que aquí se está llevando a cabo. No creo tendré necesidad de decir cuál será mi proceder en caso de que mi exigencia sea desatendida”.
La “exigencia” de Sir Lambton fue atendida. Harper´s Weekly tituló la masacre del Virginius The Spanish Butchery (La carnicería española).
El 8 de diciembre el gobierno español devolvía el Virginius a Estados Unidos; el 16 del propio mes los tripulantes y expedicionarios sobrevivientes eran recogidos en el puerto de Santiago de Cuba por un barco de la marina estadounidense, y ya para 1875, el gobierno español indemnizaba al de Estados Unidos con unos 80 mil dólares por la muerte de sus ciudadanos, y con una cifra similar al gobierno británico por la pérdida de los suyos.
Ambos sucesos, la masacre del Virginius y la rendición de los españoles en Santiago de Cuba, Carlos Ripoll los reseña en Escritos cubanos.
Acerca de los mártires del Virginius dice: “Fueron conducidos al lugar del suplicio por una compañía que comandaba el entonces teniente Pascual Cervera, quien 25 años más tarde, como almirante, sería batido por la escuadra norteamericana en el combate de Santiago de Cuba, y preso de los insurrectos cubanos que le perdonaron la vida, lo entregaron a las autoridades de Estados Unidos”.
De la rendición del almirante Pascual Cervera, que condujera al fusilamiento a marinos como él, y a militares cubanos que luchaban por la libertad de su patria como él luchaba por mantener el colonialismo español en Cuba, Carlos Ripoll dice:
“Cervera se tiró al mar y ganó a nado la costa; allí, en Punta Cabrera, lo arrestó el comandante José Candelario Cebreco, quien hizo entrega del prisionero a los americanos mediante recibo”.
Esa es la heroicidad del almirante Cervera en la batalla naval de Santiago de Cuba, ponderada por Fidel Castro en el centenario del triste suceso.
Mientras los mártires del Virginius yacen olvidados por la historiografía oficial, los castristas aúpan la memoria del almirante Cervera y la escuadra española hundida en Santiago de Cuba, haciendo del lugar un sitio de peregrinaje histórico y de buceo.
Pero cuidado, frágil es esa memoria. Levantado el embargo de Estados Unidos, olvidado por los castristas coloniales quedará el almirante Cervera y los hierros de sus viejos barcos.
Llegados los turistas estadounidenses, en lugar del recuerdo de Cervera enaltecerán la memoria del vicealmirante Sampson, y los barcos españoles idos al fondo, servirán para mostrar el temprano poder de fuego de la marina norteamericana.
Ya lo dijo Martí: “Por nuestra América abundan, de pura flojera de carácter, de puro carácter inepto y segundón, de pura impaciencia y carácter imitativo, los iberófilos, los galófilos, los yancófilos, los que no conocen el placer profundo de amasar la grandeza con las propias manos, los que no tienen fe en la semilla del país, y se mandan a hacer el alma afuera, como los trajes, como los zapatos”.
Y por estos días hemos visto “cubanos coloniales”, adscriptos al Consejo de Estado castrista, trotando por el mundo, yancófilos en Nueva York, galófilos en París, rusófilos en Moscú… sin fe en la semilla cubana irrigada durante más de 150 años por mártires como los del Virginius, pretendiendo hacernos creer que nuestra sabia brotará de regaderas adheridas a Shanghái, Madrid o Moscú, cuando bien sabemos los cubanos que no hay más riqueza ni linaje que el que nace del manantial de nuestra raza.