MIAMI, Estados Unidos. – A pocas horas de diferencia, dos actrices cubanas se han paseado por el firmamento de la fama cinematográfica internacional.
Linnett Hernández Valdés, protagonista de “Vicenta B”, el más reciente filme de Carlos Lechuga, aparece en una foto del Festival de Cine de Toronto, escoltada por Steve Coogan y Stephen Frears, actor y director ingleses, respectivamente, de una filmografía legendaria.
Por su parte, Ana de Armas entra radiante a la alfombra roja del estreno de “Blonde” en el mítico Festival de Venecia acompañada por Brad Pitt, en calidad de productor.
No obstante las controversias que han antecedido la película sobre Marilyn Monroe, basada en la novela homónima de Joyce Carol Oates, al final de la proyección el equipo de realización y, sobre todo, De Armas recibieron 14 minutos de aplausos, el mayor tiempo registrado para ninguna otra película en el recién terminado festival, donde en la categoría de mejor actriz resultó finalmente ganadora la veterana Cate Blanchett.
La prensa oficial castrista tiene la orden de coquetear con Ana de Armas. Uno de los titulares del medio estatal CubaSí reza: “Ana de Armas rompe en llanto con la ovación de pie de 14 minutos que ‘Blonde’ recibió en Venecia”.
La actriz cubana fue uno de los personajes de la infame película “Red Avispa”, dirigida por Olivier Assayas. Tal vez los diseñadores del mal especulan sobre la posibilidad de que haga declaraciones a favor de la “Revolución Cubana” y en contra del “bloqueo”, desde su importante tribuna de celebridad.
Lo ideal sería que accediera a ser invitada del cercano Festival del Nuevo Cine Latinoamericano en La Habana, el próximo mes de diciembre y con una entrevista en el diario Granma la operación de descrédito estaría completa, trampa donde han caído otros incautos exiliados y simpatizantes foráneos.
De Armas, sin embargo, tiene un hermano fotógrafo, Javier Caso, solidario con la oposición al castrismo. Durante una visita a Cuba para apoyar a sus amigos, el cineasta Miguel Coyula y la actriz Lynn Cruz, fue interrogado amenazadoramente por la policía política poco antes de partir de la Isla.
En cierto momento de la conversación que Caso logró grabar y divulgar públicamente uno de los testaferros le menciona a la actriz:
“Tu hermana es famosa, ¿verdad? Pero eso no te exime de que si incurres en un delito… Y trabajar con Lynn Cruz, promocionar sus obras, no está permitido”.
Cruz también figuró en estrados de festivales de cine importantes como protagonista de la película maldita “Corazón azul”, de Coyula, excomulgada por la intolerancia del régimen. Ningún éxito de estos dos perseverantes creadores ha sido registrado por la prensa oficial.
Poco antes de terminar la presentación de “Vicenta B” en la notable tribuna que es Toronto, Carlos Lechuga pidió libertad para los presos políticos cubanos vistiendo una camiseta con el rostro de Luis Manuel Otero Alcántara.
Así como Ana de Armas sigue siendo objeto de atención en numerosos medios electrónicos castristas, “Vicenta B” ha sido totalmente ignorada, como si la precaria producción de cine nacional pudiera permitirse ese lujo.
De Armas disfruta la publicidad en camino a su probable primera nominación al premio Oscar, mientras que Linnett Hernández Valdés, luego de codearse con lo que más vale y brilla del cine mundial, regresa a Francia, donde reside, sin la satisfacción de ser celebrada en su país de origen. No obstante vivir en libertad, la han borrado de los anales culturales presuntamente por ser “cómplice” de un director de cine contestatario, ahora exiliado en Barcelona, que ya les había dado dolores de cabeza a los jerarcas del régimen con “Santa y Andrés”.
Resulta tan paradójico leer que “Vicenta B” representa a Cuba en Toronto, cuando la inoperante burocracia de la Isla encargada de hacer posible y promover dicha circunstancia no haya movido un ápice para que algo de tal importancia ocurriera. Las dictaduras son así de enrevesadas y crueles.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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