VILLA CLARA, Cuba.- El pasado domingo 29 en horas de la tarde, tras el rodaje de un corto para la Web del sitio “CreActivo” a cargo de la realizadora Yaíma Pardo e intitulado “Causa y Azares”, sobre temas LGTBI, el cual incluía una acción de activismo social como la distribución pública de nuestro boletín “El Guardabosques” adjunto al Observatorio Crítico Cubano —“libelo” enteramente ecologista—, se personó en casa una patrulla de la PNR con intenciones de “conducirme” a la estación.
Cuando les exigí a los dos agentes y un auxiliar exaltados que mostraran orden de arresto o explicación del móvil para mi detención, se incomodaron por resistirme a obedecerles y amenazaron con llevarme esposado como cualquier delincuente que incurre en desacato u objeción anti-autoritaria. No les informaron sus jefes motivo verosímil, de manera que comenzaron a desfilar individuos misteriosos en vehículos “segurosos” al reparto donde vivo al reclamo de: “ahora mismo te tiro por la planta”, creando sobresalto y estupor entre vecinos que constataron lo absurdo del despliegue.
La perseguidora permaneció horas apostada fuera, esperando a que saliera para arrestarme por la fuerza. De hecho, uno de ellos intentó sacarme al pasillo del edificio tirándome del brazo, tras lo cual, pidiendo permiso inmerecido a tales energúmenos, cerré la puerta.
Como repruebo de grados, rangos, jerarquías y nombramientos para el temprano retiro laboral de estos conciudadanos, prescindiré en este resumen de todos ellos.
Casi de noche enviaron a una carpetera con el papel para que al día siguiente me presentara ante el Jefe del Sector donde resido conocido por La Güira, cuyo nombre es Norberto Carrazana. Obvio que esa fachada citatoria es conocidísima, así que ya preveía los orígenes del caos subsiguiente. En efecto, jamás vi al camarada Carrazana, quien tampoco se enteró del abuso de su nombre para sacarme del hogar. No estoy muy claro, pero puedo indagar después sobre el delito que comete el Estado cuando, encubriendo a impugnables perfectamente prescindibles un día, utiliza estos subterfugios cobardes.
El lunes, ya en la unidad municipal, me pidieron que me moviera por mis medios hasta “Instrucción Penal” previa retención del carné de identidad —aviso de que no escaparía en helicóptero o lancha durante el trayecto—; lugar célebre por radicar en él el antiguo Vivac de la anterior dictadura y donde me atendería “alguien” que vendría de Santa Clara. No valía la pena acusar por ausente al fantasmagórico jefe que me citaba sin conocimiento siquiera de tan-gencial causa. El aparato, que actúa impune al arbitrio, no quiere saber de críticos sistémicos ni detractores, así que manda a sus empleados más fieles a coaccionarlos.
Todo lo que la ciudadanía simple haga/genere/improvise bajo el soberano cielo de su patria, será declarado ilegal si no cuenta con el permiso de quienes dictan.
A media mañana apareció David Martínez Ruiz, luciendo dos estrellas en las charreteras. Le había solicitado Manuel Soto Herrera —delegado territorial del MININT— que viniera a interrogar al individuo que suscribía notas locales para la prensa extranjera. En una oficina me mostró además los materiales “ilegales”, distribuidos la víspera, a muchachos que en el parque aguardaban el ómnibus para irse a sus becas. Le pedí que encontrara en los dos números —dados previa aprobación de lectores interesados entre los que había acaso un informante— mínima palabra sediciosa.
Convenida la inexistencia de intenciones que no fueran meramente educativas sobre el empoderamiento ciudadano y la salud ambiental que a todos afecta, cuestionó entonces los propósitos de mi artículo sobre las recientes violaciones a menores, aparecido en este sitio/periódico “enemigo” donde hoy les expongo.
Le parecía una contradicción contrastar tan altruistas proyectos, como lo es el cuidado permanente del entorno, con mis posturas hacia una ideología a la que no debo obediencia ni tributo alguno. Le expliqué la imposibilidad archisabida de diseminarlo en la prensa nacional, cosa obvia de antemano. Y abundé acerca de la frustración que debe sentir un país desinformado, porque esa “prensa contrarrevolucionaria” que les descoloca pero justifica sus salarios, no alcance ni al 1% de los 500 mil habituales hoy en la red, excepto a ellos mismos, vigilantes de todo lo que se diga en contra, quienes disponen a su merced de vallas, muros, llaves, filtros y exclusas. Amén de una conexión 3.0/4-G gratuita. Pero no para gastarla en honestos desencuentros ciudadanos en Cubadebate o Progreso Semanal que tienen ya excelentes inquisidores, sino para expedientar localizables desafectos.
Argüí que jamás se enmendará una sociedad de sus males violentos si no aprende a conocerlos a fondo, como enunciaba el más soñador de los cubanos José Martí, mentando “heridas y curas”. Ese precepto extemporáneo habría que “actualizarlo”, estudios socio/psico/fisio/antropo/lógicos mediante. Los que nada parecen querer actualizar, son los medios oficiales, y algunos alternativos radicados en el país que esconden o demedian la verdad —porque mentira sí que no ofrezco, ni miel donde abundante hiel nos dieron a beber— para evitar crear aquello que llaman, entre la muchedumbre inocentona, “adversos estados de opinión”.
Tras un debate respetuoso, el oficial procedió a redactar Acta de Advertencia conteniendo ambos “delitos”: la distribución de impresos ilegales y el empleo de sitio “subversivo” para denunciar lo que ellos callan.
A mi pregunta sobre el significado de las letras EFP en el borde superior del documento que aprobará en su oficina el Jefe de la UPDCSE (Unidad Provincial de Delitos contra la Seguridad del Estado) en Villa Clara, Carlos F. Rodríguez Machado, respondió que se trata de mi Expediente en Fase Preparatoria.
Retrotraje entonces el anuncio que me hizo el represor/predecesor en enero del 2014 chantajeando un viaje a Madrid en aquella unidad provincial, cuando me regalaron, él y el instructor/abogado Yandry Riverón Rodríguez, la primera acta de advertencia por “propaganda enemiga”, y añadieron a dúo: “En ese saco te cabe todo lo que le echemos”. Por ahí arrancó aquella amenazante conversadita.
El primero de mayo de aquel año la puerta, el jardín y balcón de mi vivienda amanecieron destrozados por ácidos derramados en un silente acto de repudio perpetrado durante la madrugada. Había —días antes— demostrado mi indignación con el nuevo Código de Trabajo que mutiló a los trabajadores de derechos milenarios escribiendo la nota “Pa’l sindicato, ni un peso más”.
Por tanto, ya tengo dos actas curriculares; y a la tercera, la vencida. Luego, el próximo paso será tirarme “pa’l tanque”, como decimos cínicamente los desarmados.
Digo que seré un preso común, porque ante la interpelación de los periodistas (extranjeros, los nacionales no clasifican en esa categoría) durante la visita de Obama, Raúl Castro Ruz carraspeó que “en el país no quedan presos políticos ni prisioneros de conciencia”. Y remató: “Es más, denme una lista para liberarlos esta misma noche”.
Sugiero que vayan con mi nombre armando la listica antes de que fabriquen casito irregular cualquiera, porque nunca antes en mis revolucionarios años de anarquista/revoltoso me he parado ante estrado de “justicia rebelde” acusado por nada ni nadie. Pero aún me restan algunos lustros si no me “encargan los ajustes antes”, para que estos ejemplares entusiastas de la emulación/promoción socialista, exhiban sus arteras habilidades reduccionistas.
Coartar el derecho ¿o el izquierdo? de asociación, la libertad de expresión individual y/o colectiva que asegura la constitución —anquilosada no obstante desde 1976—, dice mucho más de la ruindad e intolerancia reales que mil discursos sobre la “benevolencia” de las autoridades regentes, las cuales designan al alza —puesto que nada hay que dejar al azar— a quienes encumbrar o acosar.
De todo este zafarrancho se deriva que, con mi estrafalario (e irresponsable) proceder reportando lo que otros consideran “indebido/empañador-de-la-inmaculada-imagen”, pongo en peligro a mi familia, los amigos y la unidad monolítica e inquebrantable de “un pueblo de obreros y campesinos humildes” que increíblemente no necesita de otra versada voz que la de sus mismos escogidos/investidos de verdeolivo.