LA HABANA. Cuba.- “Un granito de arena” se denominó un micro-proyecto surgido a raíz de la Primavera Negra. Su finalidad era socorrer a las familias de los presos políticos mitigándoles problemas domésticos. Duró tres meses, más o menos.
Durante ese tiempo se le remodeló, de modo parcial, la vivienda de la periodista independiente Shelyn Rojas, madre de las hijas del preso político Regis Iglesias Ramírez, del grupo de los 75, sancionado a 18 años de presidio. Allí se hizo una cocina nueva, se arregló el baño y se acometieron otras obras menores de albañilería, plomería, revestimiento con azulejos, pintura de techos y soldadura de rejas protectoras exteriores.
En casa de la familia del también preso político Omar Rodríguez Salude, de los 75, y sentenciado a 27 años, los arreglos fueron de mantenimiento de paredes interiores y exteriores, pintura y electricidad. También se impermeabilizó una zona del techo que se filtraba cuando llovía. Otros trabajos ejecutados serían la fabricación y montaje de estantes para tres bibliotecas independientes.
Además de socorrer a madres, esposas e hijos de los presos políticos, esta iniciativa humanitaria intentaba (y en cierta medida lo consiguió) contener la táctica de terror impuesta por el gobierno en torno a dichas familias. Pues muy pocos vecinos disponían de coraje suficiente para visitar la casa de un “connotado contrarrevolucionario”, mucho menos para servirles de albañil, carpintero, pintor, plomero o soldador.
Y a esas funciones de solidaridad nos dedicamos los integrantes de Un Granito de Arena: José Alberto Eira, Gerardo Lazcano, y quien escribe, sin abandonar los compromisos personales como Bibliotecario Independiente, como Presidente del Partido Neocatólico y como foto-reportero, respectivamente.
En cada barrio emitimos el siguiente mensaje: nuestro hermano preso no está abandonado.
Establecer reglas bien estrictas de honestidad fue otra misión nuestra. Cada centavo invertido se contabilizaba minuciosamente. Se tomaban fotografías de las obras, antes, durante y una vez concluidas, y de los materiales empleados con sus comprobantes de pago.
En un intento por buscar autofinanciamiento llevamos a cabo algunos trabajos privados, pero los clientes al enterarse de quiénes éramos, se asustaban y dejaban de contratarnos. Una vez un cliente nos dijo: “Tengo miedo que con gente de los derechos humanos aquí (se refería a nosotros) se me tire la Seguridad del Estado, y me decomise todo”.
Un Granito de Arena nunca hubiese existido sin Pablo Rodríguez Carbajal, quien, desde Miami, lo financió casi al ciento por ciento. A Pablo, no son pocos los compatriotas que en Cuba le extendemos perenne agradecimiento. Sus ayudas son auténticas tablas de salvación.