MIAMI, Florida, junio, 173.203.82.38 -Recientemente saltó desde Venezuela una noticia difundida por medios opositores de ese país sobre una supuesta conversación grabada entre uno de los más frenéticos seguidores del chavismo y un agente de la inteligencia militar de Cuba. La prolongada conversación telefónica entre Mario Silva, director de La Hojilla y un agente cubano nombrado Aramis Palacios, resultó un detonante aprovechado por la fuerza opositora. El destape de la grabación evidenciaba el grado de penetración logrado por el gobierno cubano en los asuntos venezolanos y el ambiente de corrupción entre la nomenclatura chavista. El escándalo mediático apuntaba principalmente a la figura de Diosdado Cabello, figura sobre la que se teje un ambiente enrarecido acerca de un presumible distanciamiento, rozando el borde de infidencia, respecto al grupo liderado por el presidente Maduro.
Desde un análisis personal me resulta extraño el hecho de que una conversación de contenido tan delicado y abundante en detalles comprometedores haya quedado a merced de una vía tan indiscreta como puede resultar la comunicación telefónica. Los agentes de la seguridad cubana no son neófitos en la materia, sobre todo si en realidad se tratara del mismo oficial que hizo carrera persiguiendo periodistas independientes cubanos en una bicicleta y de manera meteórica logró acumular méritos para ocupar un puesto clave en la contra inteligencia cubana. Y no es que los “compañeros” de la Seguridad sean infalibles. Pero ese exceso de confianza del agente Aramis en un medio del que ellos saben cuidarse y aprovechan de manera tan eficiente parece raro, sobre todo por la cantidad de datos dejados al descubierto en la verborrea torrencial del venezolano Silva, cuya presunta conversación resulta casi un monólogo apenas interrumpido por escuetas frases y monosílabos de su interlocutor cubano: -Puede ser la vaina para…; -Sí, sí, sí… -Nooo…; -Quizás no sea que…; -Era un boom; o simplemente Sí. Incluso, sus frases más largas carecen de sentido: – Desconociéndose la fuente salía de él… ¿Qué le puede quedar a usted por exponer? o – La foto te la mandó Tarek…
La transcripción circulada por diferentes medios tiene más en común con un típico interrogatorio de la Seguridad de Estado a uno de sus detenidos en un centro del organismo represivo cubano. Lo que se cocina con esta receta es lo que queda por descubrir.
Otro detalle significativo del panorama venezolano por estos días se encuentra en la falta de muchos productos. Resalta la del papel sanitario, la harina de maíz y los insumos principales (vinos y obleas) para las misas católicas. Posibles indicios de alguna forma de racionamiento, no al extremo del que se mantuvo en Cuba durante todos estos años, pero si con la suficiente capacidad de control que ese sistema es capaz de generar. Un control que ha mostrado su efectividad en la estrategia de los poderes autoritarios, que ajenos a la efectividad económica buscan resultados mas afines a sus propósitos de gobernar de forma totalitaria. El racionamiento, justificación para asegurar una aparente repartición igualitaria, resulta en un mecanismo por el que el estado se adueña de la voluntad ciudadana haciendo a sus miembros dependientes de los caprichos estatales.
Que en Venezuela haya llegado el momento en que el abastecimiento del papel sanitario sea un problema no debe ser interpretado como un augurio de la explosión del sistema chavista. En Cuba hace años la gente dejó de ver en ese un problema acuciante y lo remedió con numerosos sustitutos como papel periódico y hojas de libretas en los momentos más neurálgicos de la crisis. Al final se hizo algo usual ver en los baños caseros y comerciales el aditamento de un gancho colmado de hojas recortadas de diversos impresos.
Ahora en Venezuela se repite el dilema. Pero no solo en una de sus partes sino en casi todo su conjunto. Las escaseces sirven una vez más como un arma para acusar a la oposición y a los intereses oscuros foráneos de las carencias y tropiezos económicos. Un complot donde los enemigos internos y agentes internacionales se confabulan para hacer fracasar el proyecto revolucionario. Suficiente motivo como para poner mayores límites a las libertades que todavía funcionan en el país bolivariano. El estacazo a Globovisión, la golpiza propinada a destacados líderes parlamentarios de la bancada opositora, las amenazas contra figuras principales de la oposición o el agravio mostrado contra el presidente colombiano por el encuentro que sostuvo con Capriles, conforman el engranaje de hechos a los que habrá que poner mucha atención en el futuro próximo.
Lo que se mueve detrás de todo este enmarañado entorno donde el liderazgo de la oposición queda cada vez mas entrampado, en medio de restricciones económicas y de comunicación, acusaciones de sabotaje, contubernio con enemigos externos, confabulación extranjera, denuncias de atentados magnicidas y la aparente conspiración puesta en evidencia desde las filas opositoras del chavismo y aún en el propio seno de este movimiento, apunta en su conjunto al paso hacia la radicalización del proceso bolivariano, respaldado por millones de votantes, convalidado por elecciones que muchos gobiernos se resignan a aceptar como válidas y se cuidan de cuestionar, donde la por ahora multitudinaria corriente de seguidores de Capriles puede perder fuerza en caso de un control absoluto de los que gobiernan.
La afirmación de que Cuba no se puede repetir en Venezuela porque los tiempos son otros y que las condiciones en aquella sociedad son diferentes tampoco debe conformar una confianza absoluta. En una reciente participación de Antonio Ledesma, Alcalde Mayor de Caracas, en un programa televisivo de Miami el político explicaba el por qué no se produjo una impugnación de fraude contra la votación que diera a Chávez la última victoria, enfermo y moribundo. Según Ledesma se prefirió aceptar la derrota para no desalentar a los votantes opositores, quienes frustrados por la falta de garantías de un conteo imposible de verificar optaran por no asistir a las urnas en una hipotética segunda vuelta. El razonamiento deja entrever que el éxito de seguimiento alcanzado por Capriles en su campaña puede tornarse inseguro en la fragilidad de un contexto dominado por el chavismo. Aunque los tiempos que corren son diferentes a los que corrieron en la Cuba de la revolución fidelista, los métodos también pueden amoldarse haciendo que las cosas, si no por el mismo trillo, enrumben por un camino parecido.