MIAMI, Estados Unidos. – La santiaguera Maribel Mustelier López vive con su familia ―su esposo y sus dos hijos menores de edad, de 8 y 15 años― en los restos de una casa derrumbada por el devastador huracán Sandy, hace casi una década.
“Cuando el ciclón pasó hace ocho años nuestro hogar se derrumbó. (…) Ellos (las autoridades) nos dieron una planilla para nosotros poder obtener los materiales subsidiados, pero es que aún siguen siendo muy caros”, lamentó Mustelier López.
“Imagínense, una bolsa de cemento tiene un precio de entre 120 y 130 pesos (CUP) y ellos nos la dejan en 87.70”, detalló.
La santiaguera también denuncia que los materiales de la construcción no son ofertados regularmente a la población. “Ahora mismo te puedo decir que llevan dos años sin sacar mercancía. Tardan muchísimo y cuando nos avisan apenas tenemos dinero reunido para comprar una cantidad considerable. Solo podemos adquirir tres o cuatro bolsas (de cemento) para tan siquiera hacer un hoyo (zapata)”.
“Aquí vivimos del invento, aruñando por aquí y por allá para poder mal comer poder y sobrevivir, como decimos los cubanos”, continuó.
Por otra parte, Leonardo Hernández, su esposo, comenta: “Esta casa no aguanta otro huracán. Lo que se ve levantado ahora fue con la misma madera que rescaté cuando la casa se vino abajo. En las temporadas ciclónicas aquí entramos en pánico, sin contar que estos cuatro palos un día nos pueden caer arriba por cualquier vientecito un poco fuerte”.
En varias ocasiones la familia ha presentado quejas en la sede del Partido Provincial y en Vivienda por el déficit de materiales de construcción en el punto de venta. “En 2013, 2015 y 2016 estuve presentando quejas por el constante desabastecimiento en el punto. Mi madre me había ayudado con un dinero y yo quería comprarlo todo de materiales, pero cuando los funcionarios me avisaron ya había consumido el dinero en alimentos. Se demoraron mucho y mis hijos tenían que comer”.
Mustelier López también denuncia la precaria situación económica en que vive su familia, agravada por la escasez de alimentos y el alza de los precios. “Por ejemplo, ahora una botella de aceite está costando 75 CUP (tres dólares). Con semejante costo de la vida hoy en día, uno solo puede vivir para alimentarse. Construir en estos tiempos es imposible”.
“Yo estuve trabajando para el Estado; ganaba unos 300 CUP (12 dólares), pero eso era una miseria que no me alcanzaba para nada; cuando cobraba ya lo debía todo. Prefiero estar en la casa, tengo más cobertura para hacer mis cosas de manera independiente y poder ganarme la vida”, cuenta.
Su esposo es pescador, pero solo puede dedicarse a esa actividad cuando las autoridades se lo permiten. Mientras tanto, tiene que trabajar en la construcción o en cualquier otra actividad económica.
Según datos publicados en agosto de 2019 por el medio oficial Cubadebate, en la Isla “hay un déficit habitacional que asciende a más de 929 000 hogares, entre los que es necesario construir desde los cimientos y los que precisan rehabilitación”.
Las denuncias por la corrupción de los funcionarios de los puntos de venta de materiales de construcción y el abandono del Estado a familias en situaciones precarias aparecen a menudo en medios de prensa independientes.
Recientemente, una familia de La Habana tuvo que recurrir a una campaña de recaudación de fondos en GoFundme como única esperanza para obtener recursos, comprar una vivienda y salir del edificio donde viven, declarado “inhabitable” desde 1974.
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