LA HABANA, Cuba.- Recientemente ha sido noticia la visita del canciller ruso Serguéi Lavrov a Brasil, donde se entrevistó con su homólogo, Mauro Vieira, quien le transmitió el mensaje del presidente Lula da Silva condenando las sanciones de Occidente al Kremlin por la guerra en Ucrania, que dura más de un año. Con esta declaración, el ministro ruso suma un nuevo aliado en América Latina, donde ya cuenta con el servilismo de Cuba, Venezuela y Nicaragua, países que pretende visitar durante su actual gira por la región.
Lavrov, quien lleva dieciocho años ejerciendo como ministro de Relaciones Exteriores bajo los mandatos alternados de Vladímir Putin y Dmitri Medvédev, es un viejo lobo formado en los años de la Unión Soviética. Su carrera diplomática lo llevó a Sri Lanka como embajador en los años 70 y a Naciones Unidas como asesor de la misión soviética.
Sobre su desempeño existen criterios opuestos. Varios expertos lo califican como un diplomático brillante, un negociador inflexible, fiable y extremadamente capaz que, sin embargo, no pertenece al círculo íntimo de Putin y no parece estar de acuerdo con el endurecimiento de la política exterior del exagente de la KGB.
Otros analistas, por el contrario, lo definen como cómplice de la violenta política exterior del Kremlin. En 2012, durante la guerra en Siria, Lavrov fue uno de los funcionarios elegidos para encabezar la delegación rusa que viajó a esa nación del Medio Oriente a mostrar su apoyo a Bashar al-Assad. Fueron recibidos con muestras de agradecimiento debido al veto impuesto por Rusia contra las duras sanciones al Gobierno sirio que pretendía aplicar la ONU.
Ha defendido firmemente la federalización de Ucrania y la oficialización del idioma ruso en ese territorio. Más de una vez, durante las negociaciones para alcanzar la paz, Lavrov ha dicho que el conflicto en Ucrania podría desencadenar una “Tercera Guerra Mundial nuclear y devastadora”, frase que, para muchos, encierra una amenaza a Occidente.
Otras declaraciones polémicas del canciller evidencian su manejo del pulso diplomático que mantiene con sus pares. Cuando Josep Borrell exigió que Rusia liberara al opositor Alexéi Navalni, Lavrov le respondió señalando que los independentistas catalanes estaban presos por llamar a un referendo, lo cual calificó como “una decisión judicial políticamente motivada”.
En mayo de 2022, Serguéi Lavrov fue blanco de críticas por sus declaraciones antisemitas al insistir en la desnazificación de Ucrania y comparar al presidente Volodímir Zelenski con Adolfo Hitler, alegando que ambos comparten sangre judía y que los mayores antisemitas son los propios judíos.
Tan grande fue el revuelo provocado por sus palabras, que el primer ministro israelí, Naftali Bennett, le salió al paso con fuertes declaraciones exigiendo el cese de la utilización del Holocausto judío con fines políticos. El escándalo amainó solo cuando el presidente Vladímir Putin se disculpó con el premier israelí.